¿Los cambios de leyes mejoran la educación? La importancia de los Movimientos de Renovación Pedagógica

Los que nos dedicamos a la enseñanza de la lengua sabemos que el alumnado muchas veces nos interpela sobre cómo las clases de sintaxis son diferentes en función del docente y las nomenclaturas que se utilizan para describir relaciones entre palabras. Por ejemplo, es común escucharles decir eso de que “el año pasado lo dimos de otra manera”, “el profe de 2º no nos lo explicó así” o si “lo puedo llamar complemento directo en lugar de objeto directo”. Al final, acaban perdidos ante tanto cambio.

En otras materias también ocurre con determinados contenidos, y eso puede crear sensación de confusión cuando, al fin y al cabo, debería existir coherencia no sólo sobre lo que se imparte sino cómo se hace. Es decir, cómo abordamos cuestiones que, en determinados casos, han sido llevadas a discusión, como por ejemplo en el saber gramatical de una lengua.

En ese clima de confusión —que es reflejo al final de esa sociedad mal informada en la que vivimos—, las continuas modificaciones en las leyes educativas (y cómo se abordan sus reformas) provocan desconcierto en el profesorado de la enseñanza básica. Ocurre sin ir más lejos con los tecnicismos incorporados a la hora de evaluar y calificar al alumnado, y cómo los enseñantes los interpretamos en medio de un panorama de desconcierto donde la sensación que impera es la de continua deshumanización del acto de educar, siempre a expensas de quien gobierne.

No vamos a negar que lo educativo es político. Esa idea arraigada la podemos encontrar en pedagogos clave del siglo XX como Paulo Freire y también remontándonos a la República de Platón y su idea de pensamiento dialéctico como toma de conciencia de una posible transformación de la realidad en que se vive. También está claro que es crucial la formación que recibe previamente el profesional educativo antes de llegar a conclusiones acerca de cómo tiene que enseñar, por lo que habrá que ver cómo se ha ido conformando su identidad docente en los marcos pedagógicos y académicos donde se ha movido antes de pisar un aula por primera vez.

Hay que ser críticos con la forma en la que se han abordado los procesos de cambio educativo en nuestro país. La necesidad de diálogo racional no ha sido la nota dominante en una cuestión de Estado como esta sobre la que es necesario blindar cierto consenso en determinados mínimos que no dependan de resultados electorales. La incertidumbre en esta materia, como ocurre en otras de la vida, no es buena. Pedir solidez y continuidad para que calen las nuevas propuestas parece algo razonable.

El asunto está en que lo educativo en la historia de la democracia se ha convertido por momentos en una cuestión con intereses partidistas, sometido a intenciones alejadas del bien común, la defensa de derechos humanos básicos y las necesidades de la ciudadanía; hemos dejado para el final, por ejemplo, asuntos trascendentales como la reforma del significado de la función docente, a través de un estatuto regulador que defina claramente cuál es el rol de unos profesionales que en muchos casos han pasado a sentirse piezas mecánicas sin voz del engranaje de una maquinaria compleja, y no como agentes clave del motor que impulsa la mejora cultural y social de un país.

Es cierto que, en los momentos en los que se han ido cocinando las grandes reformas legislativas, se desplegaron determinadas iniciativas de consulta popular. Sin embargo, estas se han llevado a cabo sin que en los centros escolares, laboratorios de toda reforma, se pueda masticar bien el sentido de lo que se propone, tanto en organización de los currículos como en el planteamiento de su desarrollo en evaluación, atención a la diversidad, gestión de la burocracia o mejora de la convivencia, asuntos fundamentales abordados sin que el profesorado apenas haya tenido la oportunidad de ser escuchado.

La educación no cambia en su fondo por lo que se legisle en los despachos, sino en gran parte por el comportamiento de una comunidad docente que tiene que recuperar su papel y relevancia como eslabón del engranaje social

Por ello, al final la educación no cambia en su fondo por lo que se legisle en los despachos, sino en gran parte por el comportamiento de una comunidad docente que tiene que recuperar su papel y relevancia como eslabón del engranaje social.

Una prueba de que las leyes no cambian el acto educativo real es, por ejemplo, la resistencia a los principios básicos que en 2006 propuso la Ley Orgánica de Educación (LOE), que ha sido estos últimos años modificada en parte por la controvertida LOMLOE. Hace ya veinte años se introdujo, por ejemplo, el aprendizaje por competencias que recomienda la Unión Europea y en el que se basan las famosas Pruebas PISA de la OCDE.

Pues bien, esas recomendaciones convertidas luego en ley no han calado en una parte importante del profesorado que cuando modifica su praxis es porque se lo dicen, a regañadientes, para no tener problemas y no porque considere necesario reflexionar sobre la práctica según las características de su contexto y las transformaciones sociales que estamos viviendo.

Sin embargo, en nuestra historia reciente no siempre ha sido así. Ha habido otros caminos para la experimentación sobre el cambio y sus consecuencias que han dado otros resultados, ya que surgen “de abajo a arriba”, de la reflexión conjunta y la discusión en muchas horas de trabajo que nadie reconoce. Se trata de los Movimientos de Renovación Pedagógica: grupos de docentes que, desde finales del franquismo y con la implantación de la democracia, comenzaron a reunirse para rediseñar sus formas de hacer a partir del conocimiento que compartían.

En la actualidad, las nuevas generaciones de profesorado apenas conservan ese espíritu de la reivindicación del saber colectivo y contrastado. En gran parte se ha perdido por la falta de apoyo para que los veteranos que lograron forjar su identidad docente durante aquellas Escuelas de Verano de hace décadas traspasen el testigo a los más jóvenes.

El profesorado de hoy, que sobrevive con dificultad a un tiempo convulso y en medio de la prisa continua para que la maquinaria no se detenga, apenas tiene conciencia de las relaciones dialógicas que se creaban en esos foros de discusión que luego germinaron en asociaciones. Hoy algunas de ellas sobreviven y, por mi parte, tengo el honor de formar parte de una de ellas, SOCAEAN, que une a docentes de Lengua y Literatura de Canarias desde hace más de cuarenta años. Es ahí donde, considero, que se cuece el cambio, la mejora. Donde se teje la red para discutir, proponer y remover las inercias incrustadas, ante el rechazo que provoca a veces tanto cambio de ley.

El impulso renovado de los Movimientos de Renovación Pedagógica, en su lucha por la reforma desde la raíz, la dignidad profesional y la autonomía necesaria para gestar los grandes cambios, es uno de los retos que le queda por afrontar a unas administraciones públicas que, por una cuestión ética y política, están obligadas a brindarles el apoyo necesario para que recuperen su razón de ser, en busca de esa ansiada mejora educativa que la ley, muchas veces, no es capaz de aportar.

___________________________

Albano de Alonso Paz es catedrático de Lengua y Literatura, profesor y Cruz al Mérito Civil por su labor en el campo de la enseñanza. Divulga sobre educación a través de su blog www.albanoalonso.info

Más sobre este tema
stats