Crisis del coronavirus
Ni 70% ni 90%: "Se acabó hablar de inmunidad de grupo"
Ya no tiene sentido hablar de la inmunidad de grupo. Mediante este fenómeno, la protección ante un patógeno de una mayoría de un grupo social debilita e incluso impide su transmisión, protegiendo a los no inmunizados de sus efectos. Se calcula mediante el número de reproducción, el R0, que a grandes rasgos indica a cuántas personas contagia de media un positivo. En los primeros albores de la pandemia, se estimó que con un 70% de inmunizados con respecto al total de la población española ante el SARS-CoV2, la crisis sanitaria acabaría. Pero, al llegar, las autoridades sanitarias aseguraron que no era suficiente y que habría que alcanzar entre un 80% y un 90%.
Sin embargo, expertos en Salud Pública e inmunólogos llaman a olvidarnos de la cifra. Evidentemente, cuantos más vacunados mejor, para evitar miles de hospitalizaciones y muertes. Un 90% siempre es mejor que un 80% y un 80% es mucho mejor que un 70%. Pero sin fijarnos metas que no tienen por qué ser reales: ahora sabemos mucho más de la transmisión del SARS-CoV2, del peligro de las variantes y del efecto de las vacunas. "Se acabó hablar de inmunidad de grupo", pide Alfredo Corell, catedrático de Inmunología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
El experto explica las razones que le llevan a hacer una afirmación tan contundente. Respeta el concepto epidemiológico y reconoce su utilidad: pero ya no para la pandemia actual. "El fenómeno se ha visto que es insuficiente por muchos motivos". En primer lugar, por la duración de la inmunidad, tanto natural como de la vacuna. Lo normal sería que decayera, sobre todo en personas con defensas más débiles. Pero, matiza, aún sabemos muy poco: varios estudios reflejan una caída predecible de los anticuerpos a partir de los seis meses, pero no es el único mecanismo que tiene el cuerpo humano para defenderse del invasor. "Si la inmunidad no es de larga duración, necesitaríamos un porcentaje más alto", asegura.
En segundo lugar, por la eficacia de las vacunas. Pese a unos primeros ensayos clínicos de resultado espectacular, ningún producto alcanza el 100% de eficacia. Los rangos reales son muy buenos, pero no perfectos: entre el 90% y el 95% para las vacunas de ARN mensajero como Pfizer y Moderna, dependiendo de la variante; 55% para las basadas en virus inactivados, y entre 60% y el 80% para las vacunas de Janssen y AstraZeneca. Todo lo que cae del 100% hay que incluirlo en el cálculo del porcentaje necesario para la protección de rebaño.
Y en tercer lugar, por el cambio en la predominancia de las variantes. La transmisibilidad del virus ha ido mejorando desde que salió de China entre enero y marzo de 2020. "El R0 podria llegar a ser entre 8 y 10 contagiados por cada persona infectada. Se sabe que la cantidad de virus que tiene una persona con la variante delta es mucho mayor y se pueden producir contagios al aire libre", asegura Corell.
La variante delta obliga a un cálculo mínimo del 90%. Pero si incluimos el resto de variables, la cifra se puede ir por encima del 100%, lo que sería absurdo. Eso no quiere decir que un 90% de población española vacunada no sea una grandísima noticia que, además de reducir al mínimo los cuadros graves, bajaría aún más una incidencia de contagios que se encuentra en torno a los 70 casos por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días, aun con restricciones mínimas. Pero la inmunidad de grupo ya no sirve para decretar un fin absoluto de la pandemia.
Corell pide, en vez de obsesionarnos con porcentajes, "poner el foco en tener el mayor número de personas vacunadas posible, en proteger a las personas vulnerables y en la vigilancia de nuevas variantes". Carmen Cámara, de la Sociedad Española de Inmunología (SEI), coincide con su colega. "Cada vez es más difícil de calcular la cifra para la inmunidad de grupo", por lo que los esfuerzos deben dirigirse a, sin establecer falsas esperanzas, seguir manteniendo el liderazgo con respecto a la inmunización en el continente, un espectacular éxito de país. Y seguir, aunque se haga largo, controlando la pandemia.
Mientras la mayoría de la población de los países de ingresos bajos y medios siga sin vacunar, pueden surgir nuevas variantes aún más transmisibles que se impongan, como llevan meses repitiendo los especialistas. Por eso, todos los expertos y la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) creen que tiene más sentido apostar por el acceso global a la vacuna por encima de una tercera dosis sin evidencia científica para la población general, que ya ha sido aprobada por el regulador estadounidense.
Sexta ola y vacunación aún más masiva
Si la inmunidad de grupo no se ha alcanzado y las vacunas no evitan del todo que el virus siga circulando y generando contagios y enfermedad... ¿es posible la sexta ola? La que durante mucho tiempo fue la cara visible de la gestión española contra el covid, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (Ccaes) Fernando Simón, cree que sí puede haber un nuevo repunte de contagios. Los eventos masivos, como el macrobotellón de la pasada semana en Madrid, pueden acelerar la transmisión, unido a la llegada del otoño, que como comprobamos con la segunda ola favorece la circulación de patógenos –frío, contactos estrechos en interiores–.
Sin embargo, no viviremos ni explosión de contagios entre amplias capas poblacionales ni cifras de hospitalizaciones y fallecimientos comparables a las de cualquier otro momento de la pandemia. A diferencia de julio, el porcentaje de vacunación supera el 70% en todos los tramos etarios susceptibles de vacunarse. Solo los niños de 0 a 12 años no han sido convocados al pinchazo. El 76,4% de los españoles ya cuentan con la pauta completa. El ritmo, envidiado en toda Europa, se ha ralentizado: se ponen poco más de 100.000 dosis al día en España en esta última semana.
Dada la desaceleración, ¿será posible llegar al 80% o al 90%? Con respecto a la primera de esas metas, Cámara cree que "sin duda" llegaremos. Es muy difícil saber qué mueve a los que aún no se han vacunado: si el negacionismo activo o la pereza. Las comunidades autónomas, cuentan varias fuentes de consejerías de Salud o Sanidad del país, no pueden saber los motivos de los que rechazan inocularse la vacuna. Por ahora, no se han lanzado campañas públicas de persuasión a los rezagados, pero las llamadas desde la administración a estas personas son continuas. La inmunóloga opina que la mayoría de los que aún no han recibido ninguna dosis no lo hacen porque no perciben el riesgo, más que por rechazo o miedo al suero. "Tenemos un 95% de vacunados contra la sarampión en España. Somos el país más provacunas de Europa".
Sin embargo, llegar al 90% sí parece más difícil. Para ello habría que convencer a casi absolutamente todo el mundo. Por lo menos, mientras no se apruebe la vacuna para niños de 0 a 12 años el 11% de la población española, o que incluso se apruebe en los planes pediátricos de inmunización. Cámara pide mucha prudencia. El balance riesgo/beneficio para los niños es claramente proclive a no vacunarse: sufren covid grave con una frecuencia anecdótica. El beneficio es colectivo: inmunizarlos, aunque las vacunas no sean perfectas, cortará aún más las alas al coronavirus.
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Si a nivel individual la vacuna puede ser más peligrosa, por sus efectos secundarios, que el covid, es obvio que los ensayos clínicos tienen que ser muy amplios, con muchos voluntarios, y con amplio nivel de detalle para prevenir cualquier complicación. "Es inevitable que se termine aprobando. Inmunológicamente hablando, no está justificado porque no sufren enfermedad grave. Pero desde el punto de vista de la Salud Pública, sí. Los ensayos tienen que ser absolutamente escrupulosos, con un número enorme de niños".
La última de las tareas de la Salud Pública tras la quinta ola es decidir si se aprueba la tercera dosis en general, más allá de personas con inmunodepresión o mayores en residencias. Los inmunólogos no se cansan de repetir que, aunque se perciba una caída de anticuerpos a los seis meses, eso no quiere decir que el cuerpo tenga menos defensas ante la enfermedad. Se infravalora una y otra vez el papel de la inmunidad celular y los estudios que buscan clarificar la necesidad de un booster no la miden.
"Hay que saber hacer esos estudios", ironiza Cámara, poniendo en valor su especialidad. "Además, son más caros y hay que hacerlos en el día, porque las muestras no se pueden congelar. Eso lo complica, y los inmunólogos somos muchos menos". Lo ideal es simultanearlos con estudios como los de Israel, que no miden anticuerpos sino la incidencia de la enfermedad en colectivos vulnerables y vacunados. La normalidad total está cada vez más cerca, pero no podemos dejar de trabajar hasta la victoria definitiva.