El derecho a no encajar

Dicen que el cuerpo es el primer territorio que habitamos. Pero también es el primero que otros intentan conquistar. Con quirófanos, con formularios, con etiquetas, con silencios.

Durante demasiado tiempo, las personas intersexuales y no binarias han vivido en una especie de limbo legal. Ni dentro, ni fuera. Invisibles en el censo, en las aulas, en los historiales clínicos. Nombradas con vergüenza, o peor aún, no nombradas.

Nacer fuera del molde binario —ni hombre ni mujer, o un poco de ambos, o ninguno— no debería ser una anomalía, sino una forma más de estar en el mundo. Con independencia de cómo sean tus genitales. Pero en España, esa diferencia sigue tratándose como un error que hay que corregir. A veces con bisturí. A veces con burocracia. Y muchas veces con miedo. ¿Por qué nos asusta lo diferente?

Según estimaciones de la OMS y de Naciones Unidas, entre un 0,5 % y un 1,7 % de la población mundial tiene un desarrollo sexual diverso (DSD, intersex). Eso significa que en España existen entre 250.000 y 800.000 personas fuera de los patrones clásicos de “hombre” o “mujer”. Hay una gran variedad de supuestos: micropenes, clítoris de ocho centímetros, testículos en el interior del cuerpo, escrotos divididos, Síndrome de Klinefelter, Síndrome de Turner… Muchos de ellos, sin riesgo alguno para la salud física o mental de quienes nacen con esas corporalidades.

Nacer fuera del molde binario —ni hombre ni mujer, o un poco de ambos, o ninguno— no debería ser una anomalía, sino una forma más de estar en el mundo. Con independencia de cómo sean tus genitales

Sin embargo, hoy en día, los quirófanos de las maternidades siguen siendo lugares donde se mutila el futuro de muchas personas. Sin criterio médico, simplemente porque no encajan en los parámetros de lo que se supone que tenemos que ser. Como si en algún lugar sagrado estuviese escrito a fuego qué cuerpos merecen convivir entre nosotros.

En muchos hospitales, aún se dictan sentencias disfrazadas de diagnósticos. A un bebé con genitales ambiguos se le corta lo que no encaja. Se le esculpe. Como si el cuerpo de un recién nacido fuera una estatua de mármol. Y no lo es. Es una identidad que todavía no ha tenido tiempo ni de soñarse. Todo por un par de cromosomas.

Las personas no binarias, que no se identifican con las categorías clásicas de masculino o femenino, también reciben una alta dosis de discriminación institucional. Para permitir que cada persona exprese su identidad sexual o de género libremente, un primer paso es ampliar las categorías en la documentación oficial. Es un pequeño altavoz que damos a estas personas para que digan, alto y claro, que son diferentes. Y aunque quizá una tercera casilla no solucione todas sus inquietudes —porque algunas piensan, con razón, que es otra forma de seguir encasillando—, al menos es el comienzo de una conquista que acaba de empezar.

Habrá quien piense que esto es ideología. Y sí, lo es. La ideología de los derechos humanos. La ideología del respeto. Un respeto que tenemos que empezar a cultivar en las escuelas, en los hospitales, en las fuerzas y cuerpos de seguridad, en los formularios. Para enseñar que hay cuerpos que no necesitan justificarse. Porque lo que no se nombra no existe. Y lo que no existe, no tiene derechos.

La educación sexual es fundamental para la construcción de un futuro respetuoso y diverso. Por ello, los programas educativos deben incluir información clara sobre la diversidad corporal e identidades de género desde la infancia. Promover el respeto y la normalización de estas realidades mediante referentes positivos que visibilicen la diversidad.

Varios países ya han implementado avances en este sentido. Alemania, Canadá y Reino Unido son ejemplos claros donde las políticas educativas han contribuido significativamente a reducir la discriminación y fomentar una sociedad inclusiva.

Compartimos la convicción común de que la diversidad no es una amenaza, es una riqueza. Y entendemos los cuerpos de las personas como lugares diversos, todos ellos válidos y hermosos, con los que deseamos poder relacionarnos de igual a igual.

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Esther Gil de Reboleño es vicepresidenta tercera del Congreso y portavoz de la Comisión de Igualdad de Sumar.

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