El pasado 21 de marzo, la Policía Nacional intervenía en Marbella un alijo de 27 kilos de heroína y detenía a uno de los mayores distribuidores a nivel estatal. El 4 de abril, las autoridades detenían a tres jóvenes que simulaban ser repartidores de comida para entregar droga a domicilio, en València y Alicante. Son sólo algunos ejemplos, pero demuestran que el estado de alarma no contiene al tráfico de estupefacientes. Y la otra cara de la moneda: que la adicción continúa poniendo contra las cuerdas a miles de personas.
Fuentes de la Policía Nacional explican a infoLibre que el trabajo, en ese sentido, sigue siendo "el de siempre". Las medidas de seguridad han quedado reforzadas, señalan, pero las "unidades de policía judicial" afrontan su trabajo en cuanto a tráfico de drogas con normalidad. Lo mismo sostienen los Mossos d'Esquadra. "Sí es cierto que exponerte en las calles es más complicado, pero sigue habiendo casos", detallan. Y el protocolo es el mismo. La policía autonómica sí subraya que quienes trafican tratan de "adaptarse a la situación y buscan fórmulas para eludir la acción policial", como el reparto a domicilio, que ya era una realidad anteriormente. Los Mossos d'Esquadra también dicen haber detectado "algún caso con gente de Glovo" o plataformas similares de reparto.
Desde el Ministerio del Interior esgrimen que todavía es pronto para un análisis pormenorizado. "Aún no disponemos de datos para hacer el balance", dicen a preguntas de infoLibre. "Trabajamos con datos consolidados que nos pasan Fuerzas y Cuerpos de Seguridad", a partir de los que el sistema estadístico lleva a cabo "un análisis académico" que a un mes del estado de alarma no está confeccionado.
"Sabemos que cuando la gente quiere llegar, llega. Tanto el que quiere encontrarlo como el que quiere venderlo". Habla Elena Presencio, directora de Proyecto Hombre. "Si no es de una manera, será de otra" porque la droga –en sus diversas formas– "está ahí". Es cierto que el confinamiento limita las posibilidades de tráfico, "pero quien quiere consumir podrá encontrar las vías".
Proyecto Hombre cuenta con 27 centros en todo el Estado y atiende a unas 18.000 personas anualmente. En el ámbito residencial, quienes habitan los centros han experimentado cambios con el estado de alarma. "Tenemos centros en los que se han quedado prácticamente todos los residentes, otros que tienen soporte familiar y algunos perfiles que se fueron a su casa cuando se decretó el estado de alarma y ya no pudieron volver", relata Presencio. Proyecto Hombre, igual que otras asociaciones similares, lleva años "adaptándose a la realidad" y las adicciones "han cambiado mucho". La crisis sanitaria ha impuesto límites de difícil gestión, pero es "una adaptación más" y los equipos cuentan con "mucha experiencia, vocación y compromiso".
A los profesionales, explica la directora de la asociación, sí les preocupa algo que, si bien todavía "no ha emergido", acecha como problema: el consumo de alcohol, algo "tan accesible y socialmente permitido". Hay quien, durante el estado de alarma, "está muy sola y pasa por situaciones de depresión", por lo que el contexto le empuja con mayor facilidad a caer en adicciones. "Lo veremos después, también habrá personas que vendrán con duelos abiertos, situaciones complicadas a nivel personal y laboral", que en todo caso contarán con la atención sin condiciones de los profesionales. Las últimas estadísticas, relativas a 2017, revelan que el 91,2% de la población de entre 15 y 64 años ha consumido alcohol una vez en la vida y el 75,2% en los últimos doce meses.
Aunque todavía no existen datos oficiales a nivel estatal, un estudio determinó que la primera semana de confinamiento había derivado en un aumento del 78% en la venta de cerveza. Igualmente, este mismo lunes la Generalitat de Cataluña dijo haber detectado "menos droga en circulación, menos oferta, menos consumo", un declive que cifró en torno al 30% y el 50%. La sección de Adicciones y Patología Dual del Hospital Vall d'Hebron de Barcelona, según informó Europa Press, advirtió en añadido que las personas con adicciones han consumido durante el confinamiento cerca de un 80% más de alcohol y un 30% más de fármacos.
Presencio insiste en una idea: "Que nadie tire la toalla". Pero reconoce lo complejo de la situación. "Es muy estresante y las personas con un nivel de gestión emocional más precario que el de la media tienen que luchar con ello, resolver conflictos y que puedan seguir adelante". Su organización mantiene las terapias gracias a los medios telemáticos de los que se han servido la inmensa mayoría de plataformas asistenciales.
Del estrés habla también Teresa Rodríguez, responsable del Servicio de Información y Orientación de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (Fad). "El confinamiento provoca estrés, sobre todo el los jóvenes, que viven mucho de socializar", plantea. Si ya existía una adicción previa, será mucho más complicada de gestionar y en caso de no haberla, caer en ella puede ser más fácil.
Rodríguez detecta, igualmente, factores de riesgo como las dificultades económicas. "Hay que tener en cuenta que los recursos de ayuda públicos están sobresaturados", por lo que la ayuda de pago es, en ocasiones, la única salida. Las redes familiares también son clave, especialmente en lo que atañe a la adolescencia. Los más jóvenes, sin embargo, sí cuentan con determinadas ventajas. "El tiempo que lleven consumiendo no es el mismo que el de un adulto, así que la adicción no estará tan instalada y será más sencillo superarla", reflexiona la experta.
Adicciones sin sustancia
Los días de confinamiento abonan, de manera mucho más sutil, otro tipo de adicciones distintas a las tradicionales, pero de importante calado. El juego online o los videojuegos se van consolidando como agentes especialmente peligrosos para los jóvenes, nativos digitales. "Las adicciones comportamentales, que incluyen todo ese saco de apuestas, ludopatías, videojuegos o nuevas tecnologías están ahí y el fondo es el mismo", comenta Presencio. "Cuando hablamos de adicciones, con o sin sustancia, hay un nexo común", que puede expresarse de diversas maneras, como "la voluntad de pertenecer a un grupo".
Bruno Cortés es psicólogo de la Asociación para la Prevención y Ayuda al Ludópata (APAL). En conversación con este diario recuerda que la paralización de eventos deportivos ha redundado en una presumible bajada de las apuestas, pero sí recalca que existen alternativas. La ruleta, el póker y otros juegos de casino online parecen estar subiendo, de acuerdo a las consultas que llegan a la asociación.
A juicio de Cortés, las personas que ya han cultivado patrones de adicción es probable que busquen "nuevas formas de entretenimiento", que durante el estado de alarma se expresan en "videojuegos o redes sociales" pero que, poco a poco, derivan en una "necesidad de querer más, más adrenalina, más estímulos" y que por tanto pueden sucumbir ante el juego online. "Tenemos gente que ya ha desaparecido de los recursos de la asociación", lamenta, síntoma de los baches asistenciales.
Quienes están libres de patologías, pero sí tienen "ciertos patrones compulsivos –como las compras–, ahora van a estar aflorando". El caldo de cultivo se alimenta de diversos factores, que pasan por la situación económica, pero también por el contexto social o familiar. "Los problemas económicos serán un incentivo para muchos", explica el psicólogo, "la posibildad o creencia de conseguir dinero fácil va a llevar a muchos a probar suerte". Pero igualmente "depende mucho de la convivencia: si la gente está sola, tendrá más necesidad de este tipo de ocio, especialmente si lo conoce de antes".
El confinamiento propicia que, en muchas ocasiones, "la manera de evadirse sea conectarse al ordenador en una habitación cerrada". En el caso de los videojuegos, pronostica el experto, el estado de alarma también marcará un antes y un después. "Ahora se considera como el principal incentivo y muchos padres, que a priori tenían reticencias, ahora están siendo mucho más laxos". Cortés invita a no perderlo de vista. La adicción a los videojuegos o a las redes sociales, advierte, es en ocasiones el preludio de adicciones especialmente dañinas.