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Predicar en el desierto: la tierra no será habitable si continúa el ‘saqueo’ medioambiental

Isaac Pozo Ortego

Probablemente no se haya usted enterado porque las noticias de ciencia son aburridas y los científicos unos ‘cenizos’ que siempre están poniéndose en lo peor. Pero el centro de Resiliencia de la universidad de Estocolmo ha actualizado su índice de límites planetarios, y no vamos bien. 

Los límites planetarios es un concepto que desarrollaron en 2009 Johan Rockström y sus colaboradores, en el que identificaban nueve procesos claves para la estabilidad de la tierra y que no debían superarse. Estos límites representan el "espacio operativo seguro" que mantiene el mundo habitable para la mayoría de las especies, incluida la nuestra.

Existe una frase que dice que “lo que no se mide no existe y además no se puede mejorar”, así que estos límites se utilizan como indicadores, al igual que se hace con el PIB en economía o la fiebre en medicina, que son síntomas indirectos de cómo funciona el sistema. La tierra tiene cierta capacidad de recuperarse, la muy utilizada palabra resiliencia, pero una vez que se supera este límite no es capaz de hacerlo.

En el año 2009 ya se superaban tres de esos límites: el cambio climático, la destrucción de la biosfera y los ciclos del fósforo y el nitrógeno. En 2015 se revisó el estudio y se superó el cambio en los usos del suelo. Y, finalmente, a comienzos del mes de septiembre se ha vuelto a realizar el estudio y hemos sobrepasado seis barreras en total, ya que hay que añadir a la lista el consumo de agua dulce y la contaminación química.

Definamos qué son estos límites y para qué sirve cada uno. Hagamos un viaje en sentido contrario a las agujas del reloj revisando los que ya hemos superado:

La contaminación química: La concentración de sustancias con efectos tóxicos no ha dejado de aumentar desde mediados del siglo XX. Desde metales pesados e hidrocarburos hasta micro plásticos existen miles de sustancias de origen humano que están presentes en todos los lugares de la tierra. 

El cambio climático: Es el indicador más obvio y sobre el que más conocemos. Se sabe que cuando superamos las 350 partes por millón de CO2 en la atmosfera tenemos efectos derivados del cambio climático. Según el último dato disponible, en mayo de 2023 el nivel es de 424 partes por millón, y subiendo.

La tierra tiene cierta capacidad de recuperarse, la muy utilizada palabra resiliencia, pero una vez que se supera este límite no es capaz de hacerlo

La destrucción de la biosfera: Según un estudio internacional, más de un millón de especies están en peligro de extinción. Y, además, no hacemos más que añadir especies domésticas para alimentarnos. Pero también preocupa la diversidad genética, especialmente en el mundo vegetal, que usamos para la alimentación: cada vez tenemos menos especies, pero estas son más iguales entre ellas, siendo más sensibles a enfermedades y plagas. 

Los cambios en el uso del suelo: En la actualidad se calcula que más de la mitad de la superficie habitable de la tierra se dedica a cultivos. Estamos destruyendo hábitats naturales para producir comida y materiales. Este riesgo se combina con la diversidad genética del anterior. 

El consumo de agua dulce: El consumo de agua de boca (agua azul) no deja de crecer, pero también la disponibilidad de agua para las plantas (agua verde) disminuye por las sequías provocadas por el cambio climático, y llegaremos a situaciones donde tengamos que elegir entre beber o producir comida. 

Los ciclos del fósforo y el nitrógeno: Estos dos elementos son los principales nutrientes de microorganismos y plantas. Relacionado con los cambios de uso del suelo, los humanos hemos alterado este equilibrio, añadiendo nitrógeno en forma de fertilizantes.

Y ahora revisemos los que aún no hemos superado: 

La acidificación de los océanos: Los océanos son el receptor último de todos los productos que añadimos a la biosfera. Nos ayudan a regular algunos procesos como el cambio climático, disolviendo más de un tercio del CO2 que emitimos a la atmosfera y alterándose la química del océano. Sin embargo, esta absorción está llegando a su límite, afectando a la vida marina y al efecto regulador.

Los aerosoles atmosféricos: Este es un indicador un poco menos desarrollado; tiene en cuenta las partículas que emitimos a la atmosfera, pero aún no tenemos claros sus efectos sobre el clima y la disponibilidad del agua.

La destrucción de la capa de ozono:  Aunque suene a problema de los años noventa, sigue vigente. Si recuerdan del colegio, la capa de ozono es una capa fina de la atmosfera que nos protege de algunas radiaciones que emite el sol. El uso de refrigerantes industriales hizo que esta capa adelgazara. Gracias al Protocolo de Montreal se limitaron estos compuestos y tenemos más o menos controlado el problema. 

Y esta es la situación actual. Pasan los años y seguimos sobrepasando límites. Sabemos que cuando trabajamos todos juntos podemos implementar medidas que ayuden a paliar estos problemas, como se hizo con la capa de ozono, como se ha empezado a hacer tímidamente con el cambio climático. Es evidente que es necesaria mayor investigación en algunos límites y ojalá los científicos se hayan equivocado y la tierra sea capaz de aguantar más. Pero lo que se ve con el paso de los años es un patrón de empeoramiento sobre el que parece que hacemos poco, o que lo poco que hacemos no es suficiente. Pero no me hagan caso seguramente sea uno de esos agoreros.

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Isaac Pozo Ortego es gestor de Proyectos de la Fundación Alternativas.

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