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La presidencia que llegó 20 años tarde

La retirada de Joe Biden de la campaña electoral pone fin a un escarnio público que nadie merece. Desde que el 27 de junio se abriera la veda tras un debate doloroso de ver, el mundo ha escudriñado hasta el último parpadeo del presidente de Estados Unidos para blandir lo evidente: que no está en condiciones de aspirar a gobernar cuatro años más. Una agonía innecesaria y un final que no le hace justicia al medio siglo de servicio público de Joseph Robinette Biden Jr.

El Partido Demócrata y la prensa que le han forzado con luz y taquígrafos a dar este paso excepcional a 107 días de las elecciones han pecado de omisión durante más de un año. Este espectáculo humillante se podría haber evitado. La edad de Biden ya se cuestionaba cuando se presentó a las elecciones de 2020 y él mismo calmaba esas aguas anunciándose como un presidente “de transición”, “un puente” hacia la siguiente generación de líderes. Se sobreentendía que iba a gobernar sólo cuatro años, aunque no lo prometió explícitamente. Pero a los demócratas les fue mejor de lo esperado en las elecciones de medio mandato y su sucesora natural, Kamala Harris, no despegó como era esperable. Biden se vio capaz de volver a ganar a Donald Trump al mismo tiempo que no vio a nadie que claramente pudiera hacerlo.

Joe Biden escribió por primera vez que quería ser presidente cuando estaba en la escuela. Firmar la carta con la que el 21 de julio de 2024 renuncia a un segundo mandato ha sido seguramente una de las decisiones más duras de su existencia. Senador con la edad mínima, 30 años, Biden ha acarreado su sueño presidencial a través de medio siglo de ingratitudes de Washington y sacudidas brutales de la vida. Antes de que tomara posesión de su escaño, su mujer y su hija murieron en un accidente de tráfico. Con 45 años sufrió dos aneurismas cerebrales graves. En 2015, cuando sopesaba presentarse a las primarias tras ser vicepresidente de Barack Obama, su hijo Beau falleció por un tumor cerebral.

El Partido Demócrata y la prensa progresista actuaron tarde. Biden ha tomado tarde, y contra su voluntad, esta decisión. Pero a estas alturas era la única salida digna

Con este historial de resistencia a la adversidad, parece comprensible que, ya por fin en el ansiado Despacho Oval, y con la perspectiva aterradora de un segundo mandato de Trump, Biden se haya aferrado a lo imposible hasta que le han cortado el camino. El principal competidor de Biden ha sido su edad y contra eso nadie puede. El pánico del poder demócrata y de la prensa progresista de Estados Unidos no responde sólo a la debacle del debate del 27 de junio, sino a la constatación de que ya nada iba a ir mejor a partir de entonces. Todavía quedan seis meses de Biden en la Casa Blanca y el nuevo mantra de la campaña republicana no es baladí: si no está en condiciones de ser candidato, ¿cómo va a estar en condiciones de ser presidente?

Joe Biden todavía no ha dado argumentos para su renuncia, sólo ha dicho que su deseo era presentarse a la reelección pero que cree que esto es lo mejor para su partido y para el país (lo escribió así, en ese orden). Hablará a la nación esta semana para explicar con más detalle su decisión. Deberá medir al milímetro las alusiones a su estado de salud para no alimentar la campaña republicana, ahora centrada en pedir su dimisión. El Partido Demócrata y la prensa progresista actuaron tarde. Biden ha tomado tarde, y contra su voluntad, esta decisión. Pero a estas alturas era la única salida digna para un hombre decente al que la presidencia le llegó 20 años tarde.

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