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Cinco razones para no extrapolar el voto municipal a las generales

Una persona ejerce su derecho al voto en un colegio electoral de Sevilla.

Tras las elecciones municipales y autonómicas de mayo se han abierto varias líneas de interpretación de los resultados. La principal se centra en la pérdida o ganancia de representación institucional, con una lectura clara: la coalición del gobierno central se desgasta, pierden escaños en muchos territorios y Podemos queda fuera de algunas asambleas regionales y locales.

Existe una segunda lectura, algo más amable para los partidos que conforman el gobierno de coalición: el PSOE solo cae un punto en voto respecto a 2019, las alianzas de Sumar (Más Madrid, En Comú o Compromís) se debilitan pero siguen siendo fuertes en sus territorios y Podemos —el que más sufre— consigue entre el 3 y 6% en Madrid, Comunitat Valenciana, País Vasco o Navarra.

Con estos resultados como punto de partida y con las elecciones generales convocadas para dentro de mes y medio, muchos medios han hecho el ejercicio de extrapolar los resultados municipales para ver qué escenarios se abren de cara a las próximas elecciones generales.

Todos ellos advierten, con razón, que el escenario que se vislumbra tras el cálculo no tiene por qué suceder de la misma forma en la realidad, ya que son formatos electorales distintos con claves propias.

Aquí van 5 que considero las más relevantes:

1. Las motivaciones a la hora de votar cambian de unas elecciones municipales a unas generales. Las preocupaciones ciudadanas a nivel local responden a la idisosincrasia de la circunscripción, donde la popularidad de los liderazgos juega un papel fundamental en la composición del voto.

De hecho, esto ya ha podido pasar factura a la izquierda en las pasadas elecciones. Como comentaba Pablo Simón, politólogo y profesor titular en la Universidad Carlos III, en una intervención en la radio, competir las elecciones municipales en clave estatal ha podido ser un estrategia poco favorable para el PSOE, porque emplaza el debate a los dos grandes líderes estatales (Sánchez y Feijóo) cuando los socialistas partían con ventaja en más municipios y autonomías: los gobernantes locales y regionales son más conocidos que sus adversarios.

Además, cabe la posibilidad de que la izquierda y la derecha hayan votado en claves distintas en estas elecciones, aunque conoceremos mejor este comportamiento con la publicación de los sondeos postelectorales. Pero hay indicios para pensar que la izquierda podría haber votado poniendo más énfasis en cuestiones de ámbito local, mientras que la derecha haya acudido a votar en clave nacional, planteando un plesbiscito contra Sánchez.

La encuesta preelectoral del CIS para las municipales de mayo ya apuntaba en esta dirección: los votantes otorgan mayor importancia a unas elecciones generales (según el 58%) que a las municipales (15,5%). Aunque existen diferencias notables por partidos: el 60 y 65% de los votantes de PSOE y UP en 2019 consideran las generales los comicios más importantes, mientras que para votantes de PP y Vox esos registros ascienden al 67 y 77% respectivamente.

2. Otra razón obvia es la siguiente: la ausencia de cuadros en formaciones medianas y pequeñas arrastran a algunos partidos (Podemos, Vox) a no presentarse en determinados municipios, sobre todo en los más pequeños, dejando el espacio libre para la optimización electoral de los partidos mayoritarios.

En la línea de lo anterior, formaciones de carácter local, a menudo, no se presentan a las elecciones generales, por lo que la oferta de partidos se reduce significativamente. Además, el electorado de muchos territorios ejerce su voto de forma dual, cambiando la papeleta en función del tipo de elección.

El ejemplo más claro se da en la periferia, en territorios con partidos nacionalistas fuertes. Sin ir más lejos, en las elecciones generales de junio de 2016 Unidas Podemos fue la primera fuerza en el País Vasco, con el 29% de los votos entre las tres provincias. Unos meses más tarde, en septiembre del mismo año, se celebraron las elecciones autonómicas en Euskadi, y, en esa ocasión, UP quedo tercera, con la mitad (14,9%) de los sufragios que cuatro meses antes.

3. La matemática provincial cambia. Primero, en las generales se relaja el umbral mínimo necesario para conseguir representación en las cortes, de un 5% a 3%, lo que permitiría al ala izquierda del Gobierno capturar algún que otro escaño en lugares donde el 28M no lo consiguieron.

Segundo, las concejalías que se disputan en las elecciones locales no representan con exactitud la distribución provincial que se estable para unas generales.

Es decir, el reparto de concejales por provincia en las municipales tiene desajuste con el reparto de los escaños, en la misma provincia, en las elecciones generales.

Por ejemplo, en la Comunidad de Madrid, se reparten 2.355 concejalías, lo que supone el 3,5% del total de toda España. En cambio, en las elecciones generales, Madrid reparte 37 escaños, el 10,6% del total del Congreso, dejando un diferencial de 7 puntos.

Algo similar ocurre en la provincia de Barcelona. En las municipales, todos los concejales de este territorio suman 5,7% del total, en cambio, en las elecciones generales, el peso de esta provincia asciende hasta el 9,1% (+3,4 puntos).

¿Qué significa esto? Pues que el peso territorial de cada provincia varía de las elecciones municipales a las generales, y circunscripciones como Madrid o Barcelona, comunidades como Galicia o País Vasco, así como la zona sur y levante recobrarán mayor importancia las próximas elecciones de julio. En contraposición, la España interior y el resto de Cataluña pierden peso electoral.

4. Las elecciones generales se distinguen por tener tasas de participación superiores a otras convocatorias electorales. Lo números bailan de elección a elección, pero son aproximadamente 10 puntos de diferencia en la tendencia histórica, aunque los primeros indicios apuntan a que esa diferencia podría terminar estrechándose notablemente en los comicios de julio.

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5. Por último, destaco el estado de ánimo de la opinión pública, que va cambiando con el tiempo. En los próximos días se irán publicando más encuestas de cara a las próximas elecciones generales y los datos no serán nada halagüeños para la izquierda. No lo eran desde hace meses, con la derecha liderando los sondeos con una ventaja de 7 puntos sobre el bloque progresista (cuando en las cuatro últimas generales se había producido un empate a 43%). Y no lo serán a partir de ahora, porque el efecto ‘luna de miel’ beneficiará a los conservadores a la espera de ver cómo se reconfigura el ala izquierda del gobierno.

Si este espacio se articula en torno a una estrategia política y comunicativa común, la unión optimizaría las expectativas electorales de este nuevo actor político y se abrirán algunos escenarios donde la izquierda pueda tener alguna opción más para volver a gobernar.

En caso contrario, y asumiendo cómo ha quedado coloreado el mapa municipal del 28M, que no es más que el punto de partida para el 23J, las opciones de la derecha de llegar a La Moncloa son demasiado altas.

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