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Vehículos autónomos vs. autónomos de vehículos

Gerardo Centeno

Elon Musk no deja de acaparar noticias. Es lo que tiene ser el individuo más rico del mundo, puede pasar en pocas horas de presentar inimaginables adelantos tecnológicos a apoyar al candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos de América.

Empresarios metidos a políticos para luego ser políticos metidos a empresarios, complejo círculo en el que entra el director general de X, Tesla y The Boring Company. En una semana ha sido aclamado por la ciencia, denunciado por la productora Blade Runner, acusado de compra de votos en Pensilvania, destapado por The Wall Street Journal en cuanto a sus contactos con Vladimir Putin y tildado de adoctrinador de fascistas por Nicolás Maduro. Un récord de permanencia en los medios de todo el orbe.

Pero tanta velocidad lleva en sus apariciones que no da tiempo a analizar sus propuestas empresariales, que es precisamente lo que algunos pensaban que era su ámbito antes de verlo compartir atril en mítines políticos con Donald Trump. Pinta raro el futuro. Aun así, se hace necesario echar la vista atrás unos días para no pasar definitivamente página de la presentación de Cybercab, el coche eléctrico de Tesla que promete conducirnos autónomamente por la ciudad de la mano de la Inteligencia Artificial.

Según Musk, en 2026 los taxis robots estarán listos, y un año después aprobados por los diferentes organismos para trasladar sin necesidad de conductor tanto a personas como a mercancías por las vías urbanas o interurbanas de cualquier país del mundo.

El futuro y la ciencia ficción se harán presentes. Pero no estamos en una novela de Isaac Asimov, sino en una sociedad global que merece un pequeño pensamiento. ¿Es esta innovación beneficiosa? La vida consiste en aprender que todo lo que nos aparece al alcance de la mano posee dos caras. Una con pros y otra con contras. Entendible es que en la presentación de los flamantes taxis autónomos solo se trataran los primeros, pero hagamos el esfuerzo y pensemos en voz alta. De eso trata el progreso, de avanzar mirando a los lados por si algún pasajero ha caído por la ventanilla trasera del convoy.

Resulta evidente que la apuesta de Musk supondrá un ahorro en los salarios de los conductores (50% menos cada kilómetro en el caso de autobuses y más aún respecto a taxistas urbanos) y se solucionaría la creciente falta de nuevos trabajadores en un sector que presenta síntomas de fatiga.

Se estima que son necesarios más de 30.000 conductores para transportar mercancías por carretera en Europa mientras que los sindicatos ponen el acento en la necesaria jubilación anticipada de una actividad que no se ajusta a profesionales de más de sesenta y cinco años. Con estos mimbres, la innovación de los vehículos conducidos por Inteligencia Artificial puede parecer positiva, pero existen otro tipo de condicionantes que no podrán ser obviados.

Como ya habrán podido apreciar, la idea empresarial del magnate sudafricano (con nacionalidad estadounidense) se dirige al empresario, al que ha bautizado con el título de pastor de taxis, pero no al conductor individual que se gana la vida con su coche, camión o camioneta. La nueva oportunidad de negocio pasará por invertir en varios vehículos autónomos, a 30.000 euros cada uno, y pastorear el rebaño desde la aplicación informática de turno.

Aquí no aparece ni por asomo el trabajador autónomo que hemos conocido hasta la fecha en el mundo del transporte, ni tampoco los conductores asalariados de las flotas. ¿Qué sucedería si Musk no errara en sus cálculos y en 2027 los Teslas sin nadie al volante inundaran las calles de las grandes urbes y las principales carreteras? La bolsa de conductores de más de cincuenta años que ahora piden relevo generacional serían expulsados de su empleo. Serán demasiados para pensar que pudieran recolocarse rápidamente en algún otro sector.

¿Qué sucedería si Musk no errara en sus cálculos y en 2027 los Teslas sin nadie al volante inundaran las calles de las grandes urbes y las principales carreteras? La profesión del taxi, camión o autobús dejaría de ser un modo clásico de ganarse la vida para pasar a ser un negocio controlado por grandes capitales que no requieren mano de obra

La profesión del taxi, camión o autobús dejaría de ser un modo clásico de ganarse la vida para pasar a ser un negocio controlado por grandes capitales que no requieren mano de obra. ¿Qué hacer ante esto? Será tarea de los poderes públicos ordenar la velocidad de la implantación de las nuevas tecnologías para evitar la destrucción irremediable de empleo.

Conducir, nunca mejor dicho, es la función de los gobiernos cuando la estabilidad de la sociedad está en mitad de la carretera sin semáforo que detenga el tráfico. Pisar el acelerador o el freno no corresponde aquí a los empresarios, sino a los dirigentes responsables. Pero ¿qué esperaremos de los políticos que han llegado al poder aupados por los empresarios? Preguntemos a la Inteligencia Artificial para saber qué opinión le merece…

Podríamos hablar también de la seguridad de esos vehículos sin la mano del hombre en su dirección, pero ese será un asunto que tratar por los expertos y por las compañías de seguros, que a todas luces están en estos instantes planeando sus próximos pasos. De momento, conformémonos con el debate. Sin ayuda de la IA, a lo clásico. Hablemos, pensemos y escuchemos antes de que los faros de los nuevos inventos nos cieguen en plena curva.

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Gerardo Centeno es letrado consistorial y autor de la obra 'A Pedales'.

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