Por qué debemos aumentar el impuesto de sucesiones
El Informe Mundial sobre desigualdad de 2022 (datos de 2021), publicado por la organización World Inequality Database (WID), estimaba que el 10% más rico del mundo poseía un 76% de la riqueza, mientras el 50% más pobre poseía un 2%. En España, estas cifras eran del 57% y del 7%, respectivamente. La desigualdad de riqueza suficientemente alta supone una forma de “dopaje” en el mercado laboral y en la vida misma, ya que los nacidos en hogares de baja renta y riqueza no podrán competir en igualdad de condiciones que aquellos que han podido pagar profesores particulares, una educación más profunda y universidades de élite, ni tampoco tendrán un colchón sobre el que caer como consecuencia de inversiones fallidas como el que tienen los hijos de los más adinerados, limitando el emprendimiento. Además de ser injusta moralmente, genera graves ineficiencias en el mercado laboral al impedir una mayor competencia por el “dopaje” que hemos mencionado. Uno de los factores fundamentales detrás de esta desigualdad es el hecho de heredar, mediante el cual la riqueza se transmite de generación en generación. ¿Qué tan determinante es este factor para generar desigualdad en España y en el mundo? ¿Puede el impuesto de sucesiones ayudar a reducir esta ratio entre la riqueza del 10% más rico y el 50% más pobre?
El papel de las herencias en la desigualdad española
En 2020 los economistas Salas-Rojo y Rodríguez, de la Universidad Complutense de Madrid, publicaron un estudio en el cual trataban de estimar qué parte de la desigualdad se debía a las herencias en España, Canadá, Reino Unido, Estados Unidos e Italia. Según su análisis, que utiliza técnicas de Machine Learning, en España el 65% de la desigualdad de riqueza se debe a las herencias, siendo esta cifra un 75% si sólo tenemos en cuenta la riqueza no financiera. Este resultado nos deja muy por encima en cuanto a desigualdad se refiere (en este caso específico) respecto a países de nuestro entorno como Reino Unido o Italia, pero también respecto de Canadá. Además, nos demuestra la importancia relativa que tiene en España la riqueza inmobiliaria.
Como se mencionó en el informe Derribando el dique de la meritocracia del think tank Future Policy Lab, citando el estudio de Soria-Espín (2021), la renta de los padres está altamente correlacionada con el ingreso alcanzado por sus hijos a la edad de 30-36 años, como se puede ver representado por el gráfico siguiente, que muestra claramente que mientras más alto se encuentren los padres en la distribución de ingresos, más alto se encontrarán sus hijos.
También se puede apreciar en el siguiente gráfico cómo el 38,88% de hijos que acaban en el top 1% vienen de familias pertenecientes al 10% más rico cuando, en el caso de ser la probabilidad la misma sin depender de la renta de los padres (el porcentaje de la población que representan), este porcentaje debería ser de un 10%, más de tres veces menor.
El impuesto de sucesiones y su situación internacional
El impuesto de sucesiones es el principal instrumento para reducir la desigualdad de riqueza causada por las herencias. En mayo de 2021, la Organización Internacional de Países Desarrollados (OCDE) publicó un informe en el que recogía evidencia sobre el impuesto de sucesiones en sus países miembros, incluyendo en él una serie de recomendaciones acerca del mismo.
Según el informe de la OCDE, las herencias representan entre el 30% y el 60% sobre el total de la riqueza, siendo en algunos casos superior al 50% en los países occidentales. La organización destaca que las herencias pueden exacerbar la división entre las oportunidades de los receptores, favoreciendo más a las rentas altas y aumentando la desigualdad sin que este efecto esté justificado por mérito alguno por parte de quien recibe la herencia. Se trata, pues, de un factor de suerte que tiene, como veremos, efectos graves sobre terceros. Según los investigadores Adermon, Lindahl y Waldenström (2018) , en Suecia al menos la mitad de la correlación entre riqueza de padres e hijos depende de herencias y regalos - de ahí la necesidad de gravar este tipo de donaciones en vida -, siendo los ingresos y la educación responsables de sólo el 25% de esta correlación. También apuntan que el ratio entre la riqueza de los abuelos y la de los nietos es más débil, lo que indica que esta asociación se va disipando a lo largo del tiempo en ese país.
Esta disparidad de riqueza entre un grupo y otro sin factor meritocrático que lo justifique es una especie de “dopaje” en el mercado laboral, llegando con más frecuencia a posiciones de alta responsabilidad y mejor pagadas aquellos con una mayor riqueza, y siendo ésta una ventaja que podrán transmitir a sus hijos, y éstos a sus nietos, etc, formando un círculo vicioso que fomenta la creación de una aristocracia moderna. Economistas como Thomas Piketty, Emmanuel Saez y Gabriel Zucman argumentan que las herencias, por razones de meritocracia (o ausencia de ella), deberían ser gravadas a tasas mayores que la renta personal.
Respuestas psicológicas al impuesto de sucesiones
¿Cómo podrían reaccionar los contribuyentes a los aumentos en el impuesto de sucesiones? Veamos qué nos dicen la teoría económica y la evidencia empírica.¡
Algunos padres pueden ahorrar menos durante su vida a sabiendas de que parte de su riqueza no llegará a sus herederos, lo que se denomina “efecto sustitución”. Si tienen en mente hacer llegar a sus herederos un patrimonio específico, el impuesto de sucesiones podría hacerles ahorrar más, resultando entonces en lo que en la teoría económica se denomina como “efecto renta”. Si las donaciones en vida resultan fiscalmente ventajosas respecto a la sucesión, pueden decidir donar a sus potenciales herederos una mayor riqueza durante su vida. A su vez, en respuesta a este impuesto
pueden decidir invertir más en la educación de sus hijos en lugar de acumular la riqueza en una forma fiscalmente más desfavorable. ¿Qué hacen normalmente, según la evidencia empírica?
¿Qué es más inmoral, un impuesto que grava el trabajo propio, como el IRPF, o uno que grava una ganancia por pura suerte de la que no tenemos ningún mérito?
Holtz-Eakin & Marples (2001), Slemrod & Kopczuk (2000) y Joulfaian (2006) estiman una elasticidad de bases imponibles de este impuesto de entre 0,1 y 0,2, lo cual significa que un aumento de un 1% en el impuesto de sucesiones haría caer la riqueza sujeta al impuesto en un 0,1% o 0,2%. La OCDE destaca que las respuestas en cuanto a ahorro y acumulación de riqueza debido a los impuestos de sucesiones suele ser menor que la causada por los impuestos sobre la riqueza, siendo las elasticidades mayores en los impuestos sobre el patrimonio que en aquellos que gravan una sola vez un legado. Existe abundante evidencia sobre la planificación para reducir la cantidad pagada en este impuesto, especialmente mediante donaciones en vida. Sin embargo, la conducta específica en este sentido varía según el país y la cercanía temporal al fallecimiento. Así pues, Kopczuk (2007) encuentra, prestando atención al comportamiento de enfermos terminales, que hay significativos cambios en el tamaño y estructura del patrimonio a dejar a los herederos, pero sólo cuando se acerca el momento del fallecimiento, posponiendo sus decisiones hasta que queda poco tiempo, lo cual concuerda con los hallazgos de Hershfield (2013), que mediante imágenes neuronales muestra cómo el ser humano suele ver a su “yo” futuro como otra persona, parecido a como ve a un extraño que no conoce, lo cual le induce a ser poco previsor en sus decisiones, y eso incluye el ahorro y la planificación financiera.
Perspectiva global y moral del impuesto de sucesiones
Es importante entender también que el impuesto de sucesiones, al cobrarse una vez tras pasar un largo período de tiempo, permite una mayor planificación para evadirlo y/o eludirlo que resulta rentable a algunos potenciales contribuyentes. Al tener este impuesto este particular problema temporal, podría ser adecuado un acuerdo mundial para fijar un suelo en el mismo, como recientemente se ha acordado en el impuesto de sociedades. Este impuesto debería ser lo suficientemente alto como para no quedar muy por debajo de la media mundial y por tanto, desincentivar realmente la migración fiscal de los sujetos al impuesto, algo en lo que al acuerdo global sobre el impuesto de sociedades aún le falta por avanzar.
Por otra parte, el principal argumento contra este impuesto es que se considera injusto al “gravar una riqueza sobre la que ya se han pagado impuestos”. Cabe destacar frente a este planteamiento que lo que gravan los impuestos no es la riqueza, lo que gravan es el traspaso de esa riqueza. Así pues, con nuestra renta, sobre la que hemos pagado el IRPF, compramos productos sujetos a IVA, así como impuestos especiales por otros productos específicos, sin que eso suponga en ningún caso doble tributación. Otro de los argumentos más famosos contra el mal llamado “impuesto a la muerte” es que es inmoral cobrar impuestos por algo que un padre/madre decide dejar a sus hijos. Una respuesta adecuada sería recordar los efectos negativos que tiene ese legado (cuando es de un patrimonio muy alto) sobre los demás (el dopaje que hemos mencionado antes). También podemos plantearnos una pregunta: ¿Qué es más inmoral, un impuesto que grava el trabajo propio, como el IRPF, o uno que grava una ganancia por pura suerte de la que no tenemos ningún mérito?
En conclusión, el impuesto de sucesiones es una poderosa herramienta para reducir la desigualdad de riqueza que tan negativos efectos tiene sobre la economía, especialmente sobre los grupos más desfavorecidos. Debe estar en concordancia con la estrategia seguida por el resto del sistema fiscal, prestando atención a las posibles respuestas de los contribuyentes y actuando en consecuencia. Se trata, en definitiva, de una ayuda justa para reducir un resultado injusto: la desigualdad de riqueza a consecuencia del azar.
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Francisco Nunes es studiante de Economía en la Universidad Complutense de Madrid y de Matemáticas en la UNED, es articulista ocasional en elDiario.es. También ha escrito en Agenda Pública ('El País').