Ataques en Magdeburgo: la cautela como arma Ruth Ferrero-Turrión
El eterno retorno de manifestarse por una vivienda digna
Este domingo, a las doce del mediodía, miles de personas se concentrarán en Madrid para defender el derecho a tener una vivienda digna. La manifestación — convocada por 39 colectivos sociales que han unido fuerzas para colocar este tema en lo alto de la agenda política — arrancará en Atocha y recorrerá el centro de la capital, con el fin de reclamar al Gobierno soluciones contra la subida imparable de los precios del alquiler en toda España, que lastran la economía de miles de hogares.
Leo la noticia y tengo la sensación de vivir un espejismo temporal, un déjà vu que me transporta al año 2007, cuando participé en una manifestación masiva exactamente igual en Madrid, con el mismo recorrido y, sorpresa, con el mismo partido a los mandos del gobierno. La protesta había sido convocada por la Plataforma por una Vivienda Digna en 25 ciudades españolas y sólo en la capital congregó a cerca de 50.000 personas, yo entre ellas. Recuerdo los lemas que cantábamos durante la protesta (“Espe, espe, espe, especulación”) y los que lucíamos en algunos carteles (“Se alquila tu vida”).
Aquel día la Plataforma elaboró un manifiesto donde denunciaba la escalada desorbitada de los precios del alquiler (más de un 250% entre 1987 y 2005) frente a los salarios que apenas se habían revalorizado en ese periodo por encima del IPC. Viajemos ahora al presente: el precio del alquiler alcanzó en España su máximo histórico en 2023, con un incremento anual del 5,7%. Actualmente, los españoles que no tienen una vivienda en propiedad deben dedicar el 43% de su salario a pagar a su casero. En comunidades como Baleares, Madrid y Cataluña el alquiler se come ya más de la mitad del sueldo de sus habitantes. Déjà vu.
Memoria de la inacción política
Vuelvo atrás en el tiempo. En 2007 el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero había creado ya el Ministerio de Vivienda para dar respuesta a un problema cada vez más acuciante entre los jóvenes y no tan jóvenes. La propuesta estrella de la entonces ministra, María Antonia Trujillo, fue financiar la producción de 10.000 pares de zapatillas para que los jóvenes se pateasen la ciudad buscando piso y que podían conseguirse a través de un portal llamado Kelifinder.com. En esa web se publicaban convocatorias de vivienda social, noticias sobre ayudas y otros recursos públicos para que los jóvenes se buscasen la vida, porque desde el ministerio poco más estaban dispuestos a hacer.
Hoy hemos avanzado algo más, pero solo un poco. Después de aprobar una Ley de Vivienda a todas luces insuficiente para atajar la escalada de precios — impulsada en buena parte por los fondos buitre y los alquileres turísticos o estacionales — y que las comunidades donde gobierna el Partido Popular se niegan a aplicar, la actual ministra de Vivienda, Isabel Rodríguez, ha pedido públicamente a los caseros que sean “solidarios” y se ha ofrecido a “premiar” a las comunidades que apliquen la ley, no vaya a ser que imponer una regulación obligatoria en las zonas tensionadas moleste a alguien poderoso. Déjà vu.
El tiempo pasa y las cosas cambian, pero el problema de la vivienda en España parece que no
El bucle eterno
El tiempo pasa y las cosas cambian, pero el problema de la vivienda en España parece que no. Cambian los actores, pero la brecha entre propietarios y no propietarios sigue agrandándose. Yo sí he cambiado. En 2007 era joven y cobraba un salario bajo, del que buena parte se me iba en pagar el alquiler de un piso compartido en el centro de Madrid. Grité mucho y canté mucho en aquella manifestación, convencida de que podíamos cambiar las cosas. Entonces no sabía que, efectivamente, las cosas iban a cambiar a peor porque, un año después, la burbuja inmobiliaria nos iba a explotar a todos en la cara. Al PSOE acabó costándole el gobierno, a los españoles nos costó muchísimo más.
Hoy ya no soy joven, mi salario es mejor, pero sigo viviendo de alquiler lejos del centro. En la manifestación del 13-O no gritaré tanto para no asustar a mi hija pequeña, que seguramente se cansará enseguida de caminar y nos obligará a irnos de la protesta antes de que se termine. Dentro de diecisiete años, ella será mayor de edad. ¿Tendrá que salir de nuevo a protestar por una vivienda digna? ¿O habremos tirado ya la toalla?
Quiero pensar que no, que hoy estamos mejor organizados, que en estos diecisiete años han surgido numerosos colectivos sociales, como el Sindicato de Inquilinos, que luchan por el derecho a la vivienda de los ciudadanos. También han surgido nuevos partidos políticos que, desde su presencia minoritaria en el Congreso, sí están dispuestos a defender este derecho constitucional. Estamos más concienciados, sabemos quiénes son los agentes que favorecen la especulación inmobiliaria y nos hemos movilizado para hacerles frente.
La pregunta es: ¿han cambiado quienes dicen defender los intereses de la izquierda obrera? ¿Han aprendido de sus errores? ¿O volverán a perder el gobierno por no atreverse a tomar medidas serias sobre un problema que va camino de enquistarse para siempre?
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Eva Díaz Riobello es periodista y escritora. Ha trabajado en El Mundo, El País, Europa Press y como comunicadora en el Tercer Sector. Actualmente forma parte del equipo de redacción de la revista literaria Quimera.
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