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Agricultores y ecologistas alertan sobre los efectos en España de la operación Bayer-Monsanto

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"Nos complace anunciar la fusión de nuestras dos grandes empresas, lo que supondrá un enorme paso adelante para nuestra área de agricultura y reforzará la posición de liderazgo de Bayer como empresa centrada en ciencias de la vida". Con estas palabras, el presidente del Consejo de Dirección de la firma germana, Werner Baumann, hacía público a mediados de septiembre la fusión de Bayer AG con Monsanto, la polémica multinacional de productos agroquímicos que tantas protestas ha generado a nivel mundial en los últimos años. Tras un constante tira y afloja, la compañía estadounidense aceptó la oferta del gigante alemán: 58.500 millones de euros y alrededor de 1.700 millones de euros si la operación fracasa finalmente.

Las cifras desorbitadas convierten la fusión en una de las más caras de la historia. Un desembolso que tiene como principal objetivo convertir al nuevo gigante mundial en el líder del sector agroquímico. Además del farmacéutico, Bayer goza de fuerza en el negocio de los pesticidas. Monsanto, por su parte, es líder en el mercado de las semillas –convencionales y transgénicas– y los herbicidas –Roundup, muy criticado desde Bruselas por las consecuencias cancerígenas sobre los seres humanos, es el más conocido de la compañía–. La firma alemana es consciente de la importancia del acuerdo: "Con la transacción se fusionan dos negocios diferentes pero altamente complementarios", señalaban en el comunicado de prensa.

Bayer conoce la mala reputación que los transgénicos tienen en Europa. Por eso, según señalaron fuentes de la compañía a Bloomberg, la empresa germana está estudiando eliminar el nombre Monsanto, muy ligado a estos cultivos, de los productos que se comercialicen. Según constató el eurobarómetro del año 2010 sobre biotecnología, el rechazo a este tipo de cultivos aumentó del 57% en 2005 al 61% ese mismo año. Además, once países de la Unión Europea –Austria, Croacia, Francia, Grecia, Hungría, Letonia, Lituania, los Países Bajos, Polonia, Alemania y Chipre– han dejado clara su intención de prohibir estos cultivos en su territorio gracias a la nueva directiva europea.

Fue justamente ese rechazo en Europa lo que llevó a Monsanto en el año 2013 a retirar las diferentes peticiones de nuevos tipos de cultivos genéticamente modificados que estaban pendientes de aprobación, alegando falta de perspectivas comerciales. De esta manera, la firma estadounidense alejaba sus productos transgénicos de casi todo el territorio europeo. Sólo España, y en menor medida Portugal, continuaron manteniendo el sello Monsanto en sus campos. Ahora, tres años más tarde y de materializarse finalmente la fusión, la compañía agroquímica americana volverá a extender sus tentáculos sobre el Viejo Continente de la mano de Bayer.

Concentración de poder

"En lo correspondiente al sector agroalimentario, tiene una importancia absoluta porque el nuevo gigante estará presente en toda la cadena agroalimentaria española", sostiene en conversación con infoLibre Javier Santacruz, economista y profesor del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB), que recuerda que "Monsanto tiene prácticamente el monopolio de la producción de semillas transgénicas en España, además de ser uno de los principales proveedores de fitosanitarios –plaguicidas–". Según las estimaciones del Ministerio de Agricultura, en 2014 se sembraron en nuestro territorio 131.537 hectáreas del maíz transgénico MON810 –único autorizado en la UE– de la compañía agroquímica americana. Una simiente con gran presencia en Aragón, Cataluña y Extremadura. 

Sin embargo, las asociaciones ecologistas recuerdan que la unión de Bayer y Monsanto es sólo una más de las que se están dando en la industria agroquímica en los últimos meses. El pasado diciembre fueron DuPont y Dow Chemical las que anunciaron un futuro de la mano bajo el nombre DowDuPont. Y hace apenas un mes, ChemChina se hizo finalmente con la suiza Syngenta, competidora directa en la producción de pesticidas y semillas de Monsanto. Con estos movimientos, el 85% del mercado agroquímico dejaría de estar en manos de siete empresas diferentes para repartirse entre los tres grandes conglomerados y la compañía germana BASF.

"Estas empresas acumulan cada vez cuotas más grandes de poder y es mucho más difícil su control", sostiene en conversación con este diario Gabriela Vázquez, del área de Agroecología de Ecologistas en Acción, que añade que estos movimientos lo que hacen es reducir la competencia en el sector. Por este motivo, desde el Grupo Los Verdes/ALE remitieron una carta a la comisaria de Competencia europea, al ministro de Economía alemán y al presidente de la Oficina Federal de la Competencia pidiendo que no autorizasen la adquisición. "Esta megafusión afectaría a la libre competencia, que sería prácticamente inexistente", explica Ernest Urtasun, eurodiputado de ICV y uno de los firmantes de esta misiva. 

Incremento de precios

"Una concentración puede llevar a una menor oferta de productos y, por tanto, un incremento de los precios", completa Luis Ferreirim, responsable de Agricultura y Transgénicos de Greenpeace España. Algo con lo que coincide Urtasun, que argumenta con el estudio Concentración de poder en el mercado de semillas europeo, elaborado por su propio grupo, en la mano: "La concentración ha aumentado enormemente los precios de estos productos. Algunos estudios señalan un incremento de hasta el 30%". "Por lo tanto, para los productores españoles un riesgo importante es esta subida y su pérdida de competitividad global", completa. 

Ferreirim recuerda que el sector agrícola en nuestro país no está pasando por los mejores momentos. "Se paga muy poco por sus productos", dice. Por eso, desde la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), con presencia en todas las comunidades autónomas, aseveran que la fusión entre Bayer y Monsanto puede tener "consecuencias importantes y graves". "En el tema de semillas y de productos fitosanitarios ya estábamos asistiendo a problemas de concentración. Por eso nos preocupa, por el posible incremento de los costes de producción", señala en conversación con este diario Andoni García, responsable de Acción Sindical de COAG.

Santacruz, sin embargo, aunque no descarta que el precio de los productos que se comercializan pueda aumentar, trata de rebajar el tono. "El poder que tenga este nuevo conglomerado Bayer-Monsanto de decidir precios va a depender mucho de lo que haga la competencia, que, aunque no lo parezca, sigue siendo bastante grande en este sector", afirma el economista, que asegura que el aumento no se materializará con la misma facilidad que en otras industrias. Además, el profesor del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB) intenta evitar utilizar el término oligopolio a la hora de hablar de fusiones en el mercado agroquímico: "Más bien, yo diría que serán empresas con un poder de mercado mayor", apostilla.

Pymes y despidos

Otro de los posibles efectos de la compra afecta directamente a las pequeñas y medianas compañías españolas que ofertan este tipo de productos. "Hay pequeñas experiencias a nivel nacional en este sentido, pero su supervivencia es compleja a causa de normativas europeas más dirigidas a la comercialización de semillas a gran escala", señala García. Son empresas que buscan una relación más directa con los agricultores y que tendrán cada vez mayores problemas a la hora de mantenerse en pie frente a estos nuevos gigantes de la industria agroquímica. "Estos movimientos de multinacionales obliga a las pymes a unirse entre ellas porque su poder de negociación cada vez va a ser más pequeño", afirma Santacruz.

Otra de las preocupaciones tras una fusión tiene que ver con los despidos y la reestructuración de la empresa. Tanto Bayer como Monsanto tienen presencia en España y dan trabajo a unas 2.000 personas. Urtasun señala que "suele ser común" que compañías que llevan a cabo inversiones tan elevadas deban desarrollar un "plan de ajuste presupuestario" que puede ir acompañado de despidos. Sin ir más lejos, la firma alemana tuvo que recurrir a un acuerdo de préstamo sindicado co-suscrito por cinco entidades financieras –BofA Merrill Lynch, Credit Suisse, Goldman Sachs, HSBC y JP Morgan–.

"La verdad es que no sé cómo va a afrontar financieramente la compra la compañía de Leverkusen", sostiene Santacruz. A pesar de esto, el economista no cree que se vayan a producir despidos en este sector. "España es un país en el que todavía no está muy profesionalizado ese mercado. No encuentras con facilidad personal tan cualificado como para poder prescindir de los trabajadores que se quiera", completa el profesor del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB).

'Lobbies' y complicada fusión

Con la vuelta de Monsanto al corazón de Europa, las asociaciones ecologistas y el Grupo Los Verdes/ALE temen que la firma alemana redoble la presión sobre Bruselas para intentar rebajar las restricciones sobre los transgénicos. Sobre todo en lo relativo a la nueva directiva aprobada en 2015, que da poder a los Estados miembro para solicitar a firmas de biotecnología cuyos transgénicos ya han sido autorizados, o están pendientes de recibir luz verde, que no los comercialicen en sus países. Además, la nueva normativa comunitaria permite también a los gobiernos nacionales legislar para prohibir cultivos modificados genéticamente.

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Bayer es una de las firmas que más dinero dedica a hacer lobby en la Comisión Europea. Sin ir más lejos, en 2014 destinaron 2,46 millones de euros a esta actividad, según el informe Policy prescriptions. The firepower of the EU pharmaceutical lobby and implications for public health elaborado por el Observatorio Corporativo Europeo (OCE). "Hay un riesgo de que gane poder de influencia en las decisiones de la UE. Es decir, que pueda pasar como Volkswagen donde la regulación europea ha sido más laxa que la americana", señala Urtasun, que, sin embargo, añade que afortunadamente en Europa en materia ambiental "el marco sigue siendo muy avanzado y difícilmente cambiará o se pondrá en riesgo".

En una línea similar se posicionan Ferreirim y Santacruz. El responsable de Agricultura y Transgénicos de Greenpeace España afirma que "a mayor poder, mayor influencia" y agrega que al ser Bayer una firma europea "tendrán interés en que los productos que vayan a comercializar se autoricen". El economista, por su parte, recuerda que "son los lobbistas más importantes ante la Comisión Europea para desencallar el acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, el conocido como TTIP". "Junto con la que ejerce la industria del tabaco o la automovilística, son los que mantienen una mayor presión sobre Bruselas", sentencia Javier Santacruz.

Todavía ninguna de las fusiones en el sector agroquímico se ha materializado. Bayer y Monsanto esperan el visto bueno de las autoridades de competencia de sus respectivos países. Algo que ve complicado el profesor del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB). "Si nos atenemos a la parte americana, los mecanismos reguladores probablemente no acepten la fusión. Principalmente porque ambas compañías tienen cuotas de mercado solapadas y les van a obligar a vender algunos de sus negocios", apostilla el economista. Las organizaciones ecologistas cruzan los dedos para que la fusión no se materialice. "No hablamos solo de semillas e insecticidas. Hablamos de seguridad y soberanía alimentaria, del qué vamos a cultivar a partir de ahora y cómo", finaliza Ferreirim.

"Nos complace anunciar la fusión de nuestras dos grandes empresas, lo que supondrá un enorme paso adelante para nuestra área de agricultura y reforzará la posición de liderazgo de Bayer como empresa centrada en ciencias de la vida". Con estas palabras, el presidente del Consejo de Dirección de la firma germana, Werner Baumann, hacía público a mediados de septiembre la fusión de Bayer AG con Monsanto, la polémica multinacional de productos agroquímicos que tantas protestas ha generado a nivel mundial en los últimos años. Tras un constante tira y afloja, la compañía estadounidense aceptó la oferta del gigante alemán: 58.500 millones de euros y alrededor de 1.700 millones de euros si la operación fracasa finalmente.

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