Plaza Pública
Pedro Fausto Canales: si no es ahora, ¿cuándo?
Pedro Fausto Canales Bermejo nos muestra una entrevista que le hicieron en el diario El Mundo, publicada en 2004, cuando tenía setenta años de edad. Canales Bermejo nos informa que su madre falleció al año siguiente a los noventa y ocho. Añade asimismo que su tía, única testigo presencial del drama que tuvo lugar en la localidad abulense de Pajares de Adaja, murió hace dos semanas a los noventa y nueve años, sin haber podido tener noticia de la exhumación de los restos mortales que se contienen en la caja 198, ubicada en la cripta de la capilla del Sepulcro del llamado Valle de los Caídos. Se trata de los huesos de su cuñado Valerico, padre de Pedro Fausto Canales Bermejo, y de los de quienes fueron asesinados en el verano sangriento de 1936 en la citada localidad: Celestino Puebla Molinero, Emilio Caro García, Flora Labajos Labajos, Pedro Ángel Sanz Martín, Román González Enrique, Valerico Canales Jorge, Víctor Blázquez del Oso.
Lo que reitera por enésima vez Pedro Fausto Canales Bermejo, que tenía dos años cuando un grupo de falangistas irrumpió en su casa de madrugada y detuvo a su padre, con la particularidad de que en esta ocasión quepa gritarlo al que dice ser el primer gobierno de coalición progresista desde la Segunda República, es que está harto de esperar. Que esa espera se inició hace más de dieciocho años, cuando los restos mortales de los asesinados no fueron hallados en la fosa en donde los arrojaron sus verdugos y se supo que habían sido secuestrados y enterrados en 1959 en el Valle de Cuelgamuros, como ocurrió con 15.000 víctimas del franquismo.
Al día de hoy, el país no es el mismo que cuando Pedro Fausto comenzó a buscar los huesos de su progenitor. España ha dispuesto de casi dos legislaturas bajo el gobierno del Partido Socialista y de una precaria Ley de Memoria Histórica para que la digna inhumación de esos restos mortales hubiera sido posible, como lo fue con un retraso excesivo la exhumación de los restos mortales del dictador, enterrados en una basílica católica durante más de cuatro décadas. Hace casi dos, este país no había visto rebrotar una espina histórica que para los hijos de los vencidos que fueron asesinados y enterrados como alimañas es más dolorosa que para cualquiera, sobre todo ante la elusiva respuesta a sus demandas por parte de los sucesivos gobiernos que se han ido turnando: el renacimiento de la extrema derecha como partido parlamentario con un número considerable de escaños.
Pedro Fausto Canales Bermejo acaba de cumplir 87 años y su consideración es la propia que cabe hacer a esa edad y la que se hicieron antes su madre y su tía nonagenarias, así como tantísimos familiares de la víctimas del fascismo enterradas sin nombre en fosas y cunetas, que han venido falleciendo a lo largo de cuarenta años sin poder dar el digno enterramiento debido a la memoria de los suyos: "No quiero ni pensar –dice Fausto- que pueda ocurrirme lo irremediable, después de una denodada lucha durante toda mi vida adulta y con total dedicación desde hace veinte años, y no pueda ver siquiera que las autoridades gubernamentales den la orden de penetración en el bunker maldito".
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Parece obvio estimar que este debería ser un asunto obligado y de inmediata atención por parte del primer gobierno de coalición que dice ser progresista desde la Segunda República. Como Pedro Fausto, siguen a la espera las familias con resoluciones judiciales firmes para la exhumación de los restos mortales de hasta 31 víctimas de la dictadura, según prometió el Partido Socialista hace más de dos años. Mientras la extrema derecha gana asientos a una derecha extraviada en Andalucía, el Congreso y Cataluña, cabe preguntarse: si no es ahora, ¿cuándo?
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Félix Población es periodista y escritor. Su último libro es 'La memoria nombrada' (Ed. El viejo topo, 2018)