Ascenso y caída del dogma del cero covid en China
El régimen chino ha abandonado súbitamente la estrategia denominada del cero covid de erradicación o eliminación del calificado como "diabólico" virus sars cov 2, consistente en el inmediato aislamiento de todos los casos, el seguimiento y la cuarentena de los contactos mediante cierres masivos y el control telemático y de testeo al conjunto de la población, que incluso había sido consagrado como dogma al máximo nivel en el marco solemne del último Congreso del Partido Comunista Chino, un dogma unido tanto al modelo chino de socialismo autoritario de mercado en un solo país como a la propia figura del secretario general del comité central Xi Jinping. Desde entonces, dogma, modelo y poder parecían poco menos que inseparables.
El tópico de la capacidad del régimen chino para imponer la salud a la economía o para anular a la opinión pública y la crítica también han quedado tocados
Sin embargo, la mencionada estrategia, que hasta entonces había resistido incólume durante buena parte de la pandemia, y que contaba en su haber con el balance de un menor número de contagios, así como de casos graves y de fallecimientos en relación a los países de Europa y América, se ha hecho añicos súbitamente ante la mayor transmisibilidad de la variante Ómicron y como consecuencia de la inesperada resistencia de la población, pero sobre todo ante los efectos económicos y sociales de la prolongación y del incremento de los confinamientos y del control telemático. Al parecer, todo se desencadenó con la muerte de diez personas en el incendio en un edificio de confinamiento en la ciudad de Urumqi que luego fue seguido por situaciones similares acompañadas de la generalización de actos de rechazo en los barrios y fábricas afectadas de numerosas ciudades, pero también debido al impacto en la economía china de la mencionada estrategia que ha recortado drásticamente sus previsiones de crecimiento, así como sus exportaciones e importaciones y como consecuencia ha hecho tambalear sus mercados. Una situación crítica ante la que el régimen no tuvo más salida que renunciar al cero covid y adoptar la denostada estrategia occidental de mitigación y convivencia con el virus. El tópico de la capacidad del régimen chino para imponer la salud a la economía o para anular a la opinión pública y la crítica también han quedado tocados.
Desde entonces, la eficacia de la estrategia de erradicación y de la gestión autoritaria frente a la mitigación y la convivencia con el virus desarrollada en la mayor parte de las democracias, y más en concreto ante situaciones de una emergencia tan prolongada como ésta, ha quedado en entredicho. No es poca cosa, teniendo en cuenta que en estos tiempos nos adentramos en un periodo de catástrofes encadenadas, que como en este caso pondrán a prueba las diferentes políticas de emergencia y por extensión a los distintos regímenes más o menos democráticos o autoritarios que las apliquen.
Lo que al parecer tampoco se ha previsto son los efectos geopolíticos de la renuncia al dogma de la eliminación del virus, tan íntimamente unido al ejercicio e incluso a la concepción del poder y también al prestigio de China en el mundo
Lo sorprendente ha sido también la inesperada flexibilidad de las autoridades chinas para renunciar al dogma sin adoptar los pasos intermedios habituales, como habían sido hasta ahora en primer lugar el tópico de negar el problema, como a continuación el reprimir las manifestaciones y siempre buscar a los responsables entre las autoridades sanitarias y de seguridad de las zonas donde el virus se ha descontrolado, para con ello impedir la generalización de una crítica que pudiera poner en cuestión el conjunto de la estrategia cero covid y su elevación que terminase afectando al máximo nivel de la dirección del país.
Y sorprende también la insuficiencia de las medidas necesarias para contribuir a paliar los efectos previsibles de una súbita apertura como la potente ola pandémica actual que se prevé con un importante número de más de doscientos millones de infectados y con más de dos millones de fallecidos en las zonas urbanas y con situaciones de colapso en los hospitales, habida cuenta las debilidades del sistema sanitario y del déficit de vacunación en particular entre los más ancianos en el conjunto del país, con el objetivo de proteger en especial a las personas mayores y a los más vulnerables. Aunque se ha puesto en marcha un plan urgente de vacunación destinado al 34% de los mayores de 80 años que no cuenta aún con la pauta completa de la vacuna. Teniendo en cuenta además la más que probable extensión de la infección como consecuencia del fuerte incremento de la movilidad en las fechas del año nuevo chino en la zona rural.
Pero lo que al parecer tampoco se ha previsto son los efectos geopolíticos de la renuncia al dogma de la eliminación del virus, tan íntimamente unido al ejercicio e incluso a la concepción del poder y también al prestigio de China en el mundo, en un primer momento algo mermado con las dudas iniciales ante la aparición del virus y luego parcialmente recuperado con la diplomacia de las vacunas y del cero covid. Así, en el momento actual en que era previsible que primase el alto grado de cooperación internacional que se produjo en el inicio de la pandemia, con la única excepción de alguno de los regímenes nacional-populistas como los EEUU de Trump, sin embargo hasta ahora la reacción no solo ha sido menos entusiasta, sino que incluso se ha teñido de desconfianza, de reproches y hasta de actitudes de revancha acusando de nuevo al gobierno chino de falta de transparencia y de información. Llegando en algunos casos a la adopción de gestos de superioridad injustificados, como ocurre con la actual respuesta mediante cierres de fronteras, más relacionados con la geopolítica que con un peligro real de nuevas variantes del virus más virulentas, precisamente por parte de países que cuentan con altos niveles de inmunidad y de vacunación. Geopolítica que se ha puesto también en evidencia con los vetos del gobierno (esta vez demócrata) de los EEUU, pero también en sentido contrario con el ofrecimiento altruista de vacunas al gobierno chino por parte de la Unión Europea.
Desde luego, la autocrítica sobre la estrategia adoptada ni está ni se la espera. Pero ni en China ni por parte de sus propagandistas en el resto del mundo.
Sin embargo, la pregunta sigue siendo si finalmente el fracaso de los extremismos del negacionismo, como también las dificultades actuales para el mantenimiento del dogma del cero covid como alternativa viable servirán a toda la comunidad internacional para avanzar en la concepción de una sola salud (One Health), si favorecerán o no un futuro Tratado de Pandemias y si servirán para el desarrollo tanto de las capacidades como de la autoridad sanitaria de la Organización Mundial de la Salud y de su coordinación con las respectivas agencias de salud pública, así como para relanzar la Agenda 2030 y dentro de ella de la universalización de la atención sanitaria.
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Gaspar Llamazares es fundador de Actúa.