La apuesta de Madrid por el turismo para ricos comienza a dar señales de agotamiento

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Cuando la compañía inquilina de una parte importante del food hall del Four Seasons se declaró voluntariamente en concurso de acreedores, mucha gente y algunos medios no pudieron o quisieron disimular su regocijo. Con Mad Gourmets Canalejas SL ya bajo la vigilancia de un administrador concursal, se tambaleaba a su juicio la decidida apuesta del Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid por fomentar el turismo no ya de lujo, sino de ultralujo, cuya máxima expresión, aunque no la única, sería la vorágine de aperturas de hoteles de cinco estrellas en el eje Cibeles-Gran Vía-plaza de España. Además, el tropezón se habría producido en pleno “epicentro” del turismo más exclusivo, y en uno de los lugares del país donde se está aplicando con mayor determinación la vieja aspiración sectorial de fomentar la clientela de calidad en detrimento de la cantidad, cuya modalidad más nociva es la conocida como turismo de borrachera. El problema es que combatir la masificación favoreciendo especialmente a los viajeros de alto impacto (eufemismo reciente) puede acabar haciendo inaccesible para muchos la mayor industria nacional y agravar, de paso, la ya alta tasa de desigualdad de la capital.

La luz proyecta sombras

En el último ejercicio cerrado, 2023, Madrid recibió 14,5 millones de visitantes, con un fuerte incremento, del 30%, de los extranjeros, que ya rozan el porcentaje de los nacionales. Sin embargo, lo que más llama la atención es el nuevo perfil de los turistas internacionales: ya no son mayoría los procedentes de otros países de Europa, que han sido reemplazados por la suma de estadounidenses y latinoamericanos, liderados estos últimos por los mexicanos (destacados compradores, también, en el mercado de viviendas de lujo). Según Hosteltur, ambos colectivos “supusieron el 54,4% del total de las llegadas de visitantes extranjeros y el 73,5% del gasto turístico internacional”, lo que da idea de su condición media de acomodados. 

Como colofón, Madrid figura en el tercer puesto del Top-100 City Destinations Index 2023 de Euromonitor International (Barcelona, en el noveno), cuando hace solo un lustro era la 47ª.

La luminosidad que emiten estos datos no puede desgajarse, sin embargo, de las sombras que produce. La primera reside en la propia proliferación de hoteles de alta gama. De los tres de cinco estrellas que había no hace tantos años en toda la ciudad se ha pasado, desde 2014 y según este análisis interactivo de Expansión únicamente sobre Gran Vía y aledaños, a 26 de cinco o cuatro; a los que hay que añadir “otros 10 anunciados que está previsto que comiencen a operar entre 2025 y 2027”. A la vista de las tasas de ocupación de los establecimientos ya operativos, aún tiene que crecer bastante el número de clientes extranjeros para cubrir la oferta por llegar para asegurar su rentabilidad. 

Si se analizan los rasgos de algunos de los alojamientos ya en funcionamiento y anunciados, es difícil sustraerse a la cuestión de si no se estará generando algo parecido a una burbuja. Por poner unos ejemplos, el hotel Radisson Collection (Alcalá, 21) albergará en su planta baja un restaurante con un aforo ni más ni menos que de 254 personas; el Four Seasons se ha visto forzado a “sacrificar tarifas para ganar ocupación” (que ronda el 50%) y sigue en pérdidas tras dos años largos de funcionamiento; sus dos accionistas, que además no se llevan bien, lo han puesto a la venta a un precio (800 millones de euros) que el mercado y los analistas consideran desorbitado; el propietario del Miguel Ángel, el único alojamiento top que no ha reabierto desde la pandemia, se ha empecinado en venderlo por 200 millones y lleva así un tiempo… 

Estos indicios conviven con los augurios del BBVA Research, que en uno de sus informes recientes sostiene que el turismo dejará de tirar del carro económico tan pronto como el año que viene. No es tontería, porque España debió a este sector el 70% de su crecimiento económico del año pasado, cuando alcanzó el 12,8% del PIB nacional, un récord histórico que muy probablemente se superará de nuevo al cierre del presente ejercicio.

Soplar y sorber

Entre 2021 y 2022, el artífice del food hall de Canalejas, Gonzalo Mateos, concedió varias entrevistas. En ellas reveló que la estimación u objetivo del espacio gastronómico era que acudieran diariamente entre 1.000 y 2.000 personas. También sostuvo que su pretensión era que fuera, al mismo tiempo, un lugar exclusivo e inclusivo. Con ello quería decir que, debido a su ubicación, al lado de la Puerta del Sol, quería atraer tanto a los madrileños como a los turistas, tanto los de a pie como los más acomodados. Las cosas no han salido como se esperaba y el food hall está padeciendo los mismos males de iniciativas de restauración similares como la de Platea y, en menor medida, Teatriz, en una ciudad repleta de terrazas y de azoteas. 

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, reaccionó al concurso de acreedores de Mad Gourmets Canalejas lamentando la eventual pérdida de puestos de trabajo y añadiendo que “no todos los proyectos que se ponen en marcha salen adelante”. Así es. De hecho, no hay que ir muy lejos para comprobarlo: uno de los dos chefs con estrella Michelin que Mateos incorporó al espacio, Julián Mármol, solicitó también, en el primer semestre de este año, concurso de acreedores para Delicias Juleser SL, la empresa que aglutina sus tres restaurantes, dos de ellos ubicados en Canalejas. Y una de las empresas del grupo de Dani García, otro chef laureado (acaba de recuperar tres estrellas) y que está al frente de los fogones de uno de los restaurantes del propio hotel Four Seasons, entró en concurso, pero en este caso a instancias de dos acreedores. 

Aparte de comida, Dani García ofrece pases cinematográfico-gastronómicos en la azotea del hotel a 255 euros la entrada. Es una de las tendencias que destacan los prescriptores del lujo: a su público objetivo puede no importarle el precio de una habitación, pero lo que tienen claro es que busca experiencias únicas. 

Turismo de macroeventos

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Un complemento habitual del turismo de lujo es la proliferación de grandes eventos. Y Madrid lo ha puesto en práctica. El Ayuntamiento se gastó 80.000 euros sin concurso mediante porque (en cursiva) Martínez-Almeida había prometido a la entonces candidata popular de Valencia montar una gran mascletá si ambos ganaban sus elecciones municipales respectivas. El hermanamiento entre ambas ciudades se extiende ahora a la Fórmula 1: la capital levantina acogió grandes premios entre 2008 y 2012; Madrid lo hará a partir de 2026 y hasta 2035. Y pese a que en los dos casos se aseguró que no requerirían de ni un solo euro público, en Valencia la factura ascendió a 300 millones y en Madrid no encuentran socio financiero (otro indicio del supuesto agotamiento del modelo) cuando ya se ha incurrido en un coste de 51 millones. 

Como se puede leer aquí, está todo inventado: lo de los macroeventos es, junto a la veneración por los rankings, un elemento clave del city marketing, “una disciplina de las escuelas de empresariales y finanzas que en las últimas décadas ha ido ganando un gran peso en los debates urbanísticos, especialmente en lo relacionado con la gestión del turismo”. Sí, suelen atraer a un número no desdeñable de gente, prioritariamente de alto poder adquisitivo, pero al mismo tiempo irritan sobremanera a vecinos afectados (directamente o no), como ha ocurrido con los conciertos en el Santiago Bernabéu (sito, por cierto, en un barrio bastante acomodado) y con la celebración de la Copa del América en Barcelona; y no solo por las molestias que ocasionan: cada vez cunde más la queja de que son unos pocos quienes verdaderamente se benefician de la ocupación del espacio público y de l encarecimiento de bienes y servicios que suelen llevar aparejado, no sólo hoteleros y de restauración.

Mientras la oposición critica el modelo turístico de la Comunidad y el Ayuntamiento y reclama la implantación de una tasa como la que ya cobran 137 ciudades europeas, la plaza de Colón de la capital acogerá el fin de semana del 2 y 3 de noviembre un evento descrito por sus promotores como “una experiencia única que llevará a los madrileños al corazón de la competición automovilística más prestigiosa del mundo”. Uno de los vecinos de esa plaza es Platea, cuyos accionistas negocian su traspaso. Según publicó elconfidencial.com, el candidato con más probabilidades es el mexicano Grupo Paraguas, que se hizo con el icónico Edificio Metrópolis para convertirlo en un hotel de lujo, club privado y varios restaurantes y acaba de presentar el ”templo del vino más exclusivo” de la ciudad, en el distrito de Salamanca. 

Cuando la compañía inquilina de una parte importante del food hall del Four Seasons se declaró voluntariamente en concurso de acreedores, mucha gente y algunos medios no pudieron o quisieron disimular su regocijo. Con Mad Gourmets Canalejas SL ya bajo la vigilancia de un administrador concursal, se tambaleaba a su juicio la decidida apuesta del Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid por fomentar el turismo no ya de lujo, sino de ultralujo, cuya máxima expresión, aunque no la única, sería la vorágine de aperturas de hoteles de cinco estrellas en el eje Cibeles-Gran Vía-plaza de España. Además, el tropezón se habría producido en pleno “epicentro” del turismo más exclusivo, y en uno de los lugares del país donde se está aplicando con mayor determinación la vieja aspiración sectorial de fomentar la clientela de calidad en detrimento de la cantidad, cuya modalidad más nociva es la conocida como turismo de borrachera. El problema es que combatir la masificación favoreciendo especialmente a los viajeros de alto impacto (eufemismo reciente) puede acabar haciendo inaccesible para muchos la mayor industria nacional y agravar, de paso, la ya alta tasa de desigualdad de la capital.

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