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¿Ha cambiado Angela Merkel?

Angela Merkel, durante una de sus comparecencias para explicar las medidas contra el Covid-19.

"Ella en 2008 era otra persona, muy distinta de la que es hoy. Ha cambiado mucho. Yo la conozco bien, y ha cambiado mucho". Daniel Barenboim respondía de esta manera a la pregunta de un periodista, en una reciente entrevista, sobre la actitud alemana, y en particular de Angela Merkel, en la última cumbre europea de Julio de este año, en la que los 27 Estados Miembros de la Unión Europea, entre ellos Alemania, decidieron aprobar un paquete de ayudas a los países comunitarios por valor de 750 mil millones de euros como consecuencia de la crisis del covid. Más allá de la respuesta de Barenboim, es la pregunta la que me parece de la máxima relevancia. ¿Ha cambiado Alemania, ha cambiado su Canciller Federal?

Tomé prestada la pregunta que se le hizo a Barenboim y se la devolví a mi querido Harold James, uno de los historiadores económicos que han trabajado más intensamente sobre la crisis económica de 2008 y sobre las relaciones de Alemania con el resto de Europa, en un seminario (virtual, naturalmente) que organizó hace pocos días la Universidad de Princeton. "La respuesta parece obvia" me dijo James, "para Alemania, esta crisis no tiene nada que ver con la de 2008. En 2008 pudo haber parecido que algunos países no habían hecho lo que se esperaba de ellos; esta crisis es sin embargo completamente exógena: los países más afectados por el virus no tienen la culpa de que esto haya sido así". No pude repreguntar, el seminario estaba llegando a su fin, y la cortesía académica me hizo respetar la regla de "una pregunta por interviniente". Sin embargo, lo que se quedó en el ambiente fue lo siguiente: "¿Incluso, aunque en esta ocasión hayan sido algunos de los países que más se vieron afectados por la crisis de 2008 los que más parecen estar sufriendo la pandemia, como por ejemplo España o Italia?".

Para mí es un auténtico puzle, difícil de resolver, el aparente cambio en la actitud alemana. Si recordamos bien, la narrativa alemana durante la crisis que estalló en 2008 fue que solamente se podía ayudar a los países del sur si estos realizaban reformas estructurales. En conversaciones privadas, Merkel tachaba a sus conciudadanos europeos del sur de vagos, siesteros, proclives a la fiesta y al poco trabajo (de ahí la baja productividad de, por ejemplo, nuestro país). Todos los estereotipos clásicos, y alguno más, fueron empleados para justificar desde un punto de vista no ya económico, sino incluso moral, la ecuación "rescate cum condicionalidad".

La aproximación que ha tenido Alemania, y en particular su Canciller Federal, a la crisis del coronavirus, ha sido muy diferente de la que tuvo en relación con la crisis de 2008. Haciendo más válida que nunca la máxima según la cual "Alemania es el motor de la integración europea" (es decir, si Alemania no arranca, la UE no se mueve), Angela Merkel, apoyada esta vez por Macron, ha liderado al grupo de países que pedían a Europa, a todos sus Estados Miembros, un esfuerzo extraordinario para luchar contra una crisis extraordinaria. El resultado queda quizá muy lejos de lo que alguno de nosotros hubiéramos querido y esperado de Europa, pero no se puede negar que supone un auténtico cambio de paradigma, al menos si lo comparamos con la gestión de la crisis anterior. Concretamente, en el Consejo Europeo de 21 de Julio de este año, los Estados Miembros decidieron por unanimidad adoptar el llamado programa NGEU (Next Generation EU). Este programa autoriza a la Comisión Europea a acudir a los mercados financieros y pedir prestado dinero por un montante total de 750 mil millones de euros (el paquete aprobado equivale a tres cuartas partes del PIB de nuestro país). De este paquete, 360 mil millones se distribuirán entre los Estados Miembros en forma de créditos en condiciones especialmente favorables, y otros 390 mil millones serán auténticas transferencias de la UE a los Estados Miembros para luchar contra las consecuencias de la pandemia. El Gobierno español ha calculado que obtendrá unos 140 mil millones provenientes en su mayor parte de este Fondo, lo que se ajusta aproximadamente a los cálculos que realizan institutos independientes al respecto. En cualquier caso, la noticia más importante es que por primera vez en sus 63 años de historia, la UE podrá endeudarse en los mercados financieros, haciendo estallar, con ello, lo que hasta hace muy poco constituía un verdadero tabú macroeconómico, alimentado, entre otros, por la propia Angela Merkel.

Memorias de Adriano, la sobrecogedora obra de Margarite Yourcenar, nos habla del cambio de un líder político, desde sus inicios como joven emperador hasta el final, en el que la enfermedad y la muerte acechan al César. Dice Adriano:

"Animula, vagula, blandula

Hospes comesque corporis

Quae nunc abibis in loca

Pallidula, rigida, nudula,

Nec, ut soles, dabis iocos…"

Lo que podríamos traducir por:

"Oh, almita mía, tierna y flotante,

huésped y compañera de mi cuerpo,

descenderás a esos parajes pálidos,

rígidos y desnudos,

donde habrás de renunciar

a los juegos de antaño…"

Esto parecería dar pábulo, al mismo tiempo que explicaría, lo que podemos llamar la "tesis Barenboim": en el ocaso de su vida política, la Canciller habría cambiado, y ante la vista cercana de la muerte, al menos en su sentido político, Merkel se habría vuelto más generosa, más flexible, más altruista.

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Podría ser así. Sin embargo, creo que es muy importante analizar la política europea desde la perspectiva de la política nacional. "La política europea es política nacional por otros medios", no deja de recordarme un viejo conocido académico. No solo, pero quizá también, es política nacional por otros medios. Esto ofrecería una explicación mucho más realista del cambio de Merkel. Desde esta perspectiva, conviene recordar que en las últimas elecciones legislativas alemanas, tanto la CDU como el SPD obtuvieron unos ajustados resultados, mucho peores desde luego que los de las elecciones legislativas anteriores. Tras arduas negociaciones, que duraron aproximadamente seis meses, se pudo re-editar, in extremis, la Gran Coalición. El Vicecanciller alemán, Sholz, es, además, Ministro de Finanzas. Según la reconstrucción de los hechos que hace el Wall Street Journal (ver aquí) de la negociación del NGEU, la intervención de Scholz para dar cuerpo a la respuesta fiscal de la UE con objeto de luchar contra la pandemia fue completamente decisiva. Ante el movimiento de Scholz, Merkel debió de entender claramente que si rechazaba la propuesta, la Gran Coalición estallaría, en un momento además en el que las encuestas no eran nada favorables al mantenimiento de la misma. Unas elecciones en ese momento introducirían un elemento de incertidumbre excesivo en la febril política doméstica alemana, asediada, como está, por partidos neonazis. Por tanto, la Canciller decidió dar rienda suelta a la propuesta de Scholz. Con ello salvaría Europa, sí, pero de paso, a la Gran Coalición. La respuesta positiva que los ciudadanos alemanes han dado de la gestión de la crisis que ha realizado la Canciller parecería indicar que Angela Merkel tuvo razón a la hora de aceptar los planes de Scholz. La Gran Coalición se ve en estos momentos reforzada, y podría reeditarse si hubiera elecciones en este momento en Alemania. Sin duda la gestión interna que la Canciller ha hecho de la crisis ha favorecido esta evolución de la opinión pública alemana, pero una pieza clave en esta estrategia ha sido la dimensión europea. Merkel ha podido cambiar personalmente, sin duda. Pero lo que no ha cambiado es su visión nacional de lo que pueda ocurrir en Europa.

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Antonio Estella es Catedrático Jean Monnet "ad personam" de Gobernanza Económica Global y Europea en la Universidad Carlos III de Madrid

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