Este segundo mandato que ya se inicia de Trump suena a pesadilla. A pocos días de reeditar su presidencia ya empiezan a sonar los tambores de guerra en su significado más literal. Así se siente desde Groenlandia a México pasando por Alemania, Canadá o Panamá. La evidente potencia estrictamente militar que ha supuesto Estados Unidos para el mundo ahora abre una nueva vía de ataque e intervención en los distintos países que le facilitan las tecnologías de la información y la comunicación y que permiten el control y la manipulación de las decisiones internas. Lo que significaron en el siglo pasado los golpes de Estado financiados, los bloqueos económicos o directamente las invasiones ahora lo hacen los algoritmos y los bulos replicados por nuestros hermanos, amigos y cuñados. Solo hay que apreciar cómo la mano derecha de Trump es el propietario de la red social más relevante del mundo y ya ha demostrado su falta de escrúpulos a la hora de utilizarla para fines políticos propios.
No hace falta irse muy lejos para apreciar la situación de la que hablo. En nuestro país en los últimos años estamos asistiendo a una manipulación informativa de la realidad para atacar al Gobierno de la nación, a los rivales políticos y a cualquiera que no se someta a la mentira sin rechistar. El modus operandi es sencillo, quizás demasiado. Basta con filtrar bulos que en ausencia de verificación se propagan como si fuera una bomba de racimo que estalla en la concepción de la realidad por parte de la ciudadanía y bloquean la posibilidad de un debate político mínimamente riguroso. Parecería que todas tenemos capacidad de juicio y contraste, pero es muy difícil resistirse a la lluvia fina de un algoritmo que repite machaconamente, que te alcanza y te influye para comprar, para pensar, para votar, hasta el punto de hacer real una disociación entre lo que le pasa a uno y lo que la “desinformación” dice que le pasa. De ahí que, según las encuestas reiteradas y diversas, la población en general aprueba las políticas sociales del Gobierno, especialmente en el ámbito laboral y en la gestión de las catástrofes, expresa su buena situación económica, pero luego afirma que a los demás les va mal. Es el juego de los espejos que distorsionan la realidad del otro y su propia posición en el mundo.
Ya no hay ocultación ni pudor para difundir una mentira. Trump y Musk, Ayuso y MAR, Milei y ¿su perro?; no se trata ni de lunáticos ni de personajes ridículos coyunturales y pasajeros, sino que representan un exponente claro de una posición ideológica que constituye el camino marcado por la internacional ultraderechista
Ya no hay ocultación ni pudor para difundir una mentira. Trump y Musk, Ayuso y MAR, Milei y ¿su perro?; no se trata ni de lunáticos ni de personajes ridículos (por más que algunos lo sean) coyunturales y pasajeros, sino que representan un exponente claro de una posición ideológica que constituye el camino marcado por la internacional ultraderechista, que narcisismo, prepotencia y muchos millones por delante aspira a limitar o suprimir los derechos sociales individuales y colectivos desde una concepción meramente utilitarista del ser humano, siempre a disposición del capital y el beneficio. El verdadero problema no es solamente que tengan los recursos económicos y el poder político para llevarlo a efecto, sino que además cuentan con las herramientas para controlar la información, el mensaje y por tanto la percepción social de la realidad.
Ellos han entendido antes y mejor que nadie las claves de la comunicación política en un tiempo en que el conflicto fundamental es el tecnológico, y frente a esta ola articulada, meditada, reflexionada y precisa, no se aprecia, o al menos yo no la encuentro una alternativa real que sea capaz de desmontar las verdaderas intenciones de los bulos del club de los CEOs y poner de manifiesto el riesgo colectivo que sufrimos, sino que además tenga capacidad para plantear un proyecto colectivo de futuro atractivo, que dé respuesta a los retos que tenemos por delante desde unas coordenadas de defensa de los derechos humanos, redistribución de la riqueza y bienestar social y medioambiental.
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María José Landaburu Carracedo es doctora en Derecho y experta en derecho laboral.
Este segundo mandato que ya se inicia de Trump suena a pesadilla. A pocos días de reeditar su presidencia ya empiezan a sonar los tambores de guerra en su significado más literal. Así se siente desde Groenlandia a México pasando por Alemania, Canadá o Panamá. La evidente potencia estrictamente militar que ha supuesto Estados Unidos para el mundo ahora abre una nueva vía de ataque e intervención en los distintos países que le facilitan las tecnologías de la información y la comunicación y que permiten el control y la manipulación de las decisiones internas. Lo que significaron en el siglo pasado los golpes de Estado financiados, los bloqueos económicos o directamente las invasiones ahora lo hacen los algoritmos y los bulos replicados por nuestros hermanos, amigos y cuñados. Solo hay que apreciar cómo la mano derecha de Trump es el propietario de la red social más relevante del mundo y ya ha demostrado su falta de escrúpulos a la hora de utilizarla para fines políticos propios.