¿Piensan nuestros políticos en la sostenibilidad urbana?

Mina Polacek

El crecimiento urbano, junto con los nuevos problemas a los que se enfrentan las ciudades por la emergencia climática, es uno de los mayores desafíos dentro de los proyectos de desarrollo urbanístico. El papel de las urbes cada vez se plantea más orientado a la sostenibilidad, mientras su habitabilidad tiende a la precariedad. Estos nuevos enfoques no se encaminan sólo hacia el respeto con el medio, sino que también se piensa en los individuos como peatones, cuyo bienestar en el espacio público y la movilidad responsable deben ser una prioridad.    

En España, Pontevedra se ha convertido en un modelo pionero para la movilidad verde reconocido por la ONU, mucho antes de que la sostenibilidad fuera un objetivo primordial para las ciudades. En 1999, el alcalde, Anxo Fernández Lores, se propuso tres objetivos: incentivar el transporte a pie, reducir la contaminación acústica, y disminuir la circulación de automóviles en el centro; de esta manera recuperó el casco histórico junto con su comercio local. Medidas que parecen simples y evidentes fueron pioneras en aquel momento y, ahora, más de veinte años después, sigue siendo un modelo ejemplar de sostenibilidad urbana. Su proyecto al principio causó recelo, pero la ciudadanía ha cambiado la mentalidad al respecto, y el grado de satisfacción frente al modelo una vez asentado es muy alto. 

No obstante, a pesar de ejemplos tan positivos, muchas localidades caminan en otras direcciones, y parece que las políticas urbanas sostenibles no tienen cabida en algunos ayuntamientos. En Madrid, una vez finalizado el mandato de Manuela Carmena, la zona de bajas emisiones ‘Madrid Central’ fue una de las primeras políticas derogadas por Martínez-Almeida. Fue el primer gobierno municipal que, a nivel europeo, dio marcha atrás en una normativa urbana de reducción de emisiones, a pesar de haberse constatado en varios informes que los objetivos se habían cumplido con creces. Después de varios tira y afloja entre derogaciones, multas anuladas y protestas por parte de vecinos y asociaciones medioambientales, la regulación ha vuelto casi a las mismas condiciones que las que propuso Más Madrid en 2018; no obstante, los costes del cambio de señalización de la nueva ‘Madrid 360’ ascienden a más de 180.000€. Otro caso paradigmático es el de Elche, que desde la llegada al Consistorio de PP y Vox se han propuesto eliminar la zona de bajas emisiones y los carriles bici, un plan que ya está en marcha y que se calcula que costará lo mismo que se invirtió para implantarlo. 

Es imprescindible que se defienda el bienestar de la vida urbana, y que todas las corrientes políticas remen en favor de la sostenibilidad

Sin embargo, sigue habiendo ejemplos esperanzadores, como es el caso de Medellín. La ciudad colombiana lleva desde 2016 desarrollando un plan en el que ha invertido más de quince millones de dólares para la construcción de varios corredores verdes que han aumentado la biodiversidad a más del doble, reducido una media de 2ºC la temperatura e incentivado el uso de la bicicleta. 

Cabe destacar cómo, a nivel nacional, otras ciudades como Valencia apuestan por la sostenibilidad, obteniendo el título de Capital Verde Europea del 2024. El 97% de la población de esta urbe vive, como mucho, a 300 metros de alguna zona verde. Se trata de un logro que solo tienen catorce ciudades –entre las que se encuentra también Vitoria– y que la capital valenciana ha conseguido gracias no solo al jardín urbano más grande de Europa, sino también por la recuperación de las plazas y la apuesta por la peatonalización.

La fórmula para que las ciudades sean más amigables parece que radica en dos factores fundamentales: espacios verdes -no solo necesariamente orientados al ocio y descanso, sino también como zonas de paso y una movilidad respetuosa con el peatón-, y transportes alternativos para que el vehículo particular pierda privilegios. La solución para quitarle el trono a los coches radica en un sistema de transporte público eficaz y seguro, además de potenciar los carriles bici. 

Las nuevas corrientes arquitectónicas y urbanísticas empiezan a poner en valor la reflexión frente a los planteamientos impositivos, y finalmente se impone la tendencia de no seguir construyendo tomando como modelo antiguos esquemas; lo que es necesario a partir de ahora no es modificar, sino dar pie a ciudades integradoras que constituyan formas alternativas de habitar y construir. 

Existe una gran variedad de nuevas propuestas a favor de la habitabilidad, la comodidad y la sostenibilidad en el espacio público, y no parten solo de corrientes estéticas que rápidamente pueden quedar obsoletas. 

El enemigo que se presenta en estos proyectos es lo que algunos denominan como "la infraestructura gris”, o el hormigón, material que atrae el calor y que mata cualquier tipo de vida orgánica. El arquitecto y paisajista chino Kongjian Yu es el creador del concepto de la ciudad esponja, y entiende que el agua es un recurso necesario que debe traspasar las presas y embalses y se utilizado como un aliado en la arquitectura del futuro. En este sentido, propone un sistema de retención de agua por medio de terrenos porosos y humedales, lo que ayudará a bajar las temperaturas, disminuirá los riesgos por inundación y purificará de las aguas residuales. 

Es necesario que las instituciones remen en favor de iniciativas de este tipo, y para ello no solo es necesario que se defiendan y promuevan, sino un cierto nivel de consenso entre partidos que vaya más allá de las agendas políticas y los gobiernos de turno. Es imprescindible que se defienda el bienestar de la vida urbana, y que todas las corrientes políticas remen en favor de la sostenibilidad.

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Mina Polacek es antropóloga y analista de la Fundación Alternativas.

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