Si yo fuera Pedro Sánchez
En primer lugar, no me gustaría estar en su piel. Debe estar hasta la coronilla, tal y como refleja su carta y tiene una difícil decisión por delante, si merece la pena seguir o no de presidente del Gobierno. Ha llegado a esta situación por la campaña desatada, primero, contra él y ahora contra su familia con bulos hacia su mujer y la aceptación judicial de la denuncia de un grupo ultraderechista sin ningún tipo de prueba acreditada.
Si yo fuera Pedro Sánchez, iría a la esencia del problema político planteado. Pensaría que estamos ante un ataque a la democracia que se apoya en una durísima campaña de deslegitimación desde que accedió al Gobierno, en la utilización descarada de mentiras por la bulosfera, el bloqueo anticonstitucional del poder judicial y la utilización de jueces en episodios de lawfare.
Estamos ante algo muy parecido a un golpe de Estado blando, el único tipo de golpe hoy posible en el contexto europeo. Algo que ya se ha experimentado en Portugal, con una operación judicial que forzó la dimisión de António Costa por corrupción sin que hubiera motivo para ello, como se ha demostrado posteriormente. Las consecuencias están a la vista: caída del Gobierno socialista, pérdida de las elecciones, gobierno de la derecha y crecimiento meteórico de la ultraderecha. Este es el modelo que parece que quiere aplicar un sector de la judicatura en connivencia con las derechas ultras en España,
Si yo fuera Pedro Sánchez, no dimitiría por esta estrategia desestabilizadora de las derechas. Porque sería capaz de analizar políticamente las causas y objetivos que persigue. Y porque tendría la suficiente experiencia para resistir y batirme frente a ella y poner distancia emocional para ser eficaz en mi praxis política. No me haría dimitir la basura antidemocrática impulsada por las derechas ultras, tampoco por los medios de comunicación engrasados con dinero público y por jueces afines.
Dimita o no Pedro Sánchez, el único arreglo posible a la degradación de la política es que se conjuren todos los demócratas para defender la democracia y que haya una respuesta cívica de la ciudadanía, los partidos políticos y las organizaciones sociales
Pero, si yo fuera Pedro Sánchez, quizá me iría por el fuego amigo y por la falta de responsabilidad de mis aliados. Puede quemar más la campaña de crítica interna de los tuyos o la certeza de que todo está perdido si tiene un vacío político a su izquierda. Uno puede jugárselo todo si tiene la retaguardia tranquila y confía en sus compañeros de proyecto político. Hay batallas que por su envergadura no se pueden librar en solitario. Por ello, si yo fuera Pedro Sánchez, las condiciones que pondría para seguir serían:
- Apoyo interno del partido. Lo que no está reñido con las críticas y discrepancias que puedan existir. No se trata de cesarismo, sino de que no puede darse una descalificación continua que regala argumentos a la derecha de personajes como García Page, Lambán, Felipe González o Alfonso Guerra.
- En cuanto a los aliados a la izquierda, la cosa es aún más complicada. Si vamos a los hechos, prácticamente han desaparecido en las elecciones autonómicas de Galicia y del País Vasco. Si vemos las últimas encuestas publicadas, se puede concluir que si hoy hubiera elecciones generales, ganarían seguro las derechas, por el agujero existente a la izquierda del PSOE por la pérdida de votos y, sobre todo, por su no optimización. Si yo fuera Pedro Sánchez, no me gustaría seguir en una agonía conducente a la derrota final. No olvidemos que por esa misma razón convocó las elecciones generales el 23 de julio en un golpe de mano brillante, que entonces funcionó. Si no se quiere regalar el poder al PP y a Vox hay que tener la madurez suficiente en la izquierda para poner fin a los enfrentamientos.
- Sí yo fuera Pedro Sánchez, solo seguiría para aplicar un programa avanzado de país. Que, entre otras medidas, abordase la defensa de los servicios públicos, el derecho a la vivienda, una fiscalidad progresiva y suficiente. Y muy especialmente, que aplique una reforma judicial que evite bloqueos anticonstitucionales como el del Consejo General del Poder Judicial y la práctica del lawfare de jueces-soldados de partidos políticos. Defender a toda persona (llámese Antonio Rodrigo Torrijos, Pablo Iglesias, Irene Montero, Juan Carlos Monedero...) de los ataques parafascistas y de la arbitrariedad judicial, debe ser una lección definitivamente aprendida.
- Si yo fuera Pedro Sánchez, pensaría en la importancia que tiene una educación para la ciudadanía que, más allá de asignaturas específicas o de sus contenidos currículares, refuerce el compromiso con la democracia, los derechos humanos y la tolerancia. Porque el desarrollo moral necesario para combatir la barbarie solo se consigue con una educación pública, laica y democrática.
En resumen, pediría unidad y política de izquierda. Pero las emociones pueden llevar a Pedro Sánchez a dimitir. Con ello quizá aumentaría su leyenda dando una lección de modos, demostrando que no tiene ningún apego enfermizo al poder como no han parado de acusarle. Pero debe saber que nadie está a salvo –ni dimitidos ni muertos– si gana el enemigo, que diría Walter Benjamin. Entiendo al presidente del Gobierno y el hartazgo que pueda tener, pero tengo claro que la política y la calle no se le pueden dejar a la derecha. PP y Vox van a seguir diciendo y haciendo lo mismo, haga él lo que haga.
Así las cosas, creo que Pedro Sánchez tiene claro que aquí hay muchas responsabilidades y no solo la suya. Mediría si hay voluntad de cerrar conflictos y remar todos en la misma dirección para impedir que los bárbaros que están a las puertas tomen el poder. Habría que poner pie en pared para evitar el encanallamiento de la política y la desafección de la gente. No estamos ante una cuestión de derechas o de izquierdas. Dimita o no Pedro Sánchez, el único arreglo posible a la degradación de la política es que se conjuren todos los demócratas para defender la democracia y que haya una respuesta cívica de la ciudadanía, los partidos políticos y las organizaciones sociales.
Agustín Moreno, profesor de Geografía e Historia, sindicalista de CCOO, activista social y ex diputado de Unidas Podemos en la Asamblea de Madrid.