Plaza Pública
Al calor de la democracia
Querido profesor Sánchez Cuenca:
Seguimos con mucho interés sus comentarios sobre la actualidad política española y admiramos en ellos su punto de vista distanciado y ecuánime, su afán por dar con una interpretación de la actualidad al hilo de la historia, su control de lo que es opinión frente a lo que son los hechos constatados y su ameno estilo literario. Pero creemos que en su artículo que este miércoles publica infoLibre, El calor y la democracia, se le ha ido un poco la mano; lo disculpamos, debe de ser por la caló.
Desde el respeto y la admiración permítanos unas palabras discrepantes.
Creemos que no es “del todo” verdad su tesis principal: la contraposición entre el conocimiento científico y la democracia. Por el contrario, son muchos los ejemplos de participación política de los técnicos y científicos en las batallas por la democracia: los pitagóricos, los ilustrados, los padres de la constitución americana y miles de otros.
Apostillamos “del todo” porque es bien cierto que desde el idealismo platónico el concepto de gobierno de los sabios se ha contrapuesto idealmente con el gobierno del pueblo. Y ello es así porque el idealismo busca la verdad absoluta de los filósofos, y se olvida de los técnicos que poseen un saber empírico que no es siempre la verdad pero que, en la escala de la práctica, funciona como si lo fuera. Los unos siguen a Palas Atenea, lo otros a Prometeo. Los unos adoran a los dioses y buscan estar en el Olimpo; los otros se guían por el sentimiento y la piedad con lo humano: roban los secretos a los dioses y los regalan a los hombres y quieren estar aquí en la tierra, con todos los hombres, y para ello eligen vivir en democracia.
Y también, a propósito del cambio climático que toma como argumento de anclaje con la actualidad, bien vale matizar sus argumentos.
Son muchas las ocasiones en que el futuro de la humanidad se ha visto amenazado por crisis —glaciaciones, hambrunas, pestes, guerras, revoluciones, religiones dañinas, etc.— y en ellas los técnicos de su tiempo encontraron nuevos caminos para que la especie humana siguiera sobreviviendo e incluso progresando. La constante en la solución a las crisis ha sido siempre la incorporación de nuevos conocimientos a la cultura común, no de las élites; y el tipo de escape de la catástrofe ha residido siempre en integrar en la cultura de los pueblos los avances técnicos y políticos conjuntamente.
Creemos que la situación actual —el antropoceno y la crisis en la calidad del medioambiente: clima, contaminación y acceso a los recursos básicos esenciales para la supervivencia— es una más de esas crisis en que la humanidad se juega la supervivencia.
La salida a la crisis se dibuja ahora desde dos perspectivas bien distintas: la utópica y la distópica. La una confía en que el avance científico alcance soluciones sostenibles para resolver los problemas sin romper ni manchar el sistema, solo reformarlo; la otra augura una salida desde el shock de la catástrofe ecológica, que provocará el cambio radical del sistema.
Nosotros, optimistas prometeicos, buscamos la salida tratando de responder bien a esta pregunta: ¿Por qué ha de ser la salida de la crisis en forma de milagro científico o de shock y no, como siempre, evolutiva?
Nosotros pensamos que llegarán al escape de la crisis sólo aquellos pueblos que sean capaces de integrar las técnicas ecologistas (que no son verdades absolutas sino dinámicas evolutivas) en el "ADN" de la cultura popular, en la inteligencia colectiva que es la que nos asegura la supervivencia.
Para ello, debemos ganar en dos frentes bien distintos. El del conocimiento, que debe ser colectivo, riguroso y solvente para que sea operativo; y que debe ser popular porque implica cambios de comportamiento de todos. Y el de la gobernanza, que debe ser democrática y popular para que, también, resulte operativa y tenga piedad con lo humano, que es la esencia del saber popular para asegurar la supervivencia.
Creemos que la posición del dilema que plantea el profesor Sánchez Cuenca, gobierno democrático/gobierno de los sabios, es un falso dilema. Parece cierto si se toma la imagen en blanco y negro, que es como les gusta el cine al poder académico, desde el palco y la grada de la plaza con gafas de sol (al estilo de los grabados de Goya, el Guernica, Metrópolis, Tiempos modernos, El Gran Dictador), pero resulta insuficiente cuando la visión se obtiene desde el ruedo del mundo, desde los ojos inyectados en sangre por la furia en la disputa por la supervivencia, que tornasolan la imagen y la vuelven inevitablemente dinámica y multicolor: blanca, amarilla, azul, roja, verde, naranja y morada.
En una lógica democrática...
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Para integrar esta imagen del mundo en un conocimiento operativo, a todos nos conviene la democracia en la gobernanza y el rigor y la solvencia técnica en los órganos democráticos que toman las decisiones.
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*Ignacio Marinas y Fernando Prieto son técnicos del Observatorio de la SostenibilidadIgnacio Marinas y Fernando Prieto