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De los indultos a Pegasus: nada está escrito

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La memoria es muy frágil, pero si ponemos la palabra "indultos" en los buscadores se pueden repasar las crónicas de hace ya casi un año, cuando muchos analistas escribían sobre la delicadísima decisión de Pedro Sánchez, el coste que tenía y la garantía de estabilidad que ese paso implicaba para la hoja de ruta de la coalición. También se las prometían algunos muy felices un par de semanas después, cuando el presidente perpetró una profunda crisis de Gobierno de reinicio de su mandato, con la voluntad determinada de llevarlo hasta el final. Nadie sabía entonces que se iba a declarar una guerra ni tampoco que, cuando la pandemia entrase en fase de gripalización, la legislatura estaría infectada por Pegasus.

Pese a los ríos de tinta de entonces, hoy ya sabemos que Sánchez no se ganó vía indultos un cheque en blanco con el independentismo. ERC abrazó el diálogo con el Gobierno porque tenía que buscar una salida política al callejón de la declaración unilateral de independencia, pero ha dejado al Ejecutivo en la estacada cada vez que ha calculado algún tipo de rédito. Ocurrió con la convalidación de los últimos estados de alarma, con el decreto de los fondos europeos y, sobre todo, con la reforma laboral, rechazada por los republicanos catalanes a pesar de las bendiciones de sindicatos y patronal y de la ajustadísima ecuación para que saliera adelante. A ERC le venía bien desgastar a la vicepresidenta Yolanda Díaz y llevó hasta el final su tacticismo, por mucho que pusiera en riesgo un marco de relaciones laborales que objetivamente ha mejorado condiciones para los trabajadores y por mucho que dejase a los pies de los caballos al Gobierno.

Así que lo que nos queda por saber ahora es en qué está ERC. El espionaje a su líder sitúa a los republicanos en una complicada posición en Cataluña, donde se miden permanentemente con Junts. Pere Aragonés pide explicaciones, la desclasificación de los motivos por los que se pinchó su teléfono y responsabilidades políticas; pero está por ver si todo eso sería suficiente. La pregunta es: ¿Tiene algún incentivo ERC para recomponer el diálogo por el que apostó para diferenciarse de Puigdemont? ¿Romper con Sánchez le da alguna baza electoral?

En el Gobierno se aferran a que Aragonés sigue necesitando la mesa de diálogo para sostener su relato político en Cataluña, pero la cercanía de las elecciones municipales y la tentación de dar un golpe definitivo a Junts en los ayuntamientos pueden pesar para que muchos en ERC eleven a la máxima potencia el agravio por el espionaje al líder.

Nos equivocaríamos si precipitamos la conclusión de que Pegasus hace naufragar la legislatura, como se equivocaron quienes vaticinaron que los indultos la blindaban

Llegados a este punto, Pedro Sánchez tendrá que dar argumentos sólidos a Pere Aragonés para convencerle de que no lo sabía y el Consejo de Ministros podrá desclasificar documentos, pero ERC se decidirá o no por la distensión teniendo en cuenta otras variables. Y si se decanta por la tensión, Sánchez sufrirá y navegará en un mar de inestabilidad en el peor momento, ahora que echa tanto de menos a Pablo Casado y de más, a Pablo Iglesias. Siendo todo eso cierto, nos equivocaríamos si precipitamos la conclusión de que Pegasus hace naufragar la legislatura, como se equivocaron quienes vaticinaron que los indultos la blindaban.

En el último pleno del Congreso, ERC dio la espalda al Gobierno en la aprobación del plan de choque económico y el plan salió adelante con una alineación diferente de síes y abstenciones. Nada está escrito en esta legislatura hilvanada con sobresaltos y giros de guion. Ni siquiera Sánchez sabe cómo llegará a la última temporada.

La memoria es muy frágil, pero si ponemos la palabra "indultos" en los buscadores se pueden repasar las crónicas de hace ya casi un año, cuando muchos analistas escribían sobre la delicadísima decisión de Pedro Sánchez, el coste que tenía y la garantía de estabilidad que ese paso implicaba para la hoja de ruta de la coalición. También se las prometían algunos muy felices un par de semanas después, cuando el presidente perpetró una profunda crisis de Gobierno de reinicio de su mandato, con la voluntad determinada de llevarlo hasta el final. Nadie sabía entonces que se iba a declarar una guerra ni tampoco que, cuando la pandemia entrase en fase de gripalización, la legislatura estaría infectada por Pegasus.

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