La arrogancia del invasor

Nieves Sevilla Nohales

Los invasores, cualesquiera que sean los argumentos que esgriman para justificar la ocupación de un país extranjero, nunca tienen razón. No existen causas dignas para una acción tan extrema. Los invasores son siempre culpables de los desastres que acaecen (muerte, hambre, desolación, exilio, enfermedad, violación, abuso, orfandad, sufrimiento, pobreza), como consecuencia de las guerras que propician; y mienten sobre los motivos, que siempre están relacionados con el poder, la dominación y la riqueza. Los invasores se proclaman a sí mismos salvadores de pueblos y enarbolan las banderas de la justicia; pero, en realidad, son genocidas y arrogantes. No hay duda de que en su personalidad existen peculiaridades negativas (megalomanía, anhelo desordenado de poder, complejo de inferioridad o exceso de autoestima), que impulsan sus acciones destructivas.

No es insólito que aquel que ha sido perseguido y ha sufrido vejaciones, que ha sido sujeto de un proyecto de exterminio y víctima de una injusticia sublime, se convierta a su vez en un genocida sin escrúpulos. Tendemos a olvidar. Y nos atrevemos a pensar que nos corresponde por derecho, lo que en realidad corresponde a otros. Tal es el caso de Israel que, habiendo sido un pueblo mortificado, se ha erigido en genocida del pueblo palestino.

La ONU considera a Palestina como un territorio ocupado ilegalmente por Israel, tras la guerra de los Seis Días, en 1967. Esta ocupación de los territorios palestinos constituye un apartheid, un crimen del derecho internacional, que se viene produciendo impunemente y que se concreta con la construcción de un muro de 70 km de longitud, la mayoría de ellos alzados en terrenos ocupados. 

Ha sido magnífico que Sánchez, que ha viajado a Israel como presidente de la Unión Europea, se haya pronunciado a favor de Palestina denunciando a Israel por la masacre que está llevando a cabo contra el pueblo palestino

Según un informe de Amnistía Internacional, Israel ha arrebatado a los palestinos sus casas y sus tierras. Más de 600.000 colonos israelíes viven en esas casas y en esas tierras que no les pertenecen. Y no solo, Israel también se ha apropiado de los recursos naturales y se ha atrevido a desviar los cursos de agua restringiendo el acceso, de los palestinos, al preciado líquido. Me ha recordado la toma de Numancia, en el año 133 antes de Cristo, porque Escipión Emiliano, que estaba al mando de las huestes romanas, construyó un muro alrededor de la ciudad y represó las aguas del Duero para someter a los numantinos.

Ha sido magnífico que Sánchez, que ha viajado a Israel como presidente de la Unión Europea, se haya pronunciado a favor de Palestina denunciando a Israel por la masacre que está llevando a cabo contra el pueblo palestino. Con el semblante muy serio, ha instado a Netanyahu a que cesen los ataques. No olvidemos que ya son más de 14.000 los palestinos muertos, de los cuales más de 5.000 son menores. Esta actitud dignifica al presidente. Ha sido un acto de valentía, si tenemos en cuenta la posición de Israel en el mundo, y es de esperar que los españoles y los europeos se lo reconozcan. 

Los españoles nunca podremos olvidar la infamia de la guerra de Irak que, el 20 de marzo de 2003, fue invadida por Estados Unidos con el apoyo de Gran Bretaña y España. Han pasado veinte años y todavía nos avergonzamos de la mentira de los motivos y de la participación de España. No era cierto que Irak tuviera armas de destrucción masiva (eran otras las razones). Aznar, ebrio de fama y de poder, con una vileza de la que no lo creíamos capaz, vendió el prestigio de España por una foto en las Azores. Avergonzó al país y a los españoles, perdió el respeto hacia sí mismo; y, en consecuencia, no ganó las elecciones y cavó su tumba para siempre.

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Nieves Sevilla Nohales es maestra y escritora.

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