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Begoña Gómez cambia de estrategia en un caso con mil frentes abiertos que se van desinflando

Participación ciudadana

El poder de la calle sí importa

Concentración de personal y usuarios de la sanidad pública en el hospital de La Paz de Madrid para celebrar la suspensión del plan privatizador de la Comunidad, el pasado 28 de enero.

No habrá privatización sanitaria en la Comunidad de Madrid, como no habrá bulevar en la calle de Vitoria del barrio de Gamonal, en Burgos, como no hubo ningún despido en las contratas de limpieza del Ayuntamiento de Madrid. Tres conflictos de ADN diferente pero unidos por un mismo hilo conductor: fuertes protestas sociales y derrota posterior de los respectivos gobiernos tras un tremendo desgaste. La proclama del "Sí, se puede" que ha irrumpido en las calles se cumple. Aquí sí.

El tanto, y ahí están de acuerdo los expertos, hay que atribuírselo a los ciudadanos. A la presión de las huelgas, manifestaciones y recursos judiciales. Gracias a ellos fue posible doblar el pulso a los políticos. Sin perder de vista, claro, que las elecciones y municipales de mayo de 2015 quedan ya demasiado cerca y, como reconocen los analistas, cuando se entra en zona de riesgo, las administraciones se tientan la ropa antes de adoptar medidas impopulares. 

Otra cosa es que España esté cambiando, que la chispa de la movilización tenga raíces mucho más profundas y preludie un estallido social de mucha mayor envergadura. El juicio no es tan unánime en ese caso. Porque aún faltan más kilómetros de rodaje y a veces la mecha se prende por la razón más inesperada. 

El papel de la Justicia en Madrid

Ni el Gobierno de Ignacio González, ni los alcaldes de Burgos y Madrid, todos del PP, asumieron a las claras que sus fracasos eran una consecuencia directa de las protestas. Entra dentro de la lógica de la dramatización política. Pero, según la visión de los cuatro sociólogos consultados por infoLibre, los tres ejemplos, que se han agolpado en apenas tres meses, no hay mucha duda. La movilización ciudadana, así como la respuesta de la Justicia, fue decisiva para el carpetazo definitivo y un baluarte para defender los derechos sociales. Quien más claro lo tiene es la socióloga Teresa Gómez-Pastrana: "La ciudadanía sí está despertando, y viene de atrás, del 15-M. Estos tres casos no son un triunfo de los indignados, pero sí se nutren del 15-M. Las nuevas tecnologías ayudan más a esa conexión, a que haya más flujo de información, más masa crítica, a que las protestas sean menos estructuradas que antes, pero sí más transversales". 

El protagonismo ha recaído, claramente, en los ciudadanos. No en los partidos de la oposición, por mucho que estos hayan "acompañado" las marchas y concentraciones, como el Partido Socialista de Madrid, que lidera Tomás Gómez. Pero van "a remolque", "subiéndose al carro", opinan los expertos, por el potencial rédito electoral. 

Los tres episodios, no obstante, no son exactamente simétricos. En la decisión de González, el pasado lunes, de dejar "sin efecto" su plan privatizador de seis hospitales de la Comunidad de Madrid, llevándose por delante a su consejero de Sanidad, Javier Fernández-Lasquetty, influyó también de forma determinante, para los analistas, el auto del Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) conocido horas antes, que mantuvo la suspensión cautelar del proceso. Kerman Calvo, profesor de Sociología de la Universidad de Salamanca (USAL), cree que este último hecho peso más: "Creo que el resultado, el outcome, habría sido igual con o sin marea blanca. Es verdad que el recurso judicial es parte de la lucha colectiva, pero más como razón de la decisión de González veo el fallo judicial sobre una adjudicación que había sido chapucera", al rebajar la Comunidad de Madrid la garantía que tenían que presentar las empresas cuatro días antes del final del plazo de presentación de las ofertas. Ramón Adell Argilés, profesor de Sociología de la UNED, también cree que "la Justicia pone las cosas en su punto", y es el detonante del freno final. No sólo en ese asunto, sino también en temas como la legislación antidesahucios o la derogación de la doctrina Parot. "¿Se ha cedido en cambio en la ley Wert, en la LOMCE, pese a las protestas multitudinarias?", se pregunta. 

Gómez-Pastrana e Ignacio Urquizu, sociólogo de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), sostienen, sin embargo, que en la toma de decisiones confluye "un cúmulo de factores": por descontado, la presión social –y no sólo de la izquierda, porque parte de la clase sanitaria era muy corporativa y más "conservadora"–, pero también las resoluciones de los tribunales y la "incertidumbre" que el Gobierno regional alegó que pesaba sobre las adjudicatarias, las sucesivas encuestas que reflejan el desgaste del PP y la cercanía de las elecciones municipales y autonómicas de 2015. 

"El fuego encandila a todos"

En Gamonal, en cambio, la Justicia no ha tenido arte ni parte. Es un caso palmario de movilización vecinal que consigue revertir una política municipal, la construcción de un bulevar en una de las arterias de un barrio obrero. Pero el brote comenzó mucho antes de que los medios volvieran sus ojos hacia Burgos. El malestar de los habitantes de Gamonal se había venido larvando en los meses anteriores, y la reforma de la calle de Vitoria, con un coste de ocho millones, fue la gota que colmó el vaso para una zona con necesidades más acuciantes. El estallido sólo llegó cuando se produjeron los disturbios. Periódicos, radios, televisiones y webs se hicieron eco enseguida de las manifestaciones. Las imágenes recorrieron salieron de la conservadora ciudad castellanoleonesa e inundaron todo el país. 

Nada sorprendente, coinciden los sociólogos. La "violencia", entendida como algaradas, altercados, disturbios, como "protestas disruptivas"disruptivas, es tremendamente eficaz para llamar la atención de la prensa y, con ello, la dimensión de los hechos se agranda. "Está muy consolidado en la literatura sobre movimientos sociales. Las movilizaciones molestas, que incordian o generan incomodidad, tienen más probabilidad de cambiar las cosas. En España la gente sale mucho a la calle, se protesta más. Pero habitualmente se protesta de forma pacífica. En Francia, o en Centroeuropa, se protesta más violentamente que en España, pero tiene una mayor repercusión. Además, el caso de Gamonal es interesante porque los medios locales silenciaron el malestar", asegura Calvo. Y agrega: "Los políticos cambian cuando se supera el umbral de violencia. Con mareas pacíficas no sienten necesidad de actuar". "Sin violencia no hay resultados", apuntala Adell. Como dice este docente, los medios son un actor fundamental, y quemar "cuatro o seis contenedores", que no es "nada grave", atrae enseguida la atención. "El fuego encandila a todos. Si sirve para alertar, como válvula de escape, es un ritual muy moderado de violencia", siempre que no haya agresiones físicas. El riesgo evidente es la "criminalización" del conflicto, el alineamiento de la sociedad a favor o en contra. "Pero eso funciona mejor", resume Calvo. 

Urquizu coincide en el diagnóstico –"Si quemas algo, está claro que van periodistas y cámaras"–, como Gómez-Pastrana quien, sin embargo, precisa que tal vez haya que hacer una reflexión "sobre los medios". "¿Por qué no volvemos la mirada más a las movilizaciones pacíficas que a los casos puntuales mínimos de altercados?". 

El ciclo de comicios a la vista

La huelga de limpieza viaria en Madrid se atuvo más a los patrones clásicos de protesta organizada. Aunque prueba de nuevo, incide el sociólogo de la USAL, que las movilizaciones "incómodas" tienen más impacto. Urquizu y Gómez-Pastrana resaltan, además, la importancia de los "recursos", del sostén de los sindicatos, necesario para mantener viva la llama del descontento durante días, y la "empatía ciudadana" hacia los trabajadores sobre los que pesaba la amenaza de ERE (la previsión inicial eran 1.134 despidos de una plantilla de 6.000). "Esto es también indicativo de que algo está cambiando, de que la gente entendía que era una reivindicación legítima, y eso que había un peligro de que los paros se volviesen contra los huelguistas", añade la investigadora. 

¿Se repetirán estos capítulos en otros puntos de España? ¿Los políticos se andarán con más tiento? "Ahí sí estoy de acuerdo –comenta Calvo–. La representación que se ha generado del proceso en Madrid, por ejemplo, es que ha sido una victoria de la marea blanca frente al Gobierno de González. Y ese es el relato victorioso que se vende. Es cierto también que, cuando las elecciones están cercanas, los cálculos de los políticos cambian y se presta más atención a las veleidades del electorado. Por eso el presidente ha considerado que era mejor sacar este asunto de la contienda, también porque tiene que definirse como candidato". Adell converge en el razonamiento: para los ciudadanos los comicios se ven lejos, pero no lo perciben así "ni los medios ni los políticos", como en los tres ejemplos ha influido "la debilidad de los liderazgos". Máxime cuando el ciclo arranca en nada con las europeas, y seguirá con las municipales y autonómicas de mayo de 2015 y culminará con las generales de noviembre. Ello explicaría, según los investigadores, que el PP tenga intención de enfriar su Ley del Aborto, muy contestada fuera y dentro del partido.

El interés por la política ha aumentado, ha crecido el número de manifestaciones enormemente –18.422 en 2011 por "casi 45.000 en 2012", recuerda el profesor de la UCM–. Pero aventurar la gestación de un conflicto en las calles de mayor alcance a causa de la crisis no es tan sencillo. El estallido social, para Urquizu, "depende de cuestiones incontrolables", y eso depende "más del azar". "Sí es cierto que los políticos están más asustados e intentarán evitar que se produzca. Con un horizonte electoral más cercano, con mayor razón aún. Hay más relajación en las medidas ya en los Gobiernos autonómicos, por ejemplo". "Ante unas circunstancias tan gravosas como las actuales, la sociedad tendría que haber despertado aún más", conviene Calvo. A juicio de Adell, "estamos en un momento de impasse, entre la desmovilización de parte de la sociedad y la radicalización de otros movimientosimpasse". En ese sentido, se muestra muy preocupado por la orientación de la Ley de Seguridad Ciudadana que prepara el Ministerio del Interior, porque ese factor puede contribuir a una mayor desactivación de los ciudadanos, por miedo a la represión. 

Amonestación de Cospedal

Gómez-Pastrana, estudiosa de la participación ciudadana, sin embargo, es más positiva. Cree que los políticos no toman demasiada nota de las demandas sociales, pero sí entrevé "avances muy ilusionantes de la población civil". "Veo a los españoles más preocupados, más informados. Lo he visto en las plazas y en las plataformas. El cambio está llegando poco a poco, lento, "no de hoy para mañana", pero llega. 

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Entre los políticos, la valoración del frenazo del Gobierno madrileño fue por barrios. Cayo Lara, coordinador de IU, la marea blanca, y la justicia "han conseguido que finalmente [González] haya tenido que tirar la toalla". "Esto nos da el mensaje de que sí se puede, que la movilización es útil, y que cuando se hace masiva, consecuente y utilizando los mecanismos del Estado de derecho también se pueden conseguir conquistas". Para el líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, entrevistado en Onda Cero, el fracaso de la externalización sanitaria en Madrid es una "vacuna para la fiebre privatizadora que había en otras comunidades del PP". 

María Dolores de Cospedal, secretaria general del PP, reprobó el efecto de las protestas sociales sobre los jueces. En democracia, dijo en la Cope, no se puede consentir que las "presiones externas de colectivos, medios de comunicación, algaradas en la calle o de partidos políticos influyan sobre las decisiones de los jueces". "No digo que haya ocurrido aquí, sino que no se puede permitir", matizó. 

Al margen de lo que ocurra en el futuro, y al margen de las declaraciones de los dirigentes de los partidos, el análisis compartido entre los expertos es que la marea blanca, Gamonal o la huelga de basuras son briznas de esperanza. "Pequeños triunfos de la ciudadanía que dan ánimo", como glosa Adell. Que no son nuevos, porque ya ocurrió en el pasado que las protestas lograron ganar la partida a los gobiernos, pero sí son importantes en un contexto como el actual. Urquizu redondea la lectura: "Esto prueba que sí, que los ciudadanos también importan". 

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