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Cómo combatir a la ultraderecha

Marine Le Pen, durante un acto de campaña en 2012.

El descaro, la agresividad y la violencia de la ultraderecha llevan años subiendo en Europa a la par que sus éxitos electorales y la popularidad de sus ideas. Una de las causas y consecuencias de este fenómeno es el hecho de que los partidos del centroderecha, que hoy gobiernan mayoritariamente el continente, han ido adoptando el populista, demagógico y exitoso argumentario ultra que responsabiliza de todos los males de tal o cual patria no a los poderosos que los causan sino a los más débiles de entre los que los sufren.

Mediapart, socio editorial de infoLibre, consagra esta noche, la del miércoles 30 de octubre, una de sus excelentes veladas televisivas en abierto al Frente Nacional francés. A tenor de los últimos sondeos, el partidoel partido de la familia Le Pen sería hoy el más votado en Francia. Pero, de nuevo, la reacción de las fuerzas políticas convencionales consiste en acercarse a las posiciones de los ultras. Así, el ministro del Interior socialista, Manuel Valls, ha protagonizado el ignominioso asunto de la expulsión de la gitana Leonarda; en cuanto a la derecha tradicional de origen gaullista, la ahora llamada UMP, ha propuesto recortar el derecho de suelo francés por el cual todos los nacidos allí pueden aspirar a la ciudadanía. Es aterrador que un partido que en una de sus etapas se llamó Rassemblement pour la République y usó como logo el gorro frigio, pretenda abolir esta tradición republicana.

Edwy Plenel y los suyos son periodistas de acción. Acaban de publicar un libro de periodismo de investigación sobre el dinero con el que se financia el Frente Nacional (L´Argent des Le Pen), y lo que proponen para esta noche no es otro lamento más sobre el ascenso del Frente Nacional, sino un debate directo sobre cómo hacerle frente. Se trata de buscar antídotos contra el veneno de los Le Pen que emponzoña Francia.

Negar el sufrimiento y la angustia de las clases populares y medias ante una globalización que sólo favorece al capital financiero y a las grandes empresas que explotan mano de obra semiesclava en Asia y pretenden trasladar ese modelo a Occidente, no es de recibo. Designar a los inmigrantes como chivo expiatorio, mucho menos.

Vive España este otoño un rebrote del matonismo ultraderechista. Al de toda la vida, el físico, el de las porras y las cadenas (agresión a la librería Blanquerna en Madrid), se añade ahora el cibernético (ataques a infoLibre y otros medios de comunicación digitales). ¿También en esto sigue España el camino hacia el precipicio de Grecia?

Ha sido preciso que uno de sus militantes asesinara a un rapero de izquierdas para que Amanecer Dorado comience a ser tratado en Gracia como lo que es: una banda de mamporreros. Esto es lo que escribe sobre el asunto Petros Márkaris en Pan, educación, libertad, la última entrega de las andanzas del comisario Kostas Jaritos:

“Esto no es más que el principio –suena una voz grave a mi lado. Me vuelvo y veo que se ha acercado Sotirópulos, el patriarca de los periodistas que se dedican a la crónica policial-. Ahora se ensañan con los inmigrantes. Mañana se ensañarán con todos nosotros.

-No exageres, Sotirópulos –contesto, más que nada para evitar que sus palabras alteren aún más a los policías que nos rodean.

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-Lo mismo pasó en Alemania, comisario. Primero persiguieron a los judíos, luego a los opositores y disidentes, es decir, a todos los que no aprobaban sus fechorías, y al final subieron al poder con Hitler. Igualito que aquí. La mitad de la población les aplaude y la otra mitad quita hierro al asunto diciendo: 'Vamos, hombre, sólo son cuatro descerebrados'.”

Ningunear la amenaza que la ultraderecha europea supone para la libertad, la seguridad y hasta la vida (recuérdense los 77 muertos de la doble matanza del ultra noruego Breivik en julio de 2011), y asumir sus ideas a la chita callando, es la fórmula con la que la derecha gobernante está consiguiendo que estos años sombríos se parezcan cada vez más a los 1930.

¿Necesitan otro ejemplo? Ahí va otro: el FPR acaba de llegar al Gobierno noruego en alianza con el Partido Conservador. El partido ultra en el que militaba Breivik cuenta ahora con siete carteras ministeriales.

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