El adiós de Laura, tras aprobarse su eutanasia: "Nunca esperé un final de vida tan bonito como este"
"Morir, vamos a morir todos, pero la forma de morir que yo elegí me parece maravillosa". Con estas palabras cargadas de emoción y gratitud se despedía este martes la viguesa Laura Fernández Abalde, tras acelerarse su solicitud de eutanasia. Su última voluntad por fin se ha cumplido: decidir ella misma cómo sería el final de su viaje. Y lo ha hecho rodeada de sus seres queridos y en tiempo récord, doblegando los plazos extremadamente garantistas de la Consellería de Sanidade gallega.
Laura había sido diagnosticada con un melanoma uretral grave y, a sus 67 años, se encontraba en fase terminal. Firme activista por el derecho a una muerte digna, se hizo miembro de la asociación DMD (Derecho a Morir Dignamente) en el año 2006. Una asociación que le ha servido de refugio durante su enfermedad y que le ha acompañado hasta su último suspiro: "Desde que me hice socia me siento una persona afortunada. Hay gente que haciéndose un seguro de vida está encantada de la vida. Pues a mí, ser socia de DMD me da la tranquilidad de que cualquier cosa que tenga que ver con la muerte la puedo consultar con alguien".
Como no podía ser de otra forma, ha recaído en su asociación la tarea de transmitir su último mensaje. Un video en el que, sin dejar de agradecer y celebrar la vida, se acuerda de su familia, sus médicos y sus compañeros de lucha y en el que aprovecha incluso para mandar un contundente mensaje político.
"La gente no lo entiende, pero yo llevo muchos años pensando y defendiendo la eutanasia, la ley de muerte digna", empezaba explicando. "El testamento vital va a reflejar qué cosas querías cuando tu cabeciña ya no pueda decidir. Le evitas a tu familia que tenga que decidir por ti y le ahorras también problemas a los médicos, que así saben qué valores de vida tenías", sostenía convencida.
Un procedimiento que, por otra parte, no termina una vez que la decisión está tomada. Una burocracia asfixiante trata de imponer sus plazos. En el caso concreto de Galicia, según contestó en un primer momento la Consellería a Laura, completar todo el proceso requiere "un mínimo" de cuarenta días, frente a la media estatal de 27. Un plazo que explica que el año pasado, tan solo en esta comunidad, 14 personas fallecieran esperando al veredicto de su solicitud. El mismo número que consiguió llevar su voluntad a término.
La enfermedad no espera. Por eso, Laura ha peleado hasta el final para acelerar su eutanasia. Y lo ha conseguido, en la mitad del plazo estimado. "En cuanto me den el ok, les voy a decir, depende de cómo me encuentre, que entre hoy y mañana ya. Poder estar aquí con mi gente y decirles: 'Bueno, fue una maravilla convivir con vosotros, aunque a veces hubo alguna bronquilla'. Y luego dormirme. Me parece un broche que ni en una película de Hollywood", imaginaba en su despedida.
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Fue el pasado viernes cuando, por fin, recibió la noticia que tanto esperaba. No habría más esperas. La eutanasia se le aplicaría el martes, a las 9 de la mañana. Y así ha ocurrido. Esta mañana, en la habitación 705 del servicio de paliativos del Hospital Meixoeiro y escasos minutos antes de las 10, Laura se marchaba “riendo y rodeada de su gente”, según han relatado sus compañeros de activismo.
¿Su mensaje político? "Le pediría al Ministerio de Sanidad y a las comunidades autónomas que tengan en cuenta los cuidados paliativos, muchísimo más de lo que los tienen ahora", pedía. En otras palabras: que inviertan en las unidades de paliativos. "Y a la gente que, cuando vaya a votar, vote a los que apoyan estas causas y no a los que las restringen y luego gastan en cosas que no nos benefician. En los próximos años, en nuestro país, habrá que luchar para mantener lo conseguido con la Ley de Eutanasia y reclamar su cumplimiento efectivo", añadía a modo de advertencia.
"Tuve una buena vida y tendré una buena muerte. Será como una anestesia total, una muerte feliz", concluía sonriendo.