Escribo sobre las elecciones generales de la India, que se han iniciado en abril y finalizarán en junio, pero quisiera hacerlo relacionándolas con Amartya Sen, que fue galardonado con el Premio Nobel de Economía 1998, pero que sobresale como intelectual público, filósofo moral y político. Amartya pertenece a esa categoría de intelectuales que abordan casi cualquier tema de importancia para el planeta. Y sin duda la India, por número de habitantes y otras razones, constituye significativa parte de ese planeta. En sánscrito, Amartya significa inmortal, nombre muy apropiado para alguien nacido en 1933 y que continúa lucidamente escribiendo y transmitiendo lecciones de ética moral y política como si fuera a vivir eternamente.
Su patria es nominada en Occidente como la mayor democracia del mundo. No soy el único en rebajar el calificativo a, cuando menos, mayor democracia imperfecta del mundo. La Constitución, promulgada en 1950, tres años después de su independencia de Inglaterra, declara que la India es una República democrática y socialista laica, comprometida a garantizar la justicia, libertad e igualdad del pueblo. Dado que el documento establece asimismo la pluralidad de partidos e ideologías, es concebible que no todos aspiren a una sociedad socialista. Más problemático resulta que existan partidos (los hay) que pretendan alterar el carácter democrático y secular fijado por la Constitución. Y desde que Narendra Modi, actual primer ministro, ganó las elecciones en 2014 la democracia y el carácter secular atraviesan un proceso de evanescencia.
Modi pertenece al Bharatiya Janata Party (BJP), conservador, nacionalista, hinduista y racista. Sagarika Ghose, del Times of India, lo califica de “autócrata electo cuya forma de gobierno centralizado y culto a la personalidad ha erosionado las instituciones”. ¿Independencia judicial? El Gobierno Modi ha doblegado a numerosos jueces mediante coacción, amenazas o prebendas, aunque no a todos. El Tribunal Supremo, en una sentencia (30-3-2023), a propósito del discurso del odio propagado por el BJP contra musulmanes, cristianos y otras minorías (de paso es pertinente señalar que la “minoría” musulmana la integran 210 millones de personas), manifiesta: “Proliferan exabruptos como 'idos a Pakistán'. Las gentes de otras comunidades eligieron este país para vivir. Son vuestros hermanos y hermanas. Recordemos nuestro juramento escolar: 'Todos los indios son mis hermanos y hermanas'. El Estado debe arbitrar algún mecanismo que sea capaz de poner fin al discurso del odio. Nos atenemos a la Constitución y nuestras decisiones se basan en el imperio del Derecho”.
Sin embargo, la Constitución laica es vituperada por miembros del partido del primer ministro. El principal impulsor de la misma fue el prestigioso constitucionalista Babasahed Ambedkar (1891-1956), quien —en línea con la filosofía y actitudes políticas del Mahatma Gandhi— propició el secularismo del Estado y se opuso a la institucionalización de religiones oficiales, incluida la de la mayoría hinduista. Decía que en una democracia las minorías deben sentirse seguras (los artículos 29 y 30 protegen sus derechos) y formuló disposiciones en pro de la igualdad de todos ante la ley (el artículo 15 veta todo tipo de discriminación y el 17 elimina la casta de los intocables). No todos esos propósitos se han materializado en la India de Narendra Modi.
Por otro lado, no parece que el actual Gobierno del Estado apoye la creación de un mecanismo que contribuya a poner coto al odio, tal como solicita el TS. Como poco hace la vista gorda. De fomentarlo se ocupa el Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS), traducible como Organización Nacional de Voluntarios, ente paramilitar con numerosos integrantes armados, ligado al BJP. Hay numerosos ejemplos sonados. Brindo un par de ellos. El BJP proclama que la India ha sido una nación hindú —hinduista— desde tiempos inmemoriales y diputados del mismo consideran a Nathuram Godse, el asesino de Gandhi, un patriota. Según ellos, el Mahatma —conciliador de religiones, culturas y comunidades— era un traidor a dicha nación. Diputados del BJP participan en homenajes en honor del asesino que tienen lugar ante estatuas del mismo erigidas en diversos Estados de la República, la mayoría de ellos gobernados por el BJP. La más famosa se halla en la ciudad de Meerut, Uttar Pradesh, a pocos kilómetros de Delhi, cuna del inicio en 1857 de la rebelión contra la Corona británica. En el discurso de inauguración, en agosto de 2017, los promotores no disimularon sus propósitos: “Es hora de que todos los indios dejen de seguir los pasos de Gandhi y comiencen a venerar a Godse”. Y Kamal Agney, poeta del Hinduvta (Hinduidad, la filosofía religioso-política seguida por el BJP), leyó un poema glorificando al asesino del Mahatma, que concluia así: “Si Godse no le hubiera disparado esa bala a Gandhi, hoy todos los hindúes tendrían que estar rezando en dirección a La Meca y Medina”.
El RSS se caracteriza por sus continuas agresiones, con resultado de muerte, a los ciudadanos de religión y/o cultura musulmana y por la destrucción de sus bienes o instalaciones. Especialmente en los 17 de los 28 Estados que componen la Unión y que son gobernados por el BJP. El RSS fue fundado en 1925, inspirado en los fascistas de Mussolini, con la pretensión de universalizar en el subcontinente la ideología del Hinduvta y fortalecer a la comunidad hindú. Su jefe actual es Mohan Bhawat, quien, entrevistado en 2023, afirmó: “La sociedad hindú está en guerra desde hace más de mil años. Contra las agresiones extranjeras, la influencia extranjera y las conspiraciones extranjeras. La guerra actual no es contra un enemigo exterior, sino contra uno interior, para defender a la sociedad y cultura hindúes. Y es natural que quienes están en guerra sean agresivos. Los invasores extranjeros ya no están físicamente, pero su influencia persiste”. Retorciendo cínicamente la realidad, Bhawat afirma que “los musulmanes no tienen nada que temer en la India, pero deben abandonar sus planteamientos”. Y sentencia: “No podemos vivir juntos”.
“Cientos de miles de personas han perecido a manos de individuos que, encabezados por los comandantes de la masacre, mataron a otros en nombre de su 'propio pueblo'. La violencia se fomenta mediante la imposición de identidades singulares y beligerantes en gente crédula, embanderada detrás de eximios artífices del terror”. (Amartya Sen: Identidad y violencia. La ilusión del destino, 2006, pag. 24).
Amartya ha dedicado toda su larga y fecunda vida de intelectual público a alertar contra lo que implica este párrafo. A intentar revertir la tendencia evanescente de democracia y laicismo. A rechazar el comunalismo. A pregonar el imperativo de la tolerancia. A recordar que la tolerancia y la heterodoxia han estado presentes durante largo tiempo en la India. Que la religión dominante en la India durante casi mil años no fue el hinduismo sino el budismo, tanto que durante el primer milenio de nuestra época China se refería a su vecino como “el reino budista”. Recuerda Amartya que Ashoka, emperador budista del siglo III antes de Cristo, no sólo insistió en la necesidad de la tolerancia y la riqueza de la heterodoxia, sino que además fijó lo que “quizás son las normas más antiguas que rigen los debates y discusiones, dando a los opositores un trato digno en todas las ocasiones”. Tal vez por ello, Amartya, que es ateo, se declara interesado por la filosofía budista.
Más significativo y pertinente para la realidad de hoy es la poderosa defensa de la tolerancia y de la necesidad de que el Estado fuera equidistante de las diversas religiones que llevó a cabo Akbar, el emperador musulmán indio de finales del siglo XVI. La historia relata cómo durante el período de este soberano mogol los hindúes no tenían que revelar su religión para servir como oficiales en la corte o en el ejército. Existen sorprendentes descripciones de ceremonias de juramento en el ejército mogol en las que los oficiales musulmanes lo hacían en nombre de Alá y los hindúes en nombre de Visnú. Akbar suprimió impuestos a los no musulmanes y acogió en su corte a músicos y académicos hindúes y a pintores cristianos.
A ello se refiere Amartya con un significativo colofón: “Todo esto sucedía en la próspera corte de Akbar a finales del siglo XVI, cuando se quemaba a herejes en Campo de’ Fiori de Roma” (Citizen of everywhere, Financial Times, 3-7-2021). “Mientras Giordano Bruno era quemado en la hoguera por apostasía en Campo de’ Fiori en Roma, Akbar dictaba cátedra sobre la importancia de la tolerancia religiosa en Agra” (Amartya Sen: Un hogar en el mundo. Memorias, 2021, pag.157).
En la India de hoy, Narendra Modi y el BJP constituyen un serio y grave peligro para la democracia y el laicismo. Este último, garantizado en la Constitución (que al parecer crecientemente Modi considera papel mojado), implica respeto e igualdad para todas las religiones, mientras el BJP, con su posición etno-céntrica, lo rechaza y pretende consolidar la supremacía de la hinduista, al tiempo que se opone a la diversidad cultural, no tolera a quien disiente de sus planteamientos y se vale de la violencia física contra los disidentes, en especial contra los musulmanes. Democracia, laicismo y pluralismo se hallan amenazados por quienes esgrimen la idea de nación configurada de manera excluyente, una única religión y una sola cultura, asimismo excluyente.
Amartya nos recuerda que India tiene una fuerte tradición de razonamiento, deliberación y argumentación públicos. Concibe la democracia y el buen gobierno imbuidos de esos atributos y ensalza a Tagore, orgulloso de que sus antecedentes familiares reflejaran “la confluencia de tres culturas: hindú, musulmana y británica”. Un Tagore, cuya filosofía comparte, un Tagore que “enfatizó el papel de la deliberación y del razonamiento como el fundamento de una buena sociedad”. Amartya sella su relato sobre la prolija historia y la fuerza de la tradición argumentativa india con un toque de humor. Cita a Ram Mohun Roy, pionero intelectual bengalí del siglo XIX, considerado en Occidente como uno de los primeros liberales indios. En uno de sus escritos, Roy expresa su opinión acerca de lo que es verdaderamente horroroso a la hora de la muerte: “Piense simplemente usted cuán espantoso será el día de su muerte: otros continuarán hablando y usted será incapaz de contrargumentar”. (The Argumentative Indian. Indian history, culture and identity, 2005, pag. 32).
Provisto del bagaje intelectual, de las convicciones sólidamente asentadas y de la racionalidad de los planteamientos que he descrito en los párrafos anteriores, Amartya Sen hace frente a la seudo ciencia del Hinduvta, a los mitos y supuestos milagros. Refuta la pretensión extremista hinduista de someter a toda una sociedad a la supuesta única nación hindú, sin la menor posibilidad de cuestionar lo que esos fanáticos consideran dogmas sociales, religiosos, culturales y políticos.
Amartya lleva décadas avisando de la irracionalidad que amenaza la tradición argumentativa india. No es el único, pero sin duda es uno de los más ilustres activistas que se enfrentan a quien hoy representa la materialización política de esa irracionalidad: Narendra Modi. Con él se ha encarado desde hace tiempo. Con ocasión de las elecciones generales de 2014, que darían la victoria por primera vez a Modi, al depositar su voto, Amartya dijo: “La característica de un líder o candidato a primer ministro debe ser que no sea considerado una amenaza por las comunidades minoritarias. No creo que el señor Modi sea un buen candidato a primer ministro. Prefiero a alguien que sea más laico y por el que los musulmanes o cristianos no se sientan amenazados “ (The Hindu, 1-5-2014).
Amartya lleva décadas avisando de la irracionalidad que amenaza la tradición argumentativa india. No es el único, pero sin duda es uno de los más ilustres activistas que se enfrentan a quien hoy representa la materialización política de esa irracionalidad
Desde entonces, Amartya ha seguido detenidamente la infausta política llevada a cabo por Modi y el BJP y a uno y otro ha dirigido filípicas inolvidables. Sin embargo, dada su naturaleza templada, no estamos ante el Demóstenes que exaltaba a las masas atenienses con su oratoria incendiaria contra el Filipo de Macedonia que pretendía hacerse con toda la Hélade. Ni siquiera en situaciones extremas, protagonizadas por fanáticos como Bal Thackeray, fundador y dirigente del Shiv Sena, partido regionalista racista del Estado de Majarastra, aliado del BJP, quien en campaña electoral se expresaba sin tapujos: “Lo que Hitler hizo a los judíos, nosotros se lo haremos a los musulmanes”.
En la actual situación, Amartya, no afiliado a ningún partido, tiene no obstante una estrategia política. Ya he comentado que la mayoría de los Estados de la India están gobernados por el BJP. Hay dos Estados importantes gobernados por fuerzas políticas antagónicas. Majarastra, capital Bombay y Bengala, capital Calcuta.
En Majarastra gobierna la extrema derecha y en Bengala el Trinamul, un partido centrista, aunque hasta 2011 lo hizo la izquierda durante tres décadas. Sin embargo, desde que el BJP obtuvo mayoría absoluta en las elecciones generales de 2019 su influencia está aumentando en los Estados no gobernados por él. En Bengala obtuvo en las elecciones a la Cámara legislativa local el 10,16% de los votos, pero casi el 38% en 2021. Y en alusión a las elecciones generales que se están celebrando estas semanas, donde alguna encuesta da vencedor a su partido, el líder bengalí del BJP, Dilip Ghosh, acaba de declarar: “El señor Amartya Sen debe saber que muy pronto habrá un cambio aquí”.
El señor Sen, que tiende a no engañarse a sí mismo y es consciente de que tal amenaza podría materializarse en junio, a sus 93 años y a pesar de todo, está preparado para continuar su digna lucha por la democracia, el laicismo y el racismo en su patria chica, Bengala, y en la grande y federal patria India, teniendo en cuenta, como sus Memorias indican, que su hogar es el mundo y a él asimismo ha dedicado y continuará dedicando su atención.
Emilio Menéndez del Valle es embajador de España.
Escribo sobre las elecciones generales de la India, que se han iniciado en abril y finalizarán en junio, pero quisiera hacerlo relacionándolas con Amartya Sen, que fue galardonado con el Premio Nobel de Economía 1998, pero que sobresale como intelectual público, filósofo moral y político. Amartya pertenece a esa categoría de intelectuales que abordan casi cualquier tema de importancia para el planeta. Y sin duda la India, por número de habitantes y otras razones, constituye significativa parte de ese planeta. En sánscrito, Amartya significa inmortal, nombre muy apropiado para alguien nacido en 1933 y que continúa lucidamente escribiendo y transmitiendo lecciones de ética moral y política como si fuera a vivir eternamente.