¡Marchando una de bosques!

Carmelo Marcén Albero

En la mercadería en la que se ha convertido la administración estadounidense, cada día que pasa tiembla la naturaleza, palidece el mundo y llora la biodiversidad. Parece una continua provocación a lo que antiguamente se llamaba sentido común. Ahora nos enteramos de que el nuevo mandatario americano ha entregado los bosques públicos, ¿sus bosques?, a la industria maderera privada. Cualquiera que no lo haya votado en las pasadas elecciones considerará esta nueva “trumpada”, en su mundo/cantina, un atentado a la biodiversidad, por un lado. Por otro, supone la merma de los derechos humanos del mundo entero; también de los estadounidenses. Sabido es que la influencia de la ocurrencia llegará a todo el mundo, por eso de que el aire viaja hacia donde las fuerzas físicas lo encaminan.

Nos imaginamos que ya estará temblando, entre otros, el oso Yogui que tanto colorido le daba al bosque de Yellowstone en las películas de dibujos animados de hace unas décadas

Los grupos conservacionistas de allí han entrado en pánico. La nueva orden ejecutiva firmada por el presidente D. Trump tendrá seguramente un efecto desastroso sobre las especies en peligro de extinción, pero también en la crisis climática. Los argumentos dados por el mandatario para semejante atropello hace reír y llorar a la vez a la gente que piensa, y tiembla. Se afirma que la medida provocará “la expansión inmediata de la producción maderera estadounidense; así se frenarán los incendios forestales”, y se protegerá a las comunidades. Deducción lógica la de ese señor: si nada hay, nada se quema. Lo peor del asunto es que cada vez crecen más sus aplaudidores en todo el mundo, señal inequívoca de la eclosión del pensamiento ilógico.

Pero no solo ese desatino maderero, de eliminación de bosques vitales, alumbra sus pensamientos cual subasta de veleidades. Para asegurarse del buen fin del asunto ha nombrado nuevo jefe del Servicio Forestal de Estados Unidos a un ex ejecutivo de la empresa maderera Idaho Forest Group, se dice que es un lobista corporativo que impulsa la tala como nadie. ¡Qué difícil resulta parodiar algo que en sí mismo es una parodia!

El autor del desatino tiene en contra a los grupos conservacionistas de todo el mundo. Los de allí le avisan de que la tala indiscriminada podría contaminar el suministro de agua de millones de personas. Nos imaginamos que ya estará temblando, entre otros, el oso Yogui que tanto colorido le daba al bosque de Yellowstone en las películas de dibujos animados de hace unas décadas. Por cierto, conservacionistas americanos ya han hecho saber a sus mandatarios en una de las principales entradas al Parque Nacional que Yellowstone is not for sale".

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Carmelo Marcén Albero es socio de infoLibre.

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