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Los dos entierros de José Díaz Ramos

Alejandro Sánchez Moreno

El 20 de marzo de 1942 fallecía en la ciudad de Tiflis, en la antigua URSS, el dirigente comunista José Díaz Ramos. Al conocerse la noticia de su muerte, las autoridades soviéticas actuaron de inmediato, y sin siquiera tener en cuenta las difíciles circunstancias que atravesaba un país en plena guerra contra la Alemania nazi, organizaron a Díaz un funeral multitudinario con honores de Jefe de Estado, tal y como correspondía en su rango al que había muerto siendo secretario general del segundo partido comunista más importante del planeta. El de Tiflis no sería su único entierro, pues, mucho tiempo después, se repatriarían sus restos para darles nueva sepultura en Sevilla, una ciudad en la que hasta las derechas locales quisieron reconocer la importancia de tan ilustre persona. Y es que José Díaz, sin duda, fue profeta en su tierra, y por eso incluso el conservador diario ABC hizo campaña para que a Díaz se le dedicase una avenida en la ciudad.

Aunque contrariamente a lo que se haya escrito interesadamente, José Díaz ocupa por derecho propio un lugar privilegiado en nuestra Historia

Pero lejos de Sevilla y de los círculos comunistas que todavía hoy se reclaman sus herederos, la figura de José Díaz parece haber sido condenada a un extraño ostracismo en nuestro país. Y ni siquiera su condición de máximo responsable del que posiblemente sea el partido político más analizado de la Guerra Civil, ha podido evitar su olvido. Una larga enfermedad, que lo apartó durante meses cruciales de la primera línea política durante aquellos años, además de la personalidad arrolladora de una Pasionaria que acabó eclipsándolo, podrían tal vez parecer motivos suficientes para explicar esta anomalía, aunque probablemente la causa más determinante para entender esta rareza es que José Díaz tenía que ser ignorado para dar sentido a toda una literatura de Guerra Fría que representaba al PCE —y por lo tanto a Díaz—, como un mero monigote en manos de Moscú.

Contrariamente a lo que se haya escrito de forma interesada, José Díaz ocupa por derecho propio un lugar privilegiado en nuestra Historia. Secretario General del PCE entre 1932 y 1942, a Díaz le correspondió tomar las riendas de su organización en tiempos muy complejos, y que abarcaron episodios trascendentales como la creación del Frente Popular, la Guerra Civil o la invasión alemana de la Unión Soviética. Hijo de una cigarrera y de un panadero del que heredaría el oficio, Díaz conoció desde siempre el destino que tenía reservado el sistema para los que eran de su clase, y por ello, siendo aún muy joven, pasó a formar parte del sindicato “La Aurora” y de la CNT. En poco tiempo, Díaz se convirtió en un destacado miembro del anarquismo sevillano hasta que, tras su paso por la cárcel Modelo de Madrid, se unió a las filas del PCE, siendo elegido responsable regional del partido en una Andalucía que, bajo su mando, se convirtió de inmediato en el bastión fundamental del comunismo español.

José Díaz viajó en 1931 a Moscú para ser formado en la Escuela Leninista, y por eso no pudo estar presente en la proclamación de la II República que los comunistas recibieron al grito de ¡Vivan los Soviets! y ¡Abajo la República Burguesa!. Eran tiempos de sectarismo, en los que el Comintern había impuesto la consigna de “clase contra clase”, perjudicando con ello el desarrollo de sus partidos en todo el mundo. Tras el fracasado golpe de estado de Sanjurjo en 1932, el partido entraría en una crisis interna y José Díaz sería designado secretario general como sustituto del defenestrado Bullejos. Factores como su querencia por la militancia, su probada lealtad, su experiencia como responsable andaluz, o sus tantas veces olvidadas capacidades, sirvieron para que Díaz alcanzara el máximo puesto en una organización que necesitaba urgentemente un cambio.

José Díaz fue pronto consciente de las limitaciones de las políticas que imponían al PCE desde Moscú, y por eso, ya en 1933, el sevillano tuvo algunas iniciativas que quebraron en parte la estrategia de enfrentamiento con las izquierdas. El acercamiento a intelectuales o la creación de algunos frentes comunes fueron algunos primeros pasos hacia la política unitaria que condujo en diciembre a una alianza que dio al PCE su primer diputado electo por Málaga. La irrupción del fascismo en Europa había convencido a Díaz de la necesidad del cambio de estrategia, y cuando los comunistas franceses obtuvieron el permiso para un giro en su política, José Díaz exigió lo mismo para España. Un Díaz desafiante convenció en Moscú a los jefes del Comintern de la necesidad del cambio, y al llegar a España, el PCE ingresó en las Alianzas Obreras, justo antes de la Revolución de Asturias de 1934.

La unidad pasó a ser discurso oficial, y antes incluso de que Moscú aprobase la modificación oficial en su política, José Díaz pronunció un discurso en el Monumental Cinema de Madrid en el que propuso, por primera vez en España, la política de alianzas que sería más tarde conocida como de Frente Popular. Pieza fundamental para la construcción de ese proyecto, en las elecciones de 1936 José Díaz fue elegido diputado por Madrid, advirtiendo en el hemiciclo en más de una ocasión de la necesidad de fortalecer la unidad ante el peligro del fascismo. Cuando el 18 de julio los presagios de Díaz se cumplieron, Queipo de Llano fue a por su familia, asesinando a una de sus hermanas y a la madre de su hija, que quedaron en Sevilla. Para colmo de males, una dolorosa enfermedad lo condenó a postrarse en una cama en plena guerra, aunque ni siquiera eso le impidió estar presente en algunos de los episodios más importantes de la misma como la defensa de Madrid, los sucesos de mayo de 1937 o la caída de Largo Caballero ese mismo año.

Perdida ya la guerra, Díaz fue elegido miembro del Secretariado del Comintern, aunque una nueva recaída y la invasión alemana lo forzaron a trasladarse a Georgia, lugar en el que encontraría la muerte en 1942 tras arrojarse por un balcón, desesperado por una enfermedad que lo martirizaba. Fue el fin de una vida que pudo haber sido más larga, y que no logró ver el triunfo de la Unión Soviética sobre el nazismo ni la restitución de las libertades democráticas en España. Una vida marcada por el sacrificio y la tragedia que acompañaba a aquellos que tomaron partido en la convulsa primera mitad del siglo XX. Una vida, tristemente hoy casi olvidada, de un hombre sencillo, y a la vez extraordinario, y que por eso tuvo no uno, sino dos entierros, que sirvieron de homenaje a quien hoy queremos recordar como un acto de justicia histórica.

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Alejandro Sánchez Moreno, docente e historiador. Autor de "José Díaz, una vida en lucha" (Almuzara, 2013)

El 20 de marzo de 1942 fallecía en la ciudad de Tiflis, en la antigua URSS, el dirigente comunista José Díaz Ramos. Al conocerse la noticia de su muerte, las autoridades soviéticas actuaron de inmediato, y sin siquiera tener en cuenta las difíciles circunstancias que atravesaba un país en plena guerra contra la Alemania nazi, organizaron a Díaz un funeral multitudinario con honores de Jefe de Estado, tal y como correspondía en su rango al que había muerto siendo secretario general del segundo partido comunista más importante del planeta. El de Tiflis no sería su único entierro, pues, mucho tiempo después, se repatriarían sus restos para darles nueva sepultura en Sevilla, una ciudad en la que hasta las derechas locales quisieron reconocer la importancia de tan ilustre persona. Y es que José Díaz, sin duda, fue profeta en su tierra, y por eso incluso el conservador diario ABC hizo campaña para que a Díaz se le dedicase una avenida en la ciudad.

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