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La conmemoración del centenario de Paulo Freire me trajo a la cabeza aquellos años en los que comenzamos la andadura educativa siguiendo su proyecto de Pedagogía de la Liberación y leyendo ávidamente aquellos dos textos fundamentales en nuestra informal formación docente: Pedagogía del Oprimido y La educación como práctica de la libertad.
Fue Paulo Freire el que nos condujo de cabeza hasta otro pedagogo, Francisco Gutiérrez. Hay que reconocer que nos costó bastante más adentrarnos en su Ideogenomatesis del Lenguaje Total, aunque aquella metodología impregnó nuestra práctica educativa con personas adultas y también en numerosos colegios de educación primaria. La pedagogía de la comunicación la denominábamos también.
Ideo, lo que es propio de cada uno, lo personal. Genoma como proceso de creación y vertebración de nosotros mismos. Matesis como conocimiento, reconocimiento, aprendizaje, comprensión de cuanto somos y de qué hacemos. Mucho más que la información y el acceso a datos. La capacidad de construirnos a nosotros mismos como personas. Todo aquello confluía en el concepto, el palabro impronunciable, de Ideogenomatesis.
Francisco Gutiérrez nació en Burgos, pero ha desarrollado su carrera en Costa Rica, colaborando intensamente con Paulo Freire y construyendo una metodología del aprendizaje que parte de Platón, cuando pone en boca de Sócrates los valores de una educación que conduce a la virtud, a la que debe aspirar todo ser humano. Él va a descubrir buscando en común conmigo. Yo no voy a hacer otra cosa que preguntarle sin enseñarle nada. A fin de cuentas, el debate eterno entre quienes quieren adiestrar y llenar cabezas con contenidos, creando hábitos de obediencia, o aquellos otros que saben que el aprendizaje es personal y el profesor puede acompañar, incentivar, ayudar, orientar, pero no es mero transmisor de conocimientos.
Un proceso personal en el que nos vamos construyendo, en relación con los otros, con el entorno que nos rodea, con nosotros mismos. Una concepción moderna y actual que pone el acento en el derecho de la comunidad educativa a adueñarse de su propio proceso de aprendizaje.
Entender así la educación exige que las educadoras y los educadores deben dejar de lado su papel tradicional de guardianes de una sabiduría que se despliega en forma de planes de estudios que hay que cumplir y contenidos que hay que impartir, exámenes que hay que realizar y notas que hay que poner. Lejos de ello, la persona que aprende debe sentirse protagonista y propietario de sus conquistas, mientras que los profesores y profesoras deben preocuparse de asegurar que se producen las condiciones para que el interés y la preocupación por aprender encuentren su camino. Hacerlo así facilita que la sociedad evolucione, cambie, se transforme hacia planteamientos más justos y libres, mientras que no hacerlo produce un esfuerzo que sólo conseguirá acomodar a las personas a los deseos y los requerimientos del poder y la riqueza.
La metodología del lenguaje total parte de la realidad, de la experiencia propia, para dejar nacer los sentimientos, los recuerdos, la imaginación, la intuición, las emociones. La lectura connotativa es el punto de partida del proceso de aprendizaje, ese punto de partida que la cultura occidental ha obviado, eliminado, suprimido, con demasiada frecuencia. Pero la pedagogía de la comunicación no se queda ahí, en las connotaciones. La lectura denotativa intenta descubrir simple y llanamente lo que vemos, describirlo sin calificativos, echar números, identificar los componentes, no es el momento de sacar conclusiones.
La lectura estructural, la lectura crítica, produce la síntesis de lo interior y lo exterior, lo connotativo y lo denotativo. El punto de encuentro de lo individual, lo familiar, lo social, el entorno ambiental. A partir de ahí la creación se adueña del proceso, en forma de poesía, de narración, de relato, pintura, danza, música, dibujo, fotografía, o en forma de un nuevo artefacto.
El trabajo creativo, el trabajo productivo se toman de la mano. Se convierten en momento de encuentro de la persona con la sociedad, reto transformador, movimiento social, participación política, protagonismo de las personas, las sociedades, los pueblos, en la definición de su propio futuro.
Han pasado muchos años, más de 50, desde que el Lenguaje Total comenzó su andadura. En tiempos de triunfo de la imagen, la Pedagogía de la Comunicación ha hecho mucho para preparar el camino que permite a nuestras sociedades afrontar la hegemonía de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, sin perdernos en la jungla.
Buena parte de esos instrumentos, de esas habilidades, de ese aprendizaje para leer el mundo, interpretarlo, transformarlo, se lo debemos a personas como Paulo Freire y como Francisco Gutiérrez. Personas que son ejemplo para quienes asumen la tarea de educar en nuestros días.
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Francisco Javier López Martín fue secretario general de CCOO de Madrid entre los años 2000 y 2013.
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La conmemoración del centenario de Paulo Freire me trajo a la cabeza aquellos años en los que comenzamos la andadura educativa siguiendo su proyecto de Pedagogía de la Liberación y leyendo ávidamente aquellos dos textos fundamentales en nuestra informal formación docente: Pedagogía del Oprimido y La educación como práctica de la libertad.
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