Según los informes del PNUMA, el consumo anual de recursos se ha triplicado y supera en 1,5 veces la capacidad de regeneración de la Tierra, poniendo en peligro el suministro de bienes vitales para las generaciones futuras. Ante este escenario, se ha propuesto la transición de la economía lineal mundial a una economía circular. Este cambio implica la reutilización de materiales tras el final de su vida útil, y prolongar su uso el mayor tiempo posible para obtener el máximo beneficio del bien fabricado.
Esta transición de una economía lineal a una circular no solo está generando beneficios ambientales, sino que, además, es una importante fuente de generación de nuevos empleos. Y aunque parezca una obviedad, estos empleos, catalogados como “empleos verdes”, además de beneficiar al medio ambiente también deben beneficiar a los trabajadores y trabajadoras, es decir, deberán ser empleos seguros y de calidad. Pero cuando se analizan estos nuevos yacimientos de empleo, en muchas ocasiones nos encontramos con que no se están considerando con suficiente profundidad los riesgos que para la salud de los trabajadores supone el desarrollo de la economía circular.
Por ejemplo, el uso de nuevos bio-catalizadores o las nuevas bio-refinerías, así como el bio-tratamiento a gran escala, son procesos que entrañan tantos riesgos como las refinerías convencionales, aun cuando el resultado de las primeras sea infinitamente más respetuoso con el medio ambiente. Además, generan residuos químicos sobre los que aún no se han determinado con precisión sus efectos sobre la salud. Y, aunque de manera general, los riesgos laborales asociados al desarrollo de la economía circular, en muchas ocasiones implican tan solo el análisis de alguna nueva técnica o sustancia y, por tanto, generan pocos cambios respecto a los riesgos ya identificados. En otros casos nos enfrentamos a una amplia gama de posibles afecciones. Especialmente en lo referente a la exposición química. La falta de conocimiento sobre las sustancias que se encuentran en los artículos reutilizados o reciclados es cada vez más preocupante y, por ello, la UE está adoptando medidas relativas a la trazabilidad de sustancias químicas peligrosas en los residuos y los flujos de materiales reciclados.
Los principales riesgos dependerán tanto de la innovación tecnológica como de la velocidad a la que se vayan acometiendo los cambios hacia la generación del nuevo sistema productivo. Por lo tanto, es importante que las evaluaciones de riesgos se realicen en las primeras fases del ciclo de desarrollo de las tecnologías o productos, a fin de garantizar la seguridad del trabajador. El cambio hacia una economía más circular exige que, en vez de considerar los posibles riesgos de las sustancias químicas peligrosas durante la fabricación y eliminación, la evaluación del riesgo deba tener en cuenta la posibilidad de que dichas sustancias químicas peligrosas vuelvan a entrar en nuevos productos.
Uno de los aspectos fundamentales para el desarrollo de la economía circular son las acciones sobre los residuos plásticos. La exposición a sustancias químicas peligrosas, como los denominados disruptores endocrinos —sustancias que alteran el sistema hormonal—, puede tener lugar durante toda la vida útil de los productos plásticos, desde el proceso de fabricación hasta el contacto con el consumidor, el reciclaje, la gestión de residuos y la eliminación. En los productos de larga vida, como los materiales de construcción y las carcasas de los aparatos electrónicos, las sustancias químicas pueden seguir estando presentes a la hora de darles una segunda vida a estos materiales.
Por tanto, los plásticos reciclados también pueden contener sustancias químicas tóxicas, si los residuos plásticos utilizados para la fabricación del producto no han sido procesados o clasificados eficientemente para eliminar los riesgos. Se ha demostrado que muchos tipos de productos de consumo fabricados a partir de plásticos reciclados contienen sustancias químicas peligrosas, incluidos productos y juguetes para niños. De hecho, un estudio sobre plásticos reciclados en China encontró bromo en el 36,7% de los productos de consumo, siendo los electrodomésticos y los juguetes los objetos más probables. Pero esta contaminación con bromo también ocurre en Europa.
Una investigación reciente encontró una variedad de retardantes de llama en vasos térmicos y utensilios de cocina de plástico negro reciclado en el mercado europeo. Estos estudios han llegado a concluir que el reciclado de equipo eléctrico y electrónico puede dar lugar a altas exposiciones de bromo en los trabajadores y trabajadoras, durante la etapa de reciclado y en el uso de productos reciclados. Por tanto, parece evidente que, a la hora del reciclaje del plástico, los flujos de residuos puedan contener aditivos heredados, que es necesario eliminar para garantizar la salud de los trabajadores.
Los plásticos reciclados también pueden contener sustancias químicas tóxicas. Se ha demostrado que muchos productos de consumo fabricados a partir de plásticos reciclados contienen sustancias químicas peligrosas, incluidos juguetes para niños
Por tanto, y a fin de reducir la exposición a compuestos químicos peligrosos como disruptores endocrinos en los procesos de reciclado, junto a las decisiones políticas para preservar nuestro medio ambiente, resulta necesario establecer restricciones sobre el uso de sustancias nocivas en la fabricación de materiales reutilizados para conseguir que los objetivos de economía circular respeten también la salud.
Una economía circular de los productos plásticos solo puede hacerse realidad si la normativa es coherente con las tecnologías de reciclado. Y, para ello, es importante generar un marco normativo seguro que permita una valorización de los plásticos reciclados, y que los recicladores se comprometan y adopten el concepto de descontaminación, mediante tecnologías de clasificación o basadas en disolventes. Pero, dado que en la actualidad no existen procesos técnicos rentables que garanticen una eliminación completa, de momento se deberán centrar los esfuerzos en fijar umbrales de peligrosidad de los aditivos químicos heredados que garanticen la salud de los trabajadores, así como establecer unas normas de actuación para que el operario manipule los flujos de plásticos que contienen contaminantes químicos de forma segura, controlada y eficaz.
En definitiva, nos encontramos con numerosas lagunas de conocimiento que dificultan una evaluación exhaustiva de los peligros y riesgos de las sustancias químicas en la economía circular. En primer lugar, hay una escasez sustancial de información, o falta de acceso a ella, sobre cómo se utilizan las sustancias químicas específicas o qué sustancias químicas se utilizan, en qué aplicación, en qué cantidades, y en qué niveles están presentes en materiales como, por ejemplo, los envases de plástico acabados. Además, disponemos de una información insuficiente sobre los patrones de uso de las sustancias químicas que impide realizar evaluaciones basadas en la exposición. Por lo tanto, es urgente disponer de información pública sobre el uso de sustancias químicas, especialmente en los plásticos y la composición exacta de los artículos de plástico acabados, a fin de poder afrontar un sistema de reciclado seguro para los trabajadores y el medio ambiente.
Es lógico pensar que la forma más eficaz de evitar o reducir los riesgos es la sustitución de estos compuestos químicos, pero debemos ser conscientes de la existencia de los potenciales riesgos de las sustancias utilizadas como sustitutos que, aunque menores que los de la sustancia original, no son nulos. En este sentido, en la fabricación de bioplásticos, en donde las fuentes no renovables de monómeros plásticos han sido reemplazadas por otras renovables, como por ejemplo en el bio-PE, en donde el monómero plástico etileno se produce a partir del almidón de la caña de azúcar en vez de productos petroquímicos, nos encontramos que contienen aditivos químicos similares a los de los plásticos convencionales que pueden seguir teniendo efecto sobre la salud.
En definitiva, y aun cuando podemos considerar que el campo de los bioplásticos refleja la necesidad de un cambio en la industria de los plásticos hacia soluciones más sostenibles para el medio ambiente, se requiere mucho más desarrollo antes de que podamos atender plenamente los problemas relacionados con la reciclabilidad y su aplicación en la salud laboral.
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José Luis de la Cruz es director de Sostenibilidad de la Fundación Alternativas.
Según los informes del PNUMA, el consumo anual de recursos se ha triplicado y supera en 1,5 veces la capacidad de regeneración de la Tierra, poniendo en peligro el suministro de bienes vitales para las generaciones futuras. Ante este escenario, se ha propuesto la transición de la economía lineal mundial a una economía circular. Este cambio implica la reutilización de materiales tras el final de su vida útil, y prolongar su uso el mayor tiempo posible para obtener el máximo beneficio del bien fabricado.