Ataques en Magdeburgo: la cautela como arma Ruth Ferrero-Turrión
Pedro Sánchez y el machismo conservador
La reacción de los partidos, especialmente de la derecha y de la ultraderecha, ante la decisión tomada por Pedro Sánchez demuestra el machismo que hay en la política, porque es el machismo que hay en la sociedad. No se trata de realidades diferentes, sino tan solo de escenarios distintos de una misma realidad.
Un partido como el Partido Popular y un líder como Alberto Núñez Feijó, capaz de justificar la violencia de género por la que fue condenado el líder de Vox de Valencia como un “divorcio difícil”, llama “débil” a Pedro Sánchez e “infantil” por tomarse dos días laborables (jueves y viernes) y un fin de semana para meditar sobre una decisión tan seria y trascendente como es la dimisión de un Presidente del Gobierno por cualquier causa, más si se debe a los ataques sistemáticos de carácter personal que han sufrido él y su familia a diario. Recordemos que lo llaman “perro Sánchez”, que primero dicen que hay que “colgarlo por los pies” y luego lo cuelgan, apalean y queman simbólicamente en la figura de un muñeco con total impunidad, pues un juzgado de Madrid dijo que eso formaba parte de la libertad de expresión. Y ahora aumentan sus ataques contra su mujer por medio de denuncias en los juzgados para darle apariencia de credibilidad, debido a que todos los bulos que han creado sobre ella a lo largo de estos años no han tenido el impacto social que esperaban.
Para el PP un “hombre de verdad” y responsable es Mariano Rajoy, que sí se puede tomar el tiempo que considere, como cuando se pasó toda una tarde de censura parlamentaria sobre su gestión y persona en un restaurante haciendo lo que sólo él y los suyos saben.
Pero a todo ello se unen los independentistas de Junts con esa idea de “venir llorado” o los de Esquerra con el “y yo más”, o el PNV preocupado con la imagen que se está dando.
Todos reflejan esa idea de hombre que el machismo ha impuesto, y que se levanta sobre el sacrificio que deben hacer en lo personal y lo emocional ante el compromiso político, empresarial o social adquirido. Para ellos no hay compatibilidad entre sentimientos, afectos, emociones y masculinidad. Para ellos y su machismo “lo personal no es político”, y todo lo que suponga aproximar esos dos planos hace dudar de su capacidad como hombre a la hora de asumir las responsabilidades que su posición o cargo exigen.
Para ellos y su machismo “lo personal no es político”, y todo lo que suponga aproximar esos dos planos hace dudar de su capacidad como hombre
La “prueba del 9” de su proceder machista está en la reacción que han tenido ante la decisión del Presidente, más allá de la crítica mostrada en sus palabras. La manera de responder es propia de un modelo androcéntrico que usa la violencia como parte de su estrategia de poder levantada sobre la normalidad social y cultural, para luego hacer responsable a la víctima, en este caso Pedro Sánchez, de la situación creada. La dinámica es sencilla, primero se ataca a la víctima y luego se la cuestiona bajo dos grandes argumentos:
- Por un lado se dice que algo habrá hecho o algo esconde cuando se ha creado esa situación. Es la clásica idea de que si tú no sabes por qué las cosas son así, la víctima lo sabrá. Lo que está claro es que las cosas tienen que ser de ese modo y con esa violencia sobre ella, porque quien la ejerce está legitimado para hacerlo cuando entienda que hay razones.
- Por otra parte, se hace creer que no es verdad que se esté ante una situación grave ni violenta, porque si lo fuera ya habría dimitido, denunciado o actuando antes. Que es lo que les dicen a las mujeres maltratadas cuando denuncian o se separan, no les preguntan por la fortaleza o determinación que han tenido para resistir y hacerlo, sino que cuestionan la realidad de la violencia por no haberlo hecho antes, y luego las critican por denunciar en ese momento. Con Pedro Sánchez estamos viendo algo parecido, desde esas posiciones conservadoras no se paran en la violencia ejercida sobre él y su mujer, sino que la cuestionan por no haber actuado antes, y ahora que ha actuado lo critican también por hacerlo.
Vivimos una refundación del machismo que necesita de esta violencia para apartar a las personas y proyectos que conlleven un cambio cultural. No es casualidad que desde esas posiciones hablen de “guerra cultural”, porque la esencia de lo que se trata de proteger no está en el programa político de un determinado partido o siglas, aquí no se busca darle prioridad a lo que dicen el PP, Vox u otros partidos, aquí lo que se hace es defender el modelo androcéntrico sobre el que se sustenta el sistema, por eso las críticas al Presidente del Gobierno vienen de partidos diferentes.
Y este último paso con la denuncia a Begoña Gómez por ser la mujer de Pedro Sánchez es la consecuencia del éxito de todas las fases previas, en la que los bulos más increíbles y los ataques más explícitos han sido integrados como parte del juego político y mediático, como si fueran tácticas a disposición de cualquiera, cuando en realidad sólo son instrumentos en manos de las posiciones conservadoras, que son las únicas que pueden jugar con las referencias de la normalidad para crear mentiras necesarias compatibles con el orden existente.
Ante estas circunstancias, y entendiendo todas las cuestiones personales que afectan al Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez no debe dimitir. Y no debe hacerlo al margen de la crisis institucional, política, económica y social que se producirá, ese no es el problema, saldremos de ella antes o después. No debe dimitir porque hacerlo significa validar la estrategia violenta que utiliza el sector conservador de la política y la sociedad. Una estrategia que usa en el escenario institucional, pero que también se aplica en el contexto social al mandar un mensaje a los jóvenes para que sean “hombres de verdad”, y no se dejen engañar por todos los mensajes de quienes proponen una forma diferente de ser hombre.
Si Pedro Sánchez dimite habrán ganado una de las batallas más importantes de su “guerra cultural”. Mucho ánimo, Presidente, y todo mi apoyo y solidaridad para continuar. Sé que es terrible, pero si no estuviéramos tan cerca de lograrlo no responderían de este modo.
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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue delegado del Gobierno para la Violencia de Género.
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