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La abstención volverá el 14F a cotas previas al 'procés' con la duda sobre qué bloque resultará más afectado

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Movilizar al electorado para convencer al indeciso y conseguir que los votantes no se queden en casa es uno de los principales objetivos que se marcan los partidos políticos cuando se ponen a planear unos comicios. En el caso de las elecciones que se celebran en un contexto de pandemia, como ocurre con las catalanas del próximo 14 de febrero, en la ecuación para la consecución de estos objetivos hay que meter las dificultades que entraña llegar a los ciudadanos con aforos reducidísimos, actos telemáticos y restricciones de movilidad.

El resultado que arrojen las urnas el 14F será la foto, no sólo de una sociedad catalana que ha sido testigo de cómo en los últimos tiempos ha bajado la tensión política de los años de procés, sino también de cómo han asimilado el contexto de pandemia. A la espera de esa foto definitiva, lo que tenemos son encuestas y lo que dicen es que, metiendo todos esos elementos en la coctelera, una de las predicciones es que la abstención puede dispararse.

El grueso de las sondeos prevé una participación ligeramente por encima del 60%, una caída de más de diez puntos porcentuales respecto a los comicios de 2015 y de casi veinte en comparación con los de 2017.

La última encuesta del Centro d'Estudis d'Opinió (CEO), el CIS catalán, publicada el pasado 29 de enero, ubica la participación en el 62%, lo que deja la abstención en el 38%. Similares datos arroja el último sondeo del GESOP para El Periódico de Catalunya, que estima una participación en la horquilla del 60-63%.

Fuente: Parlament de Catalunya

Un simple vistazo a los datos de participación y abstención de la historia electoral de las elecciones al Parlament nos devuelve a datos de hace unos diez años, antes de que se iniciara el procés. Mucho tienen que equivocarse las encuestas para que la participación de los comicios del próximo domingo se acerque a la de las citas de 2017 y 2015. 

En las autonómicas de 2015, la participación alcanzó niveles inéditos hasta entonces, superando la barrera del 70%: 74,95%. Pero dos años después, la marca creció hasta el 79,09% (20,91% de abstención). Eran los años de Mariano Rajoy (PP) en la Moncloa. Los de la resaca del 1-O, el encarcelamiento de Oriol Junqueras y varios exconsellers y la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Los años del choque de trenes Estado-Generalitat.

"Se juntan varios factores. Está el miedo a la pandemia, pero sobre todo el hecho que la pandemia dificulta hacer campaña de forma muy activa. También, una bajada de la tensión política bastante evidente, que creo que puede tener bastantes consecuencias", resume la politóloga Berta Barbet en conversación con infoLibre. 

En los últimos años, la cuestión independentista ha perdido peso en la agenda y el hecho de que llevemos un año conviviendo con el virus también ha hecho que esta cuestión tenga que convivir con la preocupación ciudadana por los efectos sanitarios y económicos de la pandemia.

No obstante, pese a que la abstención se dispara, si las encuestas no se equivocan, la desmovilización no será histórica. Antes de 2015, ha habido diez elecciones al Parlament de Catalunya entre 1980 y 2012. En ellas, la abstención ha oscilado entre el 32,24% de 2012 y el 45,13% de 1992, la cifra más alta de toda la serie. Si prescindimos de los atípicos resultados de 2015 y 2017, la media de abstención se ubica en el entorno del 39%, dato muy similar al que reflejan ahora las encuestas para el 14F.

Dando por sentado, por lo que nos dicen las encuestas, que será casi imposible llegar a niveles de participación como los de 2017 y 2015, ¿hay una parte del electorado en la que pueda producirse una mayor movilización?

Con todas las cautelas que require un escenario con tantas aristas como el actual, el politólogo y profesor en la Universidad Carlos III de Madrid Pablo Simón cree que la hipótesis más fundamentada es que la bajada de participación se concentre más en el bloque no independentista. "El electorado más indeciso es más vulnerable", destaca.

Por su parte, el politólogo de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC)Ernesto Pascual no se atreve a establecer un patrón sobre la participación y la abstención. Al respecto, considera que "el paradigma de que la participación era buena para unos y no para otros, ya quedó destrozado".

¿Sirven las vascas y las gallegas como espejo?

Las elecciones autonómicas vascas y gallegas se celebraron el pasado 12 de julio, con restricciones por la pandemia, pero ya fuera del estado de alarma. En el caso de Euskadi, la abstención rozó el 50%: 49,22%. En el caso de las gallegas fue algo superior, del 51,03%. Son datos superiores a los que atribuyen los sondeos para Cataluña.

Comparados estos comportamientos con los de las elecciones anteriores en ambas comunidades, celebradas en 2016, la mayor diferencia se da en el País Vasco. En cuatro años, la abstención aumentó en 9,24 puntos porcentuales Desde el 39,98% de 2016 al 49,22% de 2020. 

En Galicia el cambio es menos acusado: 4,93 puntos porcentuales. En las últimas elecciones al Parlamento de Galicia, las del 12J, la abstención fue del 51,03% y cuatro años antes, del 46,37.

Al hilo de estos datos, Pablo Simón recuerda que en Euskadi, en municipios con tasas altas de covid-19, entre dos y cuatro puntos de la abstención se explican por el miedo a la pandemia. En un contexto como el actual, con una incidencia superior, los efectos podrían ser mayores.

El politólogo de la Carlos III recupera estos datos de un estudio sobre los efectos del covid-19 en las elecciones vascas de julio coordinado por Tania Fernández-Navia. Los autores comparan la tasa de participación de aquellos municipios en los que había positivos (220) con la de aquellos en los que no hubo ningún infectado por la pandemia (31). Los principales resultados de este análisis muestran que aquellas localidades afectadas por la pandemia tuvieron una caída en la participación de entre 2,7 y 4,4 puntos porcentuales más que aquellos libres de virus. Extrapolados estos números a la caída de 9,24 puntos porcentuales respecto a las elecciones de 2016, esto supone que el miedo al covid-19 sería el responsable de entre el 29,3% y el 47,8% de ese incremento. "Dado que en la jornada electoral apenas había casos positivos, nuestra hipótesis es que el miedo (y no la probabilidad de contagio real) está detrás de esta importantísima caída en la participación. De hecho, los comicios de 2020 fueron los que registraron una menor participación desde los de 1984", puede leerse en el citado estudio.

Berta Barbet cree que pueden existir ciertas similitudes entre el contexto vasco y el catalán. "En algunas cosas es comparable", mantiene. A su juicio, la pandemia desmovilizaría a aquellos colectivos menos proclives a votar. Y cita a los electores que tienen menor nivel de estudios y a aquellos "que tienen menos interés por la política".

Recuerda Batet que ya se dio en País Vasco y que las encuestas para las elecciones catalanas apuntan un poco a la desmovilización de aquellos que no perciben los comicios autonómicos como los más importantes y quienes tienen "una identidad más española". "En el País Vasco fue bastante evidente y en Cataluña puede haber un poco de esto, a pesar de que el contexto es distinto. Porque las elecciones en Cataluña están mucho más competidas que las del País Vasco, donde parecía claro que el PNV iba a ganar", sostiene Berta Barbet.

¿Y el contexto europeo?

No es España el único país europeo que ha vivido ciclos electorales en plena pandemia. Y no hay patrones claros respecto a la participación. El 12 de julio, Polonia celebraba la segunda ronda de las elecciones presidenciales con una participación histórica: el 68,1%, la segunda más alta en unas presidenciales en 30 años de democracia desde la caída del comunismo. La cifra superaba el 64,51% de la primera ronda, que ya era la más elevada en unas presidenciales desde 1995.

En el lado contrario están las presidenciales de Portugal, celebradas el 24 de enero. En esta cita, la abstención fue histórica con casi el 61%, 10 puntos más que la registrada en 2016 (51,3%).

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En un contexto con tanta incertidumbre sobre la participación, el grueso de los partidos se han volcado en Cataluña en pedir a los electores que ejerzan su derecho por correo. El mensaje parece haber calado en la ciudadanía. Un total de 284.706 personas han pedido hasta este viernes —cuando se cerró el periodo de solicitud— votar por correo, una cifra "récord" en unos comicios en Cataluña.

La cifra definitiva supera al anterior récord de 107.421 (establecido en 2015) y representa un 350% más que en las últimas elecciones al Parlament (en 2017), según informó la Generalitat este sábado en un comunicado.

Del total, más de 80.000 personas han solicitado el voto por correo de forma telemática, y estas elecciones son las primeras en que se podrá votar sin salir de casa, entregando el voto a un trabajador de Correos. Además, 133.148 personas que han solicitado votar por correo ya han emitido su voto, una cifra también muy superior a la de 2017, y los electores podrán hacerlo hasta el 12 de febrero, informa Europa Press.

Movilizar al electorado para convencer al indeciso y conseguir que los votantes no se queden en casa es uno de los principales objetivos que se marcan los partidos políticos cuando se ponen a planear unos comicios. En el caso de las elecciones que se celebran en un contexto de pandemia, como ocurre con las catalanas del próximo 14 de febrero, en la ecuación para la consecución de estos objetivos hay que meter las dificultades que entraña llegar a los ciudadanos con aforos reducidísimos, actos telemáticos y restricciones de movilidad.

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