Diego Boianelli es médico residente de tercer año (lo que se conoce en la profesión como R3) de medicina interna en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid. Descuelga el teléfono justo después de haber descansado un poco tras su última guardia de 24 horas. Tal y como explica desde el otro lado del teléfono, en su especialidad las guardias siempre están cubiertas por los Médicos Internos Residentes (MIR) como él, pero nunca había vivido una como las que tuvo que soportar en pleno pico de la pandemia. "Tuvo que venir el doble de gente a trabajar todas las noches y los adjuntos (los médicos especialistas que les tienen que supervisar) y los residentes trabajábamos por igual. Cada uno tenía una planta de covid-19 y no había ninguna estructura de supervisión jerárquica", recuerda. Lo que se vivió esos días colmó "la paciencia" de él y sus compañeros. Los MIR, denuncia, siempre han sido "la mano de obra barata para el sistema sanitario". Sobre todo en Madrid. Con tantos hospitales de gran capacidad, llegan a suponer hasta el 70% del personal de un centro, dice. "Sin los residentes, el sistema sanitario se cae", asegura. Pero la Comunidad, critica, no se acuerda de ellos. El "maltrato por parte de la Administración durante años se ha acentuado con la crisis del covid-19", denuncia la Asociación de Médicos y Titulados Superiores de Madrid (Amyts). Por eso han dicho basta.
Antes de la llegada del coronavirus, su situación ya era mala. Ni siquiera tienen un convenio específico. La relación laboral de los residentes está regulada por el Real Decreto 1146/2006 y están sujetos a contratos laborales con características especiales porque son médicos en formación. Su función principal es, por tanto, completar su periodo de aprendizaje, no atender a los pacientes. Pero esto es lo que pone sobre el papel. La realidad, dice Boianelli, es muy distinta. Por eso él y dos personas más, como miembros del comité de empresa de residentes —el órgano que representa a los MIR madrileños—, estuvieron trabajando tres años en un convenio propio. Sheila Justo, presidenta del sector de médicos jóvenes y MIR de Amyts y de la Confederación Española de Sindicatos Médicos (CESM), recuerda en conversación con infoLibre que iba a estar preparado a principios de marzo. Solo quedaba, dice, la supervisión de los aspectos legales por parte de su abogado. Pero la pandemia frenó todo. Esto también.
Se retomó en el mes de mayo, "cuando se redujo la actividad covid", dice. Enviaron el borrador a la Consejería de Sanidad el día 22. No obtuvieron respuesta, así que comenzaron a reclamarla el 1 de junio, dice Boianelli. Todavía no saben nada. Así que el comité ha decidido dar un ultimátum: si el 2 de julio continúan sin una propuesta de negociación o sin una fecha para reunirse o sin un paso firme por parte de la Comunidad de Madrid para solucionar la situación, irán a la huelga. Pararán el 13 de julio y lo harán sin fecha de vuelta al trabajo. Son un total de 5.115 personas, según el Portal estadístico de personal del Servicio Madrileño de Salud. Y la perspectiva, al menos a priori, es que el paro sea masivo. "En los hospitales no se habla de otra cosa", asegura otro miembro del comité de empresa y del comité de huelga MIR. "Parece que tenemos que llegar a esto para ser escuchados, pero es que ya no podemos más", añade.
En el borrador del convenio solicitan, entre otras cosas, establecer la jornada laboral en 35 horas semanales, el descanso obligatorio de 12 horas entre dos jornadas tras las guardias de 24 horas, derecho a la realización de cuatro meses de rotación externa, a 15 días al año para realizar cursos y un ratio máximo de cuatro residentes por cada adjunto físicamente presente.
Los MIR, un "pilar fundamental" en la pandemia... y antes
"Con la llegada de la pandemia covid-19, se ha puesto en evidencia cómo la concepción del personal MIR como personal en formación nada tiene que ver con su función real", denunció el comité de empresa a través de un comunicado. Los residentes, añadió el órgano que les representa, se convirtieron, "si cabe aún más, en un pilar fundamental para el funcionamiento de los centros sanitarios, requiriéndose de ellos la ejecución de funciones durante todo el periodo que sobrepasan ampliamente su nivel formativo y sus competencias".
"Todos hacíamos labores que no nos correspondían", recuerda Boianelli. Pero eso, por otro lado, tampoco es nuevo. Por ejemplo, tal y como explica, las altas médicas en las urgencias solo las pueden firmar los residentes a partir de su segundo año. "Y siempre supervisados por un adjunto", señala. Pues no se cumple. "Hay R1 (residentes de primer año) que dan altas sin supervisión, así que la responsabilidad legal de lo que pueda pasar con ese paciente recae sobre ellos", lamenta. "Este tipo de cosas están estructuralmente aceptadas. Cuando alguien se queja, la respuesta es que siempre ha sido así, que hay que aguantar", critica.
La situación se acrecentó con la pandemia. "Los R1 hacían labores de R2, estos de R3...", explica Boianelli. Así que mandaron un escrito a la Consejería de Sanidad. "Tampoco pedimos nada del otro mundo", defiende. Simplemente, que las horas extra de las guardias se pagaran conforme a las funciones que estaban realizando, ya que los residentes, a medida que pasan de año, ven incrementada esa compensación. Tampoco les respondieron. "La Comunidad siempre hace oídos sordos. Parece que le importamos solo para sacar el trabajo más duro adelante. En el resto les importamos tan poco que ni nos contestan", denuncia el miembro del comité de empresa. "Hemos hecho como diez escritos. No nos han respondido a ninguno", lamenta Justo.
Los traslados a Ifema y a hoteles medicalizados y la necesidad de guardias
La apertura del macro hospital de Ifema, la joya de la corona del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso, evidenció otro problema, también estructural. Según Boianelli, muchos residentes de primer año fueron enviados a cubrir las necesidades asistenciales del centro. Una vez allí, "trabajaron más horas y cobraron la mitad". ¿Por qué? El salario que percibe un residente, denunció el comité de empresa a través de su comunicado, "ridiculiza toda la labor que ejerce". Según el comité de empresa, un residente de primer año percibe 1.003 euros netos al mes. Uno de cuarto o quinto año —dependiendo de la especialidad— puede llegar, por su parte, a 1.279. "Por ello, la mayoría de los residentes se ven abocados a complementar sus sueldos con la acumulación de extensas, exhaustivas y continuas horas de guardia de 17 y 24 horas, siendo estas el único flotador que sustenta sus nóminas y que les ofrece una salida económica realista, suponiendo normalmente más de la mitad de su salario". En Ifema, al igual que en los hoteles medicalizados, no se hacían guardias.
Por eso pidieron un "complemento covid", tal y como recuerda Justo. La decisión de trasladar a estas personas a Ifema o a un hospital medicalizado, se había hecho "unilateralmente". Y no se había trabajado menos, solo que no se habían hecho guardias. Pero tampoco les respondieron. Mientras tanto, otras comunidades como Castilla-La Mancha lo aprobaron. Y allí también acordaron que las retribuciones de los residentes correspondieran a las del siguiente año de formación.
Sin embargo, el agravio comparativo que sufren los residentes madrileños en cuanto a la retribución que perciben por su trabajo tampoco es nuevo. La CESM hizo un estudio comparativo en el año 2018 en el que se evidenció que, aunque el salario base sin guardias de los residentes madrileños no es el más bajo de toda España, la compensación que reciben por cada hora de guardia trabajada hace que, al final, los MIR que realizan su residencia en Madrid sean de los peor pagados. Por ejemplo, un residente de primer año en Madrid cobraba, según los datos de ese informe, 1.003 euros netos al mes. Uno de Andalucía, en cambio, 977. Y uno en Extremadura, 992. Con guardias, la relación se inviertía: el de Extremadura pasaba a percibir 1.651; el de Andalucía, 1.617; el de Madrid, 1.604.
Y a todo esto se suman otras situaciones que ya ocurrían pero que con la pandemia les han agotado "la paciencia", como dice Boianelli. Por ejemplo, la condena a descansar durante las guardias en las denominadas "camas calientes", es decir, en una cama previamente utilizada por un compañero. "Es ilegal y en una situación de pandemia empezó a ser un despropósito en materia de salud pública", denuncia el miembro del comité. "Eso ha favorecido que seamos los sanitarios más contagiados de todo el mundo", añade Boianelli. Amyts ya lo denunció ante la Consejería de Sanidad. Pero no dijeron nada. Otra vez.
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No acaba al finalizar el MIR
No obstante, la mala situación que denuncian sufrir los MIR madrileños no acaba cuando terminan su periodo de formación. En ese momento, tal y como publicó infoLibre, comienza su periplo en la búsqueda de un contrato digno. Una tarea que tampoco es fácil y que ha hecho que, según Justo, muchos médicos recién nombrados especialistas se hayan marchado a trabajar a Castilla-La Mancha o a Castilla y León, destinos cercanos de la Comunidad. "Allí les han ofrecido contratos de hasta uno o dos años porque hay que absorber todo lo que se quedó pendiente, la patología nueva y las secuelas. Hay mucho trabajo que activar", recuerda. Y hay que abastecerse de médicos.
El pasado 28 de mayo finalizaron todos los contratos de los 1.190 residentes que acabaron su MIR. El Gobierno autonómico no aseguró el futuro de ninguno en la región. "Me da miedo, ya no como sanitaria, sino como paciente. Si nos enfrentamos a otro posible brote, vamos a estar sin personal. Hay algunos compañeros enfermos, otros con secuelas que han tenido que volver a coger una baja y otros son especialmente sensibles. Teníamos la oportunidad de contratar a 1.190 personas y no lo hemos aprovechado. Las plantillas están agotadas, así que si vuelve a haber un brote ya nos puede pillar confesados, porque preparados no", sentencia.
Diego Boianelli es médico residente de tercer año (lo que se conoce en la profesión como R3) de medicina interna en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid. Descuelga el teléfono justo después de haber descansado un poco tras su última guardia de 24 horas. Tal y como explica desde el otro lado del teléfono, en su especialidad las guardias siempre están cubiertas por los Médicos Internos Residentes (MIR) como él, pero nunca había vivido una como las que tuvo que soportar en pleno pico de la pandemia. "Tuvo que venir el doble de gente a trabajar todas las noches y los adjuntos (los médicos especialistas que les tienen que supervisar) y los residentes trabajábamos por igual. Cada uno tenía una planta de covid-19 y no había ninguna estructura de supervisión jerárquica", recuerda. Lo que se vivió esos días colmó "la paciencia" de él y sus compañeros. Los MIR, denuncia, siempre han sido "la mano de obra barata para el sistema sanitario". Sobre todo en Madrid. Con tantos hospitales de gran capacidad, llegan a suponer hasta el 70% del personal de un centro, dice. "Sin los residentes, el sistema sanitario se cae", asegura. Pero la Comunidad, critica, no se acuerda de ellos. El "maltrato por parte de la Administración durante años se ha acentuado con la crisis del covid-19", denuncia la Asociación de Médicos y Titulados Superiores de Madrid (Amyts). Por eso han dicho basta.