El proceso electoral que se acaba de celebrar en Argentina tenía especial trascendencia. En juego estaba la revalidación simbólica del gobierno de Macri y el retorno a la arena política de Cristina Fernández de Kirchner.
Se trató de unas elecciones primarias en todos los partidos (allí son obligatorias), para elegir a los candidatos que competirán en las parlamentarias de octubre. Dado que cada ciudadano vota solo a una lista, de facto actúan como un sondeo, anticipando los cambios de tendencia. Especialmente en la provincia de Buenos Aires, por tres motivos: primero, porque las capitales tienden a funcionar como sismógrafo que detecta los temblores políticos antes de que se propaguen al resto del país (tómense por ejemplo las elecciones municipales del año 31, 79 ó 95 en España); segundo, porque era en Buenos Aires donde se enfrentaban la expresidenta Cristina y el principal candidato macrista, Esteban Bullrich; tercero, porque esta provincia concentra más de un tercio del padrón.
En conclusión, se vivieron como una primera vuelta: la mejor campaña para octubre era una victoria en estas primarias. Según el conocido efecto gregario que los politólogos llaman bandwagon, en determinados contextos, la imagen de una sonriente victoria produce un efecto de arrastre entre los votantes dubitativos y los de partidos minoritarios. Diversos modelos explican esa tendencia al voto útil, a apostar por caballo ganador, es un clásico de la sondeocracia.
Hago esta introducción para explicar el milagro ocurrido el domingo de las elecciones: ambos líderes celebraron su victoria. Macri fue primero en descorchar el champán, poco antes del cierre de los periódicos. Más tarde, ya de madrugada, Cristina pronunció las palabras: “hemos ganado”. ¿Cómo es posible?
Los españoles que ojearan la prensa en el desayuno, encontrarían lo siguiente. El Mundo: “Argentina sigue confiando en Macri. Cristina queda por debajo de las expectativas en su regreso”. ABC ratifica: “Victoria nacional del macrismo. Cristina sufre una derrota difícil de digerir”. Ah, vale, pues está claro: Macri gana y pierde Cristina. Un momento. El País titula de otra manera: “Macri domina pero Kirchner empata en Buenos Aires”. ¿Empata? ¿Se puede empatar en unas elecciones?
Lo cierto (les ahorraré la indagación) es que Argentina asistió a una sorprendente coordinación del escrutinio diseñada para lograr esa foto de sonrisa victoriosa, aunque no fuera real. Una jugada magistral que marcará todo un hito en la historia de la comunicación política. Veamos cómo.
Se llegó a escrutar el 95% de los votos. Los resultados provisionales se fueron actualizando hasta las seis de la mañana. Pero su evolución en Buenos Aires, el dato clave de la jornada, no siguió el típico movimiento cuasi-lineal, ni la habitual gráfica en forma de sierra, sin grandes novedades a partir de la mitad del recuento. Siguió una progresión insólita: la ventaja de Bullrich sobre Cristina comenzó en un máximo de seis puntos y durante toda la noche sólo fue disminuyendo, hasta llegar a la madrugada con una ventaja de sólo 0,08%. Como si hubieran empezado a contar las circunscripciones macristas y dejado para el final las kirchneristas, en pocas palabras.
Esa pequeña ventaja permitió a Bullrich proyectar su victoriosa sonrisa en los informativos nocturnos y en las portadas del día siguiente. Aunque, como hemos sabido después, tal victoria no existió. Cuando Cristina salió a denunciar la manipulación y asegurar que no había perdido, a las tres de la mañana, los argentinos ya se habían acostado con la sonrisa de Bullrich y Macri en la retina. Planificado o no, el Gobierno realizó un magistral truco de coordinación mediático-electoral que cumplió su función: apareció sonriente y la oposición, ceñifruncida.
El partido de Kirchner, Unidad Ciudadana, denuncia que de forma sesgada, según los propios datos oficiales, se escrutaron más del 95% de mesas electorales en zonas donde Bullrich lograba buenos resultados como San Miguel (98%), San Isidro (98%), Vicente López (97.5%) o Bahía Blanca (97%). Mientras, en las zonas donde ganaba Cristina, el escrutinio se frenó antes, como en Florencio Varela (92%), Berazategui (90%) o Ezeiza (92%).
Evolución de la diferencia a medida que avanzaba el escrutinio. [Fuente: Instituto Independencia (Buenos Aires)]
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El gobierno de Macri argumenta que las actas de los barrios más periféricos, más pobres (que son más kirncheristas) tardan más en llegar, lo que explicaría la curiosa evolución del escrutinio. Pero la abogada Graciana Peñafort anunció que tiene pruebas de cómo el retraso fue planificado y que llevará el caso a los tribunales aportando testimonios de los trabajadores del escrutinio. En las redes sociales, después de medianoche, se viralizaron vídeos mostrando centros de carga de datos paralizados, supuestamente para retrasar la noticia del empate e impedir la celebración kirchnerista. La compañía encargada del proceso fue la española Indra, por contratación directa de la empresa estatal Correo Argentino, la cual, antes de pasar a manos del Estado, perteneció al Grupo Macri, propiedad del presidente Mauricio Macri.
Al día siguiente, más de un digital tuvo que cambiar la palabra derrota por empate derrotaempatecuando, al despertar, vieron los datos actualizados. Algunos expertos se quejaron de la decisión arbitraria de parar el recuento en 95% con una diferencia de sólo 0,08% y bajando. Eso permitió al macrismo que el dato definitivo de su derrota en Buenos Aires no se haya conocido hasta quince días después, esta misma semana, cuando ha concluido el recuento manual voto a voto.
Hoy sabemos que Cristina quedó dos puntos por encima, lo cual no resta peso a la victoria del macrismo a nivel nacional. El debate que la izquierda argentina afronta ahora es por qué el proyecto neoliberal crecientemente seduce a las clases medias a medida que el peronismo se difumina en la obsolescencia. En España nos corresponde avisar a los lectores de que no hubo tal derrota (algunos diarios españoles, como ABC, nunca rectificaron). Personalmente, me quedo con la frase del analista Eduardo Fidanza, columnista de La Nación: “Macri ganó en gran parte del país de verdad y en Buenos Aires con postverdad”.
El proceso electoral que se acaba de celebrar en Argentina tenía especial trascendencia. En juego estaba la revalidación simbólica del gobierno de Macri y el retorno a la arena política de Cristina Fernández de Kirchner.