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El pensamiento vivo de Ignacio Ellacuría

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La madrugada del 16 de noviembre de 1989 fue asesinado en San Salvador el rector de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) Ignacio Ellacuría, junto con sus compañeros jesuitas Juan Manuel Moreno, Segundo Montes, Ignacio Martín Baró, Amando López, Joaquín López y López, la trabajadora doméstica Julia Elba Ramos y su hija Celina, de 16 años. Tamaño asesinato óctuple, que conmocionó al mundo, fue llevado a cabo por el sanguinario Batallón Atlacatl del Ejército salvadoreño con el conocimiento ¿y la aprobación? del presidente de El Salvador, Alfredo Cristiani.     

Ignacio Ellacuría fue filósofo, teólogo de la liberación y politólogo nacido en Portugalete (Bilbao), nacionalizado salvadoreño, que ejerció una gran influencia política, cultural y religiosa no solo en El Salvador sino en toda América Latina. Es, sin duda, uno de los más brillantes pensadores de nuestro tiempo que, treinta y tres años después de su asesinato, sigue iluminando la oscuridad del presente con sus obras y sus propuestas revolucionarias como estas: “revertir la historia, subvertirla y lanzarla en otra dirección”, “sanar la civilización enferma”, “superar la civilización del capital”, “evitar un desenlace fatídico y fatal”. 

Sin embargo, y por contradictorio que parezca, en España, donde nació y ejerció una importante influencia en el terreno religioso, es hoy poco conocido y menos reconocido en el ámbito intelectual, filosófico, teológico y académico. A las personas que nos hemos dedicado a su estudio y al análisis de la significación de su pensamiento nos resulta difícil entender a qué puede deberse tamaño olvido. Precisamente para reparar dicha amnesia y hacerle justicia acabamos de celebrar un Simposio Internacional sobre El pensamiento vivo de Ignacio Ellacuría en la librería Metalibrería de Madrid y en la Universidad de Alcalá los días 19 al 21 de octubre. 

En Metalibrería presentamos tres libros recientes en torno a la relevancia de su figura y a la actualidad de su filosofía, teología y teoría y práctica políticas. Marcela Brito de Butter, catedrática de filosofía de la UCA, de San Salvador, ha publicado la monografía Ignacio Ellacuría. Fraternidad solidaria (Herder, 2022), en la que da a conocer su figura fascinante tanto en su vida como en su muerte martirial y analiza su filosofía de la realidad histórica y su compromiso radical con las mayorías populares empobrecidas. Fue la propia autora quien lo presentó.

Javier López de Goicoechea Zabala, profesor de la Facultad de Derecho y del Instituto de Ciencias de las Religiones de la Universidad Complutense, presentó su libro Hacerse cargo de la realidad. Sobre la teología-política de Ignacio Ellacuría (Comares, 2021), donde elabora un lúcido perfil intelectual de Ellacuría a través de un amplio y riguroso recorrido por los años de su formación y madurez y ofrece una sólida reconstrucción de la filosofía, teología y teoría política de Ellacuría en su carácter unitario y orientación emancipatoria.

Yo hice la presentación de la obra colectiva Ignacio Ellacuría. 30 años después (Tirant, 2021), editada por Héctor Samour –fallecido en febrero de 2022–, uno de los más importantes especialistas mundiales en Ellacuría, y por mí. La obra recoge las 40 conferencias pronunciadas por especialistas ellacurianos de Centroamérica, México, Colombia y España en el Coloquio Internacional sobre Ignacio Ellacuría celebrado en San Salvador en noviembre de 2019 con motivo del 30 aniversario de su asesinato

Las reflexiones giran en torno a sus aportaciones en los campos filosófico, teológico, político, en los derechos humanos, en las ciencias sociales y en el análisis del “mal común” y del bien común como respuesta. Dichas aportaciones son reconocidas por intelectuales y personalidades académicas mundiales de prestigio de las últimas décadas. Estamos, creo, ante una de las obras más completas sobre el pensamiento del rector mártir de la UCA.   

Hasta el presente no se ha cumplido el condicional de Ellacuría ni el deber ser: ni la revolución ha pasado por la universidad, ni la universidad ha pasado por la revolución, ni tampoco se ha producido la complicidad entre razón y revolución

En la Facultad de Filosofía de la Universidad de Alcalá de Henares celebramos la segunda parte del Simposio Internacional centrada en El pensamiento vivo de Ignacio Ellacuría. Participamos personas estudiosas de Ellacuría en diferentes campos. Diego Gracia, presidente de la Fundación Zubiri, habló del realismo de Zubiri y Ellacuría frente al idealismo y el materialismo. Marcela Brito, catedrática de Filosofía de la UCA, centró su reflexión en la radicalidad del bien en el pensamiento de Ellacuría. 

Javier López de Goicoechea Zabala, profesor de Derecho en la Universidad complutense de Madrid, analizó la aportación de Ellacuría al pensamiento político contemporáneo. Juan Antonio de Nicolás, catedrático de Filosofía de la Universidad de Granada, se refirió a la impresión asimétrica de la realidad en Zubiri y Ellacuría. Yo centré la atención en la contribución ellacuriana al pensamiento decolonial. Antonio González, director académico de la Fundación Zubiri, habló de Ellacuría y la dialéctica. Fernando Monedero, doctorando de la Universidad Complutense de Madrid, centró su reflexión en la idea de estructura en la obra de Ellacuría, tema sobre el que está trabajando en su tesis doctoral. José Manuel Romero, profesor de Filosofía en la Universidad de Alcalá, analizó la actualidad de la filosofía de la realidad histórica y de la praxis en Ellacuría. 

Juan Antonio Nicolás informó sobre la situación en que se encuentra la edición de la obra completa de Ellacuría, programada en 25 volúmenes de quinientas páginas cada volumen. Es, sin duda, el proyecto más ambicioso que hará justicia a uno de los pensadores más promitentes del siglo XX

Los numerosos estudios sobre Ellacuría tras su asesinato, el Simposio que acabamos de celebrar y la próxima publicación de su obra completa son la prueba más fehaciente de su vigencia y actualidad, en otras palabras, de que estamos ante su “pensamiento vivo” capaz de dialogar con las corrientes contemporáneas filosóficoas teológicas, políticas y sociales. 

En el artículo Mi caminar con Ignacio Ellacuría, con el que se cierra el libro Ignacio Ellacuría. 30 años después, su compañero, amigo y colega el teólogo Jon Sobrino lo define como “antorcha” por su clarividencia, lucidez y precisión y por su capacidad para iluminar y arder, así como para “para mover el corazón y eliminar lo que impide ver”. Ellacuría, sigue diciendo, “desentrampó la verdad entrampada por múltiples intereses dispuestos a que la verdad no salga a la luz”

Termino con un texto del propio Ellacuría especialmente luminoso en torno al necesario carácter revolucionario de la universidad y a la compatibilidad entre razón y revolución: “Si la revolución no pasa por la universidad, en el sentido de que no es ella su motor principal, la universidad debe pasar por la revolución, porque revolución y razón no tienen por qué estar en contradicción; más bien, en las cuestiones históricas se reclaman y se exigen mutuamente”. 

Hasta el presente no se ha cumplido el condicional de Ellacuría ni el deber ser: ni la revolución ha pasado por la universidad, ni la universidad ha pasado por la revolución, ni tampoco se ha producido la complicidad entre razón y revolución. Todo lo contrario, cada vez han ido alejándose más universidad, razón y revolución. Pero estamos a tiempo de revertir el proceso hasta llegar a la triple alianza. De nosotros depende.

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Juan José Tamayo es emérito honorífico de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones. Su último libro es 'La compasión en un mundo injusto' (Fragmenta Editorial, 2021).

La madrugada del 16 de noviembre de 1989 fue asesinado en San Salvador el rector de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) Ignacio Ellacuría, junto con sus compañeros jesuitas Juan Manuel Moreno, Segundo Montes, Ignacio Martín Baró, Amando López, Joaquín López y López, la trabajadora doméstica Julia Elba Ramos y su hija Celina, de 16 años. Tamaño asesinato óctuple, que conmocionó al mundo, fue llevado a cabo por el sanguinario Batallón Atlacatl del Ejército salvadoreño con el conocimiento ¿y la aprobación? del presidente de El Salvador, Alfredo Cristiani.     

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