España rindió homenaje en Francia a Manuel Azaña, último Presidente de la Segunda República

Jean-Pierre Amalric, Geneviève Dreyfus-Armand y Bruno Vargas

La conmemoración hispano-francesa del 15 de marzo, en presencia del secretario de Estado de Memoria Democrática Fernando Martínez, del cónsul general de Toulouse Manuel Larrotcha y de las autoridades francesas, se enmarcó en la defensa de nuestras democracias a la luz de una historia y una memoria compartidas.

Manuel Azaña ha sido homenajeado el 15 de marzo en Montauban (Francia), ciudad en la que el último Presidente de la Segunda República española murió en el exilio el 3 de noviembre de 1940. Símbolo de esta República «errante», vencido por la enfermedad y el dolor, consiguió librarse de los esbirros de Franco que, con la complicidad de la policía de Vichy, intentaban secuestrarlo para llevarlo de vuelta a Madrid. La placa colocada en su tumba en nombre del Gobierno español constituirá un lugar de memoria democrática, en virtud de la ley promulgada el 19 de octubre de 2022.

El hombre que durante tanto tiempo había sido vilipendiado, acusado de todos los males del país, por la larga dictadura franquista, fue el artífice de las reformas republicanas más emblemáticas durante los dos años que dirigió un gobierno de coalición al inicio de la Segunda República, de octubre de 1931 a septiembre de 1933: instauración de un régimen parlamentario, laicización de un país sometido a la Iglesia católica, fuerte impulso de la enseñanza pública, reestructuración de un ejército intervencionista, aprobación del primer estatuto de autonomía para Cataluña e inicio de la reforma agraria. Su «obsesión por la modernización democrática» -elogiada por Jorge Semprún- de un país atrasado y con grandes desigualdades sociales chocó con los intereses de los grandes terratenientes, la jerarquía eclesiástica y los altos mandos del ejército. El golpe de Estado de julio de 1936, rápidamente apoyado por Hitler y Mussolini, desencadenó una efímera revolución social y abrió una guerra civil e internacional. En 1939, la derrota del gobierno legítimo y legal condujo al establecimiento de una de las dictaduras más largas y sangrientas de Europa Occidental.

Azaña, que en mayo de 1936 se convirtió en Presidente de una República pronto atacada, encarnó la legitimidad del régimen que los golpistas odiaban

Azaña, que en mayo de 1936 se convirtió en Presidente de una República pronto atacada, encarnó la legitimidad del régimen que los golpistas odiaban. Durante la prolongada guerra, al tiempo que rechazaba la violencia y, desde principios de 1937, intensificaba los esfuerzos en favor de un proceso de paz, denunció constantemente la política de no intervención de las democracias, un «crimen político» en su opinión. 

Tras la derrota republicana, como casi medio millón de sus compatriotas, Manuel Azaña se refugió en Francia, en la República hermana que admiraba pero que no había ayudado a su vecina del otro lado de los Pirineos. Aquel éxodo masivo, el primero de Europa occidental en el siglo XX, marcó el inicio de una historia franco-española compartida. Aunque considerados «extranjeros indeseables» y hacinados en campos de triste memoria, muchos de aquellos refugiados emprendieron la lucha contra el nazismo y el fascismo en su tierra de exilio: voluntarios en los regimientos de marcha, organizadores de redes para el cruce clandestino de los Pirineos, soldados de la Francia Libre o iniciadores, instructores y combatientes en el maquis de la Resistencia. Olvidada durante mucho tiempo, esta participación en la guerra junto a los Aliados y la Resistencia en Francia empieza a ser más conocida y honrada. La entrada en el Panteón de Celestino Alfonso en febrero de 2024, junto con sus compañeros del grupo Manouchian, simboliza este reconocimiento tardío. Del mismo modo, cada 24 de agosto, París rinde homenaje a los republicanos españoles de la Nueve, una compañía de la 2ª División Blindada del general Leclerc, la primera en entrar en París en 1944. Tras la Segunda Guerra Mundial, la lucha contra la dictadura franquista no cesó. Sacrificados en el altar de la Realpolitik, los hombres y las mujeres de los partidos y sindicatos reconstituidos en el exilio y dentro de España continuaron esta lucha desigual por la libertad y la democracia en España.

Hoy en día, la primera generación de refugiados republicanos prácticamente ha desaparecido, pero sus descendientes son muy numerosos en Francia, en todas las regiones y no sólo en el gran Suroeste, de la región parisina a Brest, de la Borgoña a la Normandía y, por supuesto, en Burdeos, Toulouse o Perpiñán y sus alrededores. Estas nuevas generaciones forman parte integrante de todos los sectores de la sociedad francesa, especialmente en los círculos culturales y educativos, y a menudo participan en las numerosas asociaciones memorialistas creadas desde el cambio de siglo. Este trabajo asociativo, basado en los valores de democracia y libertad que defendieron sus padres y abuelos, está motivado por la preocupación de reconocer y rehabilitar a aquellos refugiados tan mal acogidos en Francia y, sin embargo, tan valientes a la hora de ayudar a su nuevo país.

En este variado panorama asociativo, ha surgido en Montauban una Asociación con vocación propia, en torno a la figura de Azaña, símbolo de una República asesinada. Desde hace veinte años, dirigida por historiadores, la Asociación no sólo trabaja para conmemorar la persona del último presidente español –la tumba de Manuel Azaña se pone en valor y cada año se le rinde un homenaje público–, sino también para desarrollar y difundir el conocimiento de la Segunda República, la Guerra Civil y el enorme éxodo que huyó de la dictadura. Un numeroso público, cada vez más formado por estudiantes universitarios y de secundaria, acude en busca de respuestas a sus infinitas preguntas: ¿cómo y por qué un experimento democrático que pretendía traer más libertad y justicia social fue destruido a sangre y fuego bajo la mirada expectante de las democracias vecinas?

Estas preguntas tienen mucho sentido hoy en este mundo multipolar, en el que se abren paso peligrosamente ideas simplistas y primarias, marcadas por la exclusión de los más débiles, la estigmatización del otro y un deseo desenfrenado de poder sin reparos por la humanidad, la justicia y aún menos por la solidaridad. El hecho de que España y Francia se congregaran el 15 de marzo en torno a la figura de Manuel Azaña para recordar tanto la fragilidad de las democracias como las batallas que hay que librar para defenderlas, no deja de tener gran resonancia en 2025.

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Jean-Pierre Amalric, Historiador, cofundador de la asociación de historia Présence de Manuel Azaña y su presidente de 2005 à 2024.

Geneviève Dreyfus-Armand, Historiadora, especialista de la historia del exilio republicano en Francia.

Bruno Vargas. Historiador, presidente de la asociación de historia Présence de Manuel Azaña, INU Champollion-Université de Toulouse. FRAMESPA-CNRS

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