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Crisis climática y violencia de género: una convergencia urgente

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Los lemas y las consignas tienen una gran virtud: logran sintetizar problemas complejos en pocas palabras, nos los presentan con tal claridad que, al escucharlos, nos parece que ya lo hemos entendido todo. Pero también tienen un gran defecto: nos hacen creer que realmente lo hemos entendido todo, como si los problemas fuesen tan simples como sugieren sus frases breves y pegadizas. Algo parecido ocurre con los días conmemorativos.

Son valiosos para sensibilizar o fomentar la acción en torno a una causa, pero en nuestras sociedades dominadas por la comunicación instantánea, el clickbait, la polarización y la obsesión por la productividad, incluso cuando esa productividad no conduce a ningún lugar, es fácil olvidar que los días internacionales que promueven la acción política no son fines en sí mismos. Son sólo medios, y ni siquiera los más necesarios.

Digo esto, estimada lectora, estimado lector, porque estaréis ya hasta la coronilla de textos y soflamas que, cada año por estas fechas, tienden a repetir lo mismo. Alguien dirá que, si la cosa no se entiende, habrá que volver a repetirla. Vale, pero si la decimos igual es posible que se convierta en un ruido de fondo que nadie escucha. Quizá esto sea lo importante de tener un día específico para pensar sobre temas que nos preocupan: que nos permiten tomarnos el tiempo para volver a pensarlos, para seguir discutiendo, para seguir intentando rescatar e incorporar al debate amigable a mucha gente que podría estar con nosotras, pero que (por lo que sea) ahora mismo nuestro mensaje sólo le suena a ruido de fondo.

Las crisis ambientales no solo agravan desigualdades sociales preexistentes, sino que también actúan como catalizadores de nuevas formas de violencia de género

El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, que se conmemora cada 25 de noviembre, debe servirnos para recuperar para todo el mundo una causa que la abrumadora mayoría de la sociedad considera justa, pero que algunos creen –muy equivocadamente– que está superada. Hay que explicar que se equivocan. No sólo porque nuestras sociedades siguen siendo machistas sino, además, porque las formas de violencia que afectan a las mujeres van a amplificarse por la crisis climática. Las crisis ambientales no solo agravan desigualdades sociales preexistentes, sino que también actúan como catalizadores de nuevas formas de violencia de género.

La lucha contra la violencia hacia las mujeres y la acción climática están intrínsecamente vinculadas porque el cambio climático intensifica la violencia contra las mujeres de formas que suelen pasar desapercibidas. Fenómenos como olas de calor, inundaciones y sequías generan tensiones sociales y económicas que aumentan los riesgos de violencia machista en el ámbito doméstico. Según datos de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género en España, los feminicidios tienden a incrementarse durante los meses de verano, cuando las temperaturas extremas agravan conflictos domésticos y deterioran la salud mental. En regiones más afectadas por desastres climáticos, como el sudeste asiático o África subsahariana, la inestabilidad derivada de estos eventos contribuye a un aumento significativo de la violencia sexual y los matrimonios forzados, especialmente en campos de refugiados. Esto refuerza un patrón de violencia estructural que afecta desproporcionadamente a las mujeres en situación de vulnerabilidad.

Las migraciones climáticas son otro ámbito donde convergen violencia y género. Según ONU Mujeres, el 80% de las personas desplazadas por desastres climáticos son mujeres, y muchas enfrentan explotación laboral, trata y abuso sexual durante sus desplazamientos. Este fenómeno, que afecta a millones de mujeres cada año, ilustra cómo el cambio climático amplifica los riesgos de violencia en contextos de emergencia, y esas emergencias ya hemos tristemente comprobado que no se encuentran sólo en países lejanos: las tenemos aquí.

El ecofeminismo como respuesta a la violencia estructural

El ecofeminismo ofrece un marco para comprender estas dinámicas: conecta la explotación del medioambiente con las estructuras patriarcales que perpetúan la desigualdad de género. Esto no es una coincidencia, sino el resultado de sistemas que priorizan la dominación y el control, tanto de la naturaleza como de las mujeres.

Por ejemplo, en zonas rurales de América Latina, las defensoras del medioambiente enfrentan violencia sistemática por proteger sus territorios. Global Witness reportó en 2022 que más de la mitad de las defensoras asesinadas en el mundo eran mujeres. Estas agresiones, lejos de ser aisladas, son una forma de violencia patriarcal con raíces estructurales.

El liderazgo femenino frente al cambio climático y la violencia

A pesar de los riesgos, las mujeres lideran iniciativas transformadoras en la lucha contra el cambio climático y por la igualdad de género. Desde comunidades indígenas en el Amazonas hasta movimientos como Fridays for Future, las mujeres están a la vanguardia, exigiendo justicia ambiental y social. Sin embargo, su papel en la toma de decisiones sigue siendo marginal. Solo el 15% de los líderes en negociaciones climáticas internacionales son mujeres, una exclusión que refleja cómo las desigualdades de género también se reproducen en los espacios de poder.

Una agenda integrada: justicia climática y género

En el marco del 25 de noviembre, es imprescindible abogar por políticas que combatan la violencia de género dentro y fuera de los contextos climáticos. Esto incluye: Priorizar la seguridad de las mujeres en planes de respuesta climática: Proveer refugios, protección y acceso a recursos en situaciones de desastres naturales.

Ampliar la representación femenina en la acción climática: Incluir más mujeres en negociaciones y liderazgos climáticos para garantizar que sus necesidades se reflejen en las políticas.

Desarrollar estrategias específicas para prevenir la violencia en contextos de migración climática: Asegurar la protección de las mujeres desplazadas, evitando riesgos de trata o explotación.

El feminismo y la acción climática como pilares de resistencia

El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer no debe limitarse a abordar la violencia doméstica o física. También debe incluir la lucha contra todas las formas de violencia estructural que perpetúan la desigualdad, incluidas aquellas exacerbadas por la crisis climática. Es hora de reconocer que la justicia climática es también justicia de género. En palabras del ecofeminismo: no podemos salvar al planeta sin salvar a las mujeres, y no podemos erradicar la violencia contra las mujeres sin construir un mundo más sostenible.

En este 25 de noviembre, unamos las voces por un futuro donde la transición ecológica sea también una transición feminista, porque solo así construiremos sociedades más justas y libres de violencia.

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Mar González es coportavoz de Verdes Equo.

Los lemas y las consignas tienen una gran virtud: logran sintetizar problemas complejos en pocas palabras, nos los presentan con tal claridad que, al escucharlos, nos parece que ya lo hemos entendido todo. Pero también tienen un gran defecto: nos hacen creer que realmente lo hemos entendido todo, como si los problemas fuesen tan simples como sugieren sus frases breves y pegadizas. Algo parecido ocurre con los días conmemorativos.

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