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En el año 2002, en el curso de una atroz ofensiva del ejército israelí en Cisjordania, Ariel Sharon, entonces primer ministro de Israel, dijo en una intervención pública con tono de arenga: "lo que iniciamos en el 48 aún no ha concluido". Aquello que se inició en 1948 fue la expulsión de la población palestina de su tierra, la limpieza étnica llevada a cabo por milicias sionistas que luego se convirtieron en ejército israelí, en los meses previos y posteriores a la proclamación del Estado de Israel. Las palabras de Sharon hace ya casi 20 años eran tanto una amenaza como una declaración de intenciones: la colonización de Cisjordania iba a continuar y a acelerarse. Al igual que en 1948 el objetivo, tal como lo expresaron entonces los dirigentes sionistas, sigue siendo "conseguir el máximo de territorio posible con el mínimo de habitantes posible", aunque ahora los métodos tengan por fuerza que ser diferentes.
La colonización que Israel lleva a cabo desde hace décadas en Cisjordania es paulatina y sistemática. En el caso de Jerusalén Oriental, que, al igual que el resto de Cisjordania y Gaza es territorio ocupado y no "en disputa" como pretenden la diplomacia israelí y sus medios de propaganda, el proceso de vaciado de población palestina adquiere tintes dramáticos. La terminología oficial habla de " judeización de Jerusalén", lo que en realidad significa "acoso y expulsión de la población palestina de Jerusalén". Los anuncios de desalojo de diez familias del barrio jerosolimitano de Sheik Harrak para que en sus viviendas se asienten colonos no es un caso aislado ni menos aún una "mera disputa urbanística entre particulares", como cínicamente alegan los portavoces del gobierno israelí, es un paso más en el proceso de expulsión de la población palestina de Jerusalén. Y también una gota que colma el vaso de la indignación y desata el estallido de violencia que como en otras ocasiones ha terminado teniendo en Gaza su escenario más mortífero.
El relato israelí, que muchos de los medios occidentales adoptan como propio, señala a las milicias de Hamas y el lanzamiento de cohetes como punto de arranque de esta escalada de violencia y justificación de la matanza que el ejército de Israel está perpetrando en Gaza. Es un relato tramposo tejido a base de ocultamientos y medias verdades. Esta crisis no comenzó en Gaza sino en las calles de Jerusalén. Comenzó con cientos de jóvenes palestinos alzados en protesta para defender el barrio de Sheih Harrak y reprimidos a tiros por las fuerzas israelíes. Las primeras víctimas de esta matanza cayeron en Jerusalén. Hamas, que tiene por costumbre responder a las provocaciones de Israel sin medir las consecuencias, lanzó sus primeros cohetes y el ejército de Israel encontró la cobertura esperada para aplastar a la atrapada e indefensa población de Gaza.
Resulta obsceno escuchar al señor Netanyahu alegando que su objetivo es Hamas y no la población de la Franja cuando ya en la primera semana de bombardeos van más de medio centenar de niños muertos y decenas de edificios de carácter claramente civil, entre ellos la torre en la que se alojaban los medios de prensa, destruidos. Gaza es uno de los lugares más densamente poblados del planeta, no hay línea divisoria entre zonas civiles y militares ni posibilidad de que la haya. Gaza es un gueto en el que más de dos millones de personas permanecen encerradas, vidas bloqueadas por un bloqueo que dura ya 14 años. Vidas destruidas por las bombas. Gaza es un gueto que periódicamente es bombardeado por Israel. Más del 75% de su población son refugiados del 48, hijos y nietos de quienes fueron expulsados de sus casas hace 73 años. Como las 10 familias palestinas que Israel pretende expulsar ahora del barrio de Sheih Harrak. La ira de Gaza es la misma que estalló en Jerusalén.
A diferencia de Cisjordania, el gobierno israelí no tiene aspiraciones territoriales en Gaza. O las abandonó hace tiempo, cuando en 2005 Ariel Sharon decidió evacuar a los 8.000 colonos judíos asentados en la Franja. "La desconexión de Gaza servirá para afianzarnos en Cisjordania", dijo Sharon entonces. Netanyahu sigue esa estrategia pero de manera más cruel. En Gaza ya no hay colonias, así que es atacable desde el aire.
En Cisjordania, el objetivo es ampliar la colonización y anexionar territorio, de modo que conviene hacer la vida de la población palestina cada vez más difícil y forzar su marcha. Los palestinos de Jerusalén, en su mayoría familias que pueden remontar su permanencia en la ciudad a varias generaciones, tienen como única acreditación un permiso de residencia revocable si, por la razón que sea, estudios o un contrato de trabajo por ejemplo, permanecen fuera de su ciudad durante más de un año o si un miembro de la familia es acusado de terrorismo o detenido por lanzar piedras a los soldados. En Cisjordania, las colonias judías no son solo urbanizaciones muy coquetas en lo alto de las colinas, son terrenos expropiados a propietarios palestinos y rodeados de alambradas y soldados "por razones de seguridad" y una red de autopistas "sólo para colonos" por donde no pueden circular vehículos palestinos. En Cisjordania está el muro que separa a campesinos de sus tierras y rodea ciudades como Kalkilia con más de 40.000 habitantes cercados por una pared de ocho metros de altura y solo una vía de acceso y los puestos de control del ejército en cada carretera, cada entrada y cada salida de una ciudad.
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En Cisjordania es el apartheid y el robo paulatino de la tierra. En Gaza, el bloqueo y las bombas. Todo ello está detrás del estallido de violencia que una vez más sacude la zona. Y una vez más todo pasa sin que pase nada. Ante la pasividad cuando no complicidad de quienes podrían pararlo. Sin una reacción efectiva de la comunidad internacional para imponer el derecho y parar la matanza.
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Teresa Aranguren es periodista y escritora. Autora, entre otros libros, de 'Palestina, el hilo de la memoria'.
En el año 2002, en el curso de una atroz ofensiva del ejército israelí en Cisjordania, Ariel Sharon, entonces primer ministro de Israel, dijo en una intervención pública con tono de arenga: "lo que iniciamos en el 48 aún no ha concluido". Aquello que se inició en 1948 fue la expulsión de la población palestina de su tierra, la limpieza étnica llevada a cabo por milicias sionistas que luego se convirtieron en ejército israelí, en los meses previos y posteriores a la proclamación del Estado de Israel. Las palabras de Sharon hace ya casi 20 años eran tanto una amenaza como una declaración de intenciones: la colonización de Cisjordania iba a continuar y a acelerarse. Al igual que en 1948 el objetivo, tal como lo expresaron entonces los dirigentes sionistas, sigue siendo "conseguir el máximo de territorio posible con el mínimo de habitantes posible", aunque ahora los métodos tengan por fuerza que ser diferentes.
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