La vida política española, con la entrada de Vox en el Parlamento andaluz tras las elecciones del 2 de diciembre, está sufriendo una fuerte sacudida. Se combinan demasiados interrogantes que conviene analizar en su conjunto. A mí se me ocurre agruparlos dentro de dos ejes analíticos: debate público y estrategia electoral.
El principal tema que ha copado la atención preferente de los medios en los últimos meses tiene que ver con el independentismo catalán, su vía unilateral y la respuesta del Estado. En esta cuestión, la izquierda ha ido a remolque del empuje de partidos como el PP o, especialmente, Ciudadanos, mucho más cómodos en estas lides. Al fin y al cabo, el partido de Albert Rivera surge en 2006 del “problema catalán”.
La desventaja de fondo de la izquierda tiene que ver con su histórico problema de reconciliación con símbolos como la bandera o la idea misma de España. Simplemente no hay encuadre. Por este motivo, cuando la discusión pública se ve monopolizada por el “tema España” y sus amenazas; socialistas y podemitas lo pasan realmente mal.
Pero, creo yo, la entrada en escena de Vox está cambiando esta circunstancia, los matices del “tema España”. Y, ya se sabe, el quid de la cuestión en política, muchas veces, es una cuestión de matices. Con la ultra derecha a las puertas, el acento de la idea de España se está desplazando desde “la amenaza catalana” hacia la propia “idea de nación”. Una nación definida en términos indigestos: la vieja idea de la España franquista, el nacional-catolicismo y, quizá también, en la línea de otros populismos europeos, de solar patrio amenazado por la inmigración y movimientos como el feminismo o la reivindicación de los derechos de los homosexuales.
Ante esta tesitura, no es que la izquierda haya podido fijar por fin un encuadre convincente de España, que sigue sin tenerlo. La clave se encuentra en que, sencillamente, ya no es necesario. Porque el “tema España” se ha vuelto más bien reactivo a ojos de muchos ciudadanos y movimientos sociales. Ante la idea de España de la ultra derecha no es necesario ya oponer un encuadre alternativo, resulta suficiente con movilizar apoyos en su contra.
De este modo, entramos en el segundo eje analítico que me gustaría mencionar aquí: el de la estrategia electoral. El pasado viernes 14 de diciembre, la periodista de la Cadena Ser, Pepa Bueno, abría su noticiario de las 8 de la mañana del programa Hoy por Hoy mencionando la enésima irrupción del ex presidente José María Aznar en la estrategia que la derecha debería poner en marcha.
Y destacaba una cuestión que a mí me parece de importancia crucial. Lo que pretende Aznar es una reedición de los dos períodos de crispación política vividos en España en el pasado reciente. El del final del felipismo con el “váyase señor González” que protagonizó directamente. Pero también el de la “teoría de la conspiración” que dirigió a la sombra de sus títeres Eduardo Zaplana y Ángel Acebes.
Si en aquellos momentos la crispación pivotó sobre la corrupción y el terrorismo, respectivamente, ahora se propone que lo haga sobre la “idea de España”. Pero el ex presidente, que seguro tendrá en mente una agrupación de la derecha, empezando en el PP, pasando por Ciudadanos y terminando en Vox; no está teniendo en cuenta dos cuestiones muy importantes que se le podrían volver, una vez más, en contra.
En primer lugar, no aprende de sus errores. Las tácticas de crispación extrema y juego sucio puestas en marcha tanto en el período 1993-1996 como en el más reciente 2004-2008 le salieron por la culata y agravaron problemas que ahora padecemos, como la polarización en Catalunya. Además, en ambos momentos, la izquierda se movilizó en su contra. Parecen estrategias de impacto moderado entre los suyos (ya convencidos) y de sensibilidad extrema entre los electores moderados y progresistas.
El segundo error de cálculo de Aznar, y de la derecha que representa, tiene que ver con la mutación del propio tema de debate “España” que acabamos de comentar. De la dañina para la izquierda “cuestión catalana”, se pasa ahora a la preeminencia de la rancia idea de España que ha puesto encima de la mesa Vox. La movilización de la izquierda, como ya sucedió en el pasado, podría volver a producirse.
Por estos motivos, un adelanto electoral no parece descabellado. O, cuanto menos, un redoble de las estrategias movilizadoras de una izquierda que tiene ante sí la posibilidad de recuperar la iniciativa. Aunque sea por la vía de la reacción contra Vox y la derecha aznariastaaznariasta. -----------------------------------------------------
Antón R. Castromil es profesor en la Universidad Complutense.
La vida política española, con la entrada de Vox en el Parlamento andaluz tras las elecciones del 2 de diciembre, está sufriendo una fuerte sacudida. Se combinan demasiados interrogantes que conviene analizar en su conjunto. A mí se me ocurre agruparlos dentro de dos ejes analíticos: debate público y estrategia electoral.