Ataques en Magdeburgo: la cautela como arma Ruth Ferrero-Turrión
El vector fascista en la conspiración contra la república (18/20): ¡Duce, Duce!: te necesitamos, óyenos
(Aviso a los amables lectores: esta entrega es inusitadamente larga. He renunciado, dada su importancia, a desdoblarla)
Los últimos pasos de la conspiración militar, que ya llevaba tres o cuatro años de gestación, han solido reconstruirse sobre una base documental limitada. En primer lugar, las instrucciones reservadas de Mola; en segundo lugar, las aportaciones extraídas de las hojas de servicio (con frecuencia adaptadas) de militares significados; finalmente, con las pequeñas aportaciones de los documentos conservados por la familia del teniente general Sanjurjo y dados a conocer por el profesor Del Rey Reguillo, a quien hago constar aquí mi agradecimiento. La trama civil incluso tiene muchas más carencias, aunque sí abundan memorias convenientemente aderezadas, en uno u otro sentido. Otras fuentes primarias de época son mucho más escasas en cantidad y calidad, salvo por algunos documentos carlistas u otros conservados en la Universidad de Navarra. Al alcance, todo hay que decir, de cualesquiera camelistas y basureros de la Historia.
Los más utilizados son los primeros. A ellos se refiere, de pasada, la hoy por hoy última supuestamente “historia total” de la guerra civil (Calvo González-Regueral, pp. 32) dejando caer, como quien no quiere la cosa, que Mola no consideró “seriamente la posibilidad de recabar ayudas extranjeras, al menos a gran escala y sin perjuicio de algunos contactos con la Italia fascista”. Obsérvese el quiero y no puedo implícito y también la adscripción de autoría. Mola, naturalmente, no puede defenderse. Sus superfamosas instrucciones son una parte, pero no necesariamente la más importante, que alumbra el pasado histórico.
Ante todo, porque no equivalen a la totalidad de sus papeles sino solamente a las copias de las que conservó el comandante Emiliano Fernández Cordón, ayudante del general, y que entregó después de la guerra, junto con otros documentos, al SHM. Tampoco fueron completas (han aparecido dos o tres más). El resto de los papeles de Mola, quien pretendía escribir una “historia del Alzamiento”, se ha volatilizado. Hay dos tesis en presencia: la primera, debida al novelista Miguel Sánchez-Ostiz, que afirma los destruyó un colaborador civil de Mola y enlace con Sanjurjo, el director del Diario de Navarra y diputado en Cortes Raimundo García García (a) “Garcilaso”; la segunda, con origen diverso, pero al que apunta B. Félix Maiz, otro ayudante de Mola, que indicó que a poco de conocerse en Pamplona el accidente mortal del general a principios de junio de 1937 “alguien” sustrajo el diario de guerra que guardaba como oro en paño en el despacho. Una ampliación apunta asimismo a que en un momento indeterminado un pelotón de militares de confianza enviado desde el Cuartel General se hizo cargo de la documentación. Su destino es, no sorprenderá, desconocido hasta el momento.
Sobre los papeles de Sanjurjo se dispone del testimonio de su ayudante, el posterior general Emilio Esteban Infantes: antes de partir en el avión de Ansaldo para Burgos quemó una gran cantidad de documentos operativos. Sin duda, se llevó muchos otros en el viaje que tan mal empezó al despegar de la Boca do Inferno. Quedaron calcinados junto con su portador. Otro de los conspiradores monárquicos, el jurídico-militar Eugenio Vegas Latapié, señaló la posibilidad que ello explicara el sobrepeso de la maleta. Galarza y los conspiradores del Ministerio de la Guerra es difícil que no destruyeran lo que guardaban. Si los más importantes se llevaron a las embajadas donde se refugió el resto hasta ahora no han aparecido.
Todo esto explica que autores como Francisco Alía Miranda o Roberto Muñoz Bolaños tengan opiniones diferentes acerca de la dinámica de la conspiración militar. Incluso hay alguno, como el profesor Alejandro Nieto, que dota de una visión preternatural a la primera de las instrucciones de Mola sobre la no identificación del previsto golpe con una significación política determinada. No es el primero sino el último de una ilustre lista. Afirmar que el golpe no iba a hacerse para restaurar la Monarquía es tan elemental para conjuntar fuerzas que sorprende que todavía haya autores que sientan la necesidad de subrayarlo. Quizá piensen que Mola iba a decir que era preciso lanzarse a una guerra.
Sobre la trama civil, la información es muchísimo menor. Los recuerdos de los Luca de Tena tienen lagunas y distorsiones evidentes, aparte de que no dicen ni pio sobre la conexión italiana; de Bolín no cabe fiarse un pelo: fue uno de los embusteros más consistentes de esta lamentable historia; nadie sabe tampoco adónde hayan ido a parar los papeles de Juan de la Cierva; lo que de él afirma Maiz hay que tomarlo con muchísima prudencia. Lo mismo ocurre con los de Quiñones de León, el exembajador siempre pegado a Alfonso XIII, cuya documentación sobre la conspiración nadie ha encontrado. Los papeles claves podrían haber sido los de Calvo Sotelo, pero tampoco se sabe si alguno se ha conservado. Su ilustre hagiógrafo ha evitado cuidadosamente la cuestión en un voluminoso estudio y en las supuestas Obras Completas del inmortal tribuno.
¿Qué queda, pues? Los papeles del archivo de Sainz Rodríguez y sus memorias (que hay que leer con lupa); los muy importantes del archivo del conde de los Andes en Pamplona y la hoja –probablemente retocada– de servicios de Juan Antonio Ansaldo. En conjunto arrojan luz, aunque insuficiente, sobre la trama civil y su conexión con la Italia fascista. Su examen pormenorizado lo inició servidor, destacando la temprana obsesión de los monárquicos por recibir aviones italianos. A ellos hay que añadir, como elemento de contrastación, la documentación italiana y francesa. En ambos casos, y en el republicano, de carácter diplomático y policial. Tampoco sé si realmente todo se ha desclasificado. Mussolini queda en lo que se conoce como un auténtico gánster internacional y tal vez “alguien” haya querido proteger su nefasta figura. Incluso hoy algunos lo reivindican, en Italia y en España.
Lo significativo es que en la primavera de 1936 Sainz Rodríguez intensificó sus contactos personales con Carpi (de quien tampoco parece haber quedado ningún papel fuera de los archivos romanos); uno y otro se vieron en repetidas ocasiones, generalmente en la Ciudad Eterna; cruzaron cartas y telegramas de texto inocuo; en una ocasión el diputado de Renovación Española apuntó algo que ya se observó en la época: en el Frente Popular la unidad era más aparente que real. La misma valoración la hizo en una carta a Sanjurjo el teniente coronel de Infantería Fidel de la Cuerda Fernández. Discrepó de las tesis y recomendaciones de Mola. No era un don nadie. Había sido ayudante personal del dictador Primo de Rivera, pero Sanjurjo no le hizo caso.
La pieza más importante la divulgó en España Ismael Saz. Se trata de una carta escrita a Mussolini por Goicoechea en nombre propio, de Calvo Sotelo y de en la posterioridad elevado a la categoría de “santón” del régimen franquista José Antonio Primo de Ribera. Data del 14 de junio de 1936, dos días antes de que Gil Robles (ya metido de lleno en la conspiración) y Calvo Sotelo se enzarzaran en su segundo, y también famoso, duelo en las Cortes y a ver quién exageraba más sobre la anarquía que supuestamente reinaba en España.
En esta sesión, tan conocida, Calvo se autoproclamó fascista y negó, con toda su cara dura (que era algo así como de titanio), que existiera agitación en el Ejército. Reproduzco sus palabras, tomadas del Diario de Sesiones: “Cuando se habla por ahí del peligro de militares monarquizantes, yo sonrío un poco porque no creo (…) que exista actualmente en el Ejército español, cualesquiera que sean las ideas políticas individuales, que la Constitución respeta, un solo militar dispuesto a sublevarse en favor de la Monarquía y en contra de la República. Si lo hubiera sería un loco, lo digo con toda claridad, aunque considero que también sería loco el militar que al frente de su destino no estuviera dispuesto a sublevarse en favor de España y no en contra de la anarquía, si esta se produjera” (pp. 1385s, en https://app.congreso.es/est_sesiones/) Sin comentarios. Barriendo para casa.
Afirmar que el golpe no iba a hacerse para restaurar la Monarquía es tan elemental para conjuntar fuerzas que sorprende que todavía haya autores que sientan la necesidad de subrayarlo
Compárense las anteriores expresiones con lo que, dos días antes, había co-firmado, junto con José Antonio Primo de Rivera, en la carta de Goicoechea a Mussolini. Se trata de un documento en el que cabe constatar la permanencia y profundización de las ideas que el exministro de la dictadura primorriverista ya había elevado de cara a la audiencia con el Duce en octubre del año anterior.
La carta es muy conocida, pero es más que probable que los amables lectores de esta serie no la tengan a mano. Por ello creo que merece su reproducción íntegra. Ruego me disculpen si ahora abuso de su paciencia. Al fin y al cabo, en el más super-reciente libro sobre la malvada República del profesor Nieto se elude cuidadosamente (las negritas son mías):
1. Verdadera trascendencia política del triunfo del Frente Popular
La última derrota electoral de enorme trascendencia política porque ha entregado los resortes del Poder a la Revolución no tiene el mismo volumen desde el punto de vista social. La distribución geográfica de los distritos y la prima enorme de la Ley Electoral conceden en la representación a la más significante mayoría numérica de votos ha sido causa de que con una cantidad equivalente de votos el Frente Popular haya obtenido más diputados que los partidos del Frente Nacional. Son pues dos mitades equivalentes del Cuerpo Electoral las que luchan en la vida política, su nota diferencial consiste en que el Frente Popular no cuenta apenas con simpatizantes en la masa neutra del país y su fuerza radica en sus propios afiliados; en cambio los partidos nacionales tienen hoy día, merced al fracaso del Gobierno, a la inmensa mayoría del cuerpo social (quince millones de españoles) que no están emplazados dentro del cuerpo electoral. El triunfo del Frente Popular significa el fracaso definitivo de la política populista del Sr. Gil Robles y de la táctica adhesionista y legalista. Así lo manifiesta a cada momento y ostensiblemente la repulsa de la opinión pública.
Estando pues los resortes legales en manos de la Revolución y siendo de vital necesidad para el país el salir de esta situación anárquica no queda más camino que el del golpe de fuerza o la insurrección violenta.
II. Elementos de la reacción nacional
Son muchos los sectores sociales en los que predomina el sentido nacional sobre el sentido conservador. Ellos han reaccionado violentamente según las posibilidades de cada localidad y la situación real de España es la de una guerra civil inorgánica y esporádica presidida por un gobierno cuyos últimos restos de energía se emplean en facilitar la obra de la revolución debilitando los organismos defensivos del Estado y persiguiendo a las mismas clases sociales que la Revolución pretende destruir. No obstante lo adverso de estas circunstancias y por haberse llegado al punto extremo de la curva anárquica dentro aun del Estado burgués, la reacción social se inicia claramente permitiendo la esperanza de que si son activamente encauzados y dirigidos los factores vivos y capaces de acción, puede lograrse rápidamente un primer acto contrarrevolucionario eficaz y profundo.
El ambiente de violencia y la necesidad ineludible de organizarla ha hecho nacer en el seno de los partidos nacionales pequeños grupos de acción directa que por atentados personales, asaltos a edificios, etc. etc. han actuado contra la revolución Muchos de estos grupos se denominan fascistas y es notorio un gran aumento en las inscripciones de los jóvenes en las organizaciones de Falange Española. El presente escrito está hecho previo acuerdo y autorización con los jefes de Falange Española y los partidos nacionales del Frente Nacional.
Todos estos esfuerzos no logran, por ahora, en España la movilización de grandes masas civiles de choque por carecerse del material humano y del factor social que en otros países europeos significan las agrupaciones de excombatientes. Ha de ser, pues, en España, el Ejército quien, lo mismo que en el siglo pasado de sus pronunciamientos, realice este movimiento de recuperación nacional por la violencia a la que le impulsa de un modo exasperado toda la sociedad española situada en contra o al margen del Frente Popular.
Existe una vasta organización de carácter patriótico y nacionalista en el Ejército que ha sido formada, orientada políticamente en sentido antidemocrático y costeada por nosotros durante este último año. Para la realización urgente de un golpe de Estado con las máximas garantías de éxito necesitaríamos una rápida ayuda de un millón de pesetas, como mínimo, que vendría a completar el gran esfuerzo económico que en estos últimos meses y en medio de las más diversas circunstancias han realizado los elementos patrióticos de España. Con esta cantidad, empleada en la forma que a continuación se indica, lograríamos nuestro fin último de apoderarnos del Poder con garantía de permanencia.
III. Posibilidades de un golpe de estado
Las circunstancias políticas en que se desenvuelve el Frente Popular son las más propicias para un ataque de esta índole. La unidad del Frente Popular es más nominal que efectiva. Sus masas no acatan el programa de Dictadura Comunista pues en el fondo de ellas existe, en España, un sentimiento anárquico que tiene profundas raíces históricas y raciales caracterizando acusadamente la mentalidad y el programa político de cincuenta por ciento de las masas proletarias organizadas. Tales son las características de la CNT (Confederación Nacional del Trabajo)
La organización militar existente dentro del Ejército es la encargada de realizar el Golpe de Estado de acuerdo con los elementos civiles, elevándose a la Presidencia del Estado al General Sanjurjo.
El espíritu del Ejército es entusiasta y abnegado y en toda la joven oficialidad de Coronel para abajo imperando este espíritu casi unánime en las organizaciones de provincias en las que el gobierno ha relegado a cuantos elementos no le merecían confianza absoluta. Este espíritu entusiasta se acentúa hasta adquirir caracteres agresivos y de franca rebeldía que ha sido preciso entender y encauzar, en todas las guarniciones del Norte (Valladolid, Burgos, Logroño, Zaragoza, Barcelona, Pamplona, Vitoria, San Sebastián, Santander, Asturias y Galicia); la misma tónica se observa en las guarniciones de la zona africana de Marruecos. En contraste con todo esto existen sectores dentro del Ejército en los que predomina un sentido burocrático y rutinario sin carácter para empresas arriesgadas ni en ataque ni en defensa del régimen actual. Tal ocurre en bastantes altos mandos que la República ha respetado o ha ofrecido a jefes desprovistos de espíritu nacional y patriótico. La guarnición de Madrid ha merecido especial cuidado del Gobierno desde este punto de vista acumulando en ella elementos de este tipo. El movimiento militar podría ya haber triunfado con la simple utilización de los elementos favorables que hemos reseñado. Pero se ha acordado realizar una última tentativa sobre la guarnición de Madrid con objeto de que se sume al movimiento desde su iniciación, pues hasta ahora únicamente se había conseguido la seguridad de una inhibición por parte de la guarnición de Madrid comprometiéndose a desobedecer las posibles órdenes del Gobierno.
Existen jefes en nuestro Ejército dispuestos a cumplir con su deber dentro de la normalidad reglamentaria, arriesgando decididamente su vida como lo han probado en las guerras de Marruecos; pero en cambio carecen de decisión, de doctrina y de espíritu para salirse de la legalidad, jugándose la posición económica y social de su familia. A estos se ha dirigido una captación especial de tipo financiero garantizándoles el riesgo económico que pueden correr los suyos. No se mueven por dinero, pero no actúan si no ven abierta su retirada económica.
Esto quizá resulte incomprensible en países en los que actualmente la abnegación patriótica alcanza caracteres de absoluto sacrificio. Pero así es y es necesario en cada momento y en cada pueblo conocer fríamente los caracteres de la realidad.
Esta ayuda última que se solicita es precisamente para concretarla, en el último período de la conspiración militar, sobre esos elementos indecisos y especialmente sobre la guarnición de Madrid.
Es de notoria importancia la seguridad de apoderarse de la Capital de la Nación desde el primer momento pues, si así no se lograse, cualquier conato de resistencia del Gobierno daría la sensación internacional de la existencia de dos Gobiernos en España: el del Norte y el de la Capital
IV. Apoyo internacional
El apremio de las circunstancias y cuanto va expuesto en este escrito nos mueven de nuevo a preocuparnos del apoyo internacional que necesita el movimiento que se plantea. Aun cuando contamos con la favorable acogida que obtuvieron gestiones anteriores realizadas en este sentido, creemos conveniente reiterar en estos momentos la petición de apoyo moral que juzgamos imprescindible manifestado por un reconocimiento rápido del nuevo estado de cosas que se lograse en España.
Madrid, 14 de junio 1936. A. Goicoechea
¿No se quedan ojipláticos los lectores ante tal informe? Repleto de puro patriotismo (de salteadores de caminos). ¿Lo han visto los amables lectores, quizá, en alguna de las obras recientes de admirables historiadores que ponen a caldo al Frente Popular y sus supuestas concomitancias con Moscú? ¿Alguno ha establecido un paralelismo entre esta llamada a la intervención fascista y el segundo discurso ante las Cortes de los Sres. Calvo Sotelo y Gil Robles?
(Continuará. Ver aquí capítulo anterior).
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Ángel Viñas es economista e historiador especializado en la Guerra Civil y el franquismo. Su última obra publicada es 'Oro, guerra, diplomacia. La República española en los tiempos de Stalin', Crítica, Barcelona, 2023.
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