“Olvidocracia”

El olvido también es un bulo cuando se elige para formar parte de una historia cargada de recuerdos amañados, ausencias selectivas y negaciones a la carta. 

El psiquiatra francés Henry Ey afirmaba que la memoria no es volver al pasado, sino traer el pasado al presente, por eso es tan importante, si fuera un juego que se disputara en un territorio distante como el del ayer no habría tanto interés ni preocupación por lo que nos pueda decir hoy.

La derecha y la memoria nunca se han llevado bien, de ahí su pacto con el olvido. Y es que ser conservador con la memoria de la mano es delicado, son demasiadas las evidencias que dicen que mucho de lo que quieren conservar es inaceptable. Lo de la tradición está bien, pero siempre y cuando se elija sobre qué conservarla, por eso tiene mucho de traidición, porque en su planteamiento siempre hay algo de traición al pasado vivido para hacerlo amable en el presente domesticado.

Quien teme a la memoria no tiene miedo a fantasmas, sino a la realidad, y la realidad no viene delimitada por fechas ni momentos porque es la propia vida cargada de sentido y significado.

Hace unas semanas, antes de que las elecciones catalanas ocuparan todo el espacio, hemos vuelto a ver la memoria de arcilla con la que los sectores conservadores modelan la actualidad, y cómo juegan con los síes y los noes para que la presencia del pasado en el presente no lo altere, sobre todo de cara al futuro

El PP dice que el franquismo fue una dictadura, pero inmediatamente lo une a que ETA fue una banda terrorista, que es lo mismo que dicen cuando manifiestan estar en contra de la violencia de género, y acto seguido afirman “y de todas las violencias”. Esa ampliación de la crítica no refleja un mayor rechazo, sino una forma de evitar centrar la mirada sobre el elemento planteado, sea la dictadura franquista o la violencia de género. Con todo ello demuestran que su rechazo no se basa en los elementos específicos de cada uno de los dos temas considerados (franquismo y violencia de género), y que los rechazan por formar parte de otro tipo de problemas generales, como puede ser la violencia política, sea esta desarrollada por una banda terrorista o por un régimen dictador, o la violencia interpersonal en cualquiera de sus expresiones, sin tener en cuenta las características particulares de cada una de ellas, lo cual siempre se traduce en una respuesta más deficitaria.

Los bulos son eso, parches ante un modelo resquebrajado e insostenible que se van sustituyendo de manera sucesiva porque el propio modelo está levantado sobre una mentira

La pregunta surge de inmediato: ¿por qué no se quiere una respuesta contundente y directa contra la dictadura franquista y la violencia de género?

Y la respuesta la encontramos al observar que no se trata solo de una falta de rechazo a los problemas planteados, sino que van más allá y se posicionan de forma clara cuando echan en cara al PSOE que ellos pueden decir que ETA era una banda terrorista, pero algunos de sus socios no lo dicen, sin pararse a pensar que su único socio, la ultraderecha de Vox, no reconoce ni el franquismo como una dictadura ni la violencia de género

La diferencia nada despreciable es que mientras que el PSOE no adopta iniciativa alguna ni legisla a favor de ETA, el PP con su socio Vox sí legislan en diferentes CC.AA. a favor de la negación de la dictadura franquista y de la violencia de género, y eso ya no son sólo palabras, sino que pasa a formar parte de la realidad, de ese sentido que adquiere la vida, para condicionar la respuesta ante los problemas y su necesidad de hacer coincidir la historia y la actualidad.

Jugar con el olvido para hacer de la historia interesada un lugar cómodo al que acudir para evitar los problemas, y hacer de todo ello la “tierra prometida del recuerdo”, solo será útil mientras dure la mentira. Y la mentira, como dice nuestro refranero “tiene las piernas muy cortas”, es cierto que una mentira en el día a día puede durar semanas y que una mentira histórica puede durar años, el marco de cada una de ellas es diferente, pero siempre terminan por caer y arrastrar en su desmoronamiento los planteamientos interesados que la hicieron pasar por verdad. Los bulos son eso, parches ante un modelo resquebrajado e insostenible que se van sustituyendo de manera sucesiva porque el propio modelo está levantado sobre una mentira.

Gobernar con el olvido como argumento es una “olvidocracia” que busca imponer una realidad interesada en contra del alma de la democracia y la pluralidad de la sociedad.

_______________________

Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue Delegado del Gobierno para la Violencia de Género.

Más sobre este tema
stats