Salvo hundimiento sin paliativos, los líderes políticos –al menos si quieren conservar el puesto– siempre encuentran un motivo para sonreír, una forma de mirar el lado bueno de unos resultados en las urnas. Las noches electorales son noches de botellas medio llenas. En lo que respecta a la interpretación del voto, la subjetividad tiende a infinito. No obstante, hay formas de calibrar unos resultados: comparar con los resultados de las anteriores elecciones; comparar con las encuestas; comparar con los resultados del líder con el que se rivaliza en el bloque ideológico propio; observar si el partido sube o baja en la clasificación de partidos más votados; calibrar la utilidad o el margen de maniobra que dan los votos en la aritmética resultante... Metidos ya en la precampaña del 10-N, cabe preguntarse: ¿Qué sería un buen resultado (o uno malo) para los seis partidos de ámbito estatal? ¿Cuáles son sus objetivos? Dicho de forma más cruda: ¿Dónde está la frontera del éxito (y el fracaso) para PSOE, PP, Ciudadanos, Unidas Podemos, Vox y Más País?
PSOE
1. Pedro Sánchez, que después de la investidura fallida de julio prefirió repetir elecciones a perder el sueño en una coalición con Unidas Podemos, aspira a que el PSOE crezca en porcentaje y escaños. El 28 de abril logró el 28,67% del voto y 123 asientos. Convirtió a los socialistas en la opción más votada en unas generales por primera vez en más de diez años. Fue la candidatura que más apoyos recabó en todas las comunidades salvo tres. En Cataluña se quedó a un punto de ERC; en el País Vasco, a 1,2 del PNV. Navarra fue donde se quedó más lejos, a 3,5 puntos, pero tiene su lógica: Navarra Suma integra a UNP, PP y Cs. Es decir, donde no ganó, casi ganó. Además, las generales marcaron un punto de inflexión en la trayectoria del PSOE, ya que en las europeas del 26-M logró un sobresaliente 32,86%. Caer el 10-N con respecto al 28-A y romper la inercia ascendente tras haber convocado elecciones con la expectativa de mejorar sería una decepción para Sánchez, que ahora mismo ostenta un liderazgo indiscutible en el PSOE. ¿Qué dicen las encuestas? La media da al PSOE un resultado similar al 28 de abril. Eso sí, se observa un cierto empeoramiento en los sondeos –no muy pronunciado– con respecto al verano.
2. El objetivo es repetir como única opción viable para liderar un gobierno. El candidato socialista quiere encarnar en estas elecciones la moderación y la fiabilidad de la única opción estable frente a una derecha dividida y radicalizada que no suma lo suficiente y unas fuerzas de izquierdas e independentistas sin proyecto para España. Ese es el guión del PSOE [ver aquí análisis de las estrategias de los partidos]. Su campaña está orientada a maximizar el voto pragmático arañando a izquierda y derecha, especialmente a derecha, con Cs en plena tribulación interna y en crisis demoscópica. Todo el discurso de campaña, así como la estrategia seguida al menos desde julio, se debilitaría –o se caería– con unos resultados que abrieran la puerta a otros posibles gobiernos no presididos por Sánchez. La repetición habría sido un fracaso.
3. Ninguna encuesta otorga al PSOE mayoría absoluta. Tampoco mayorías abrumadoras. Los escenarios que contemplan los sondeos vuelven a obligar al multilateralismo y la negociación en un entorno lleno de dificultades e incentivos incompatibles. La repetición electoral sólo podrá considerarse bien resuelta por el PSOE si al menos refuerza su posición negociadora ante Cs y Unidas Podemos, los dos potenciales aliados con los que no cerró acuerdo tras el 28-A –con Cs ni siquiera negoció–. El grado de incertidumbre es tal que habrá que esperar para ver si, tras el 10-N, alguno de los liderazgos empieza a ser cuestionado de verdad y cede. Un resultado del PSOE que deje a sus adversarios en posición débil para negociar sería –dado el escaso margen de éxito en un panorama tan atomizado– un logro notable para el PSOE. Sin mayoría clara, ningún resultado garantiza una investidura, pero salir reforzado de cara a una negociación ya es mucho.
PP
1. Pablo Casado salió vivo pero estragado del 28-A. Hagamos memoria. En sus primeras generales como candidato, el PP pasó del 33,01% del voto y los 137 escaños de 2016 al 16,69% y 66 asientos. Casado cosechó 4,37 millones de votos, dejándose por el camino 3,56 millones, casi un 45% de los 7,91 millones que obtuvo Mariano Rajoy. Un fracaso. Y, sin embargo, Casado salvó los muebles. Entonó una tímida autocrítica, enseñó los dientes a los críticos y tiró de apelación al voto útil en la campaña de las europeas, autonómicas y municipales. Y le salió bien. Recuperó Madrid ciudad, defendió la comunidad, mantuvo a raya a Cs y se consolidó claramente como líder de la oposición, estatus que había estado en discusión tras el 28-A. Desde entonces, ha ido recuperando espacio. Más de cinco meses después del 28 de abril, Casado se permite proponer a Cs una gran alianza –España Suma–, con lo cual subraya su liderazgo de la derecha y ofrece una imagen de moderación que, a juicio de barones como Alberto Núñez Feijoo y Juanma Moreno, le venía faltando. Vox acepta ya la primacía del PP y presentará sólo un candidato a senador por provincia. Casado es sin discusión el segundo en las encuestas, la única alternativa verosímil. ¿Puede salir como presidente del envite? Una eventual suma de 176 diputados de PP, Cs y Vox –que las encuestas no pronostican, aunque tampoco la pronosticaban en Andalucía– lo llevaría a La Moncloa. Sería uno de los más vertiginosos ascensos de la historia democrática española. Esta repetición electoral le da una segunda –y poco probable– oportunidad antes de lo esperado.
2. No hay sondeo que pronostique una mayoría absoluta de PP, Cs y Vox. A priori la expectativa de éxito más verosímil del partido de Casado es marcar distancias con Cs y reforzar su posición dominante, ya sin contestación, en el espacio conservador. El 28-A su liderazgo en la derecha estuvo a punto de irse al garete. El PP sacó 4.373.653 votos, el 16,69%, frente a 4.155.665 papeletas de Cs, el 15,86%. Casi. Pero Casado sobrevivió. Tras capear el temporal, ahora sus expectativas suben. Está casi descartado ser el partido más votado, pero algunas encuestas le ponen a tiro la frontera de los 100 escaños. La brecha con Cs –y con Vox– puede ensancharse en votos, porcentaje y escaños. El 28 de abril Cs sacó más voto que el PP en Cataluña, Andalucía, Madrid y Aragón. Es un escenario más que previsible que, salvo en Cataluña, la formación de Casado recupere y adelante a Cs, gracias a su apelación al voto útil, en todas las comunidades donde quedó por detrás en abril.
3. Que las opciones de adelantar a Cs sean pocas en Cataluña –la diferencia fue de 6,72 puntos el 28-A– no significa que Casado no se juegue allí nada. Al contrario. Una mejora de los resultados en Barcelona, donde su candidata es Cayetana Álvarez de Toledo, su portavoz parlamentaria y apuesta personal frente a los sectores más templados, serviría para reforzar el creciente liderazgo dentro de sus filas del presidente del PP. Ahora mismo el PP, histórico líder de la derecha española, sólo tiene un diputado en la comunidad donde se concentra la crisis política española, algo que el PSOE le recuerda con frecuencia. El PP aspira también a recuperar la representación perdida en el País Vasco, donde se mira con recelo la estrategia de Casado. Euskadi es otra comunidad histórica donde es difícil de aceptar que un partido con vocación de gobierno no consiga ganar ni un diputado. Todo ello, junto al mencionado despegue con respecto a Cs y el taponamiento de la sangría abierta por Vox, contribuiría a consolidar a Pablo Casado, que salvó el cuello por milímetros en abril y ahora aspira a erigirse en la gran alternativa a Sánchez sin descartar que una hipotética desmovilización de la izquierda lo lleve al poder.
Cs
1. Hay pocas cosas en las que coinciden todas las encuestas: el PSOE es el más votado, el independentismo catalán mantiene su empaque electoral, el PP se refuerza.... y Cs cae. ¿Habrá derrumbe o leve retroceso? Albert Rivera insiste en que su partido es experto en doblegar a las encuestas [ver aquí artículo analizando los resultados de Cs en relación con las encuestas]. Se verá. Con el partido en marejada interna y los sondeos alertando de una decepción de los sectores más pactistas del electorado naranja, un mantenimiento o un leve retroceso en escaños sería un éxito. Quedarse por encima de 40 o 45, más que aceptable. Mantener la tercera plaza, todo un logro. ¿En qué frontera empezaría el balance de fracaso? Hay sondeos que sitúan a Cs por debajo de los 32 asientos, su resultado en 2016, cuando ahora tiene 57. Esto significaría que al Rivera que pactó con Sánchez en 2016 le va mejor en las urnas que el Rivera que vetó a Sánchez en 2019. Eso sí, queda por delante un mes de campaña en el que la cuestión catalana –terreno en el que Rivera se mueve con soltura– tendrá mucho peso.
2. Tras el 2 de diciembre andaluz, Cs eligió camino. Rivera decidió que prefería tener un vicepresidente en un gobierno con el PP de Juanma Moreno dependiente de Vox que un vicepresidente en un gobierno con el PSOE sin necesidad de más aliados. Tras el 28 de abril, dio continuidad a esa decisión. PSOE y Cs, que en 2016 habían pactado cuando no tenían suficientes escaños para sacar la investidura, sí los tenían ahora. Sumaban 180. Pero Rivera se encastilló en su veto a Sánchez, con el que llegó a rechazar una reunión. Tras las municipales y autonómicas, se sumó a mayorías con el PP y Vox en Madrid y Murcia. Decisión ratificada. La idea era enviar un mensaje claro al electorado conservador: se acabaron los bandazos, Cs es una opción fiable para el votante de derechas, Rivera reclama el liderazgo de la oposición. El problema es que el adelanto electoral somete a las urnas una estrategia de Cs que estaba preparada para madurar durante toda una legislatura. ¿Y ahora? Con los sondeos augurando fuertes caídas, Cs salvará los muebles si es capaz de anotarse algunos logros parciales: un nítido liderazgo de la derecha antiindependentista en Cataluña –sería un golpe para Cs ver a Álvarez de Toledo acechar electoralmente a Inés Arrimadas–, evitar un retroceso drástico en Madrid y Andalucía, donde ya fue por delante del PP en las elecciones del 28 de abril... Los sondeos indican que, a diferencia del 28-A, Cs ya no tendría ni siquiera la opción de formar una mayoría con el PSOE, lo cual debilitaría su margen de influencia política durante toda la legislatura.
3. A Rivera le faltaron el 28 de abril 217.988 votos para hacer realidad su aspiración de erigirse en líder de la derecha española y desplazar al PP. Al igual que le ocurrió a Podemos con el PSOE, no lo logró cuando parecía que tenía su gran oportunidad. En el intento renunció a su papel de bisagra, trazó una línea roja delante del PSOE y se alió con Vox, metiendo al partido en su mayor crisis y alejándolo incluso de sus socios europeos. Ahora las cosas pintan mucho peor. Cs no aspira ya a superar las barreras que le quedaron pendientes, como la de lograr representación por el País Vasco, sino a no retroceder por detrás de las ya superadas. Por primera vez forma parte de las tertulias la hipótesis de un Ciudadanos post-Rivera. ¿Hasta qué punto soportaría el liderazgo del número uno del partido naranja una nueva estrategia de línea roja frente al PSOE tras un fuerte retroceso electoral que desacreditase su línea política posterior al 28 de abril? El 10-N está en juego también la posición de Rivera, que necesita un resultado que le permita justificar su apuesta de todo al azul. Rivera, siempre atento a las encuestas, ya ha reaccionado y se ha abierto una posible alianza "constitucionalista" con el PSOE después de las elecciones. Es una evidencia que los datos le indicaban que no iba por buen camino insistiendo en el veto a Sánchez.
Unidas Podemos
1. Unidas Podemos salió del 28-A mejor de lo que pronosticaban las encuestas: 3,7 millones de votos, el 14,31%, y 42 escaños. Viniendo de 71 escaños, no era un gran resultado, desde luego. Pero tenía el valor añadido de permitir, a priori, negociar un gobierno de coalición con el PSOE apoyado por fuerzas nacionalistas, en la línea de la moción de censura que apeó a Rajoy de La Moncloa. Esa había sido la gran apuesta de campaña de Iglesias. Ahora las cosas han cambiado. No hubo acuerdo para dicho gobierno. Además, ha surgido un nuevo partido, Más País, que comparte al menos un fragmento de espectro político con Unidas Podemos. En este contexto, para Unidas Podemos el éxito es relativamente sencillo de cifrar: mantenerse o caer poco. Las encuestas le dan ahora 33 escaños de media, 9 menos que en abril, y 12,1 puntos, más de dos puntos por debajo. Veremos si Unidas Podemos mejora durante la campaña, que suele ser un punto fuerte de Iglesias. El sistema electoral le puede deparar a Unidas Podemos una paradoja. Si Cs cae con suficiente estrépito y Unidas Podemos resiste, la coalición de izquierdas podría compensar en algunas provincias, quedándose con el escaño perdido por los naranjas, el previsible bocado de Más País en otras circunscripciones. Eso le pondría a tiro la tercera posición que perdió el 28-A.
2. Incluso con una pérdida de escaños, siempre que la pérdida sea digerible para el liderazgo de Pablo Iglesias, Unidas Podemos salvaría su posición política si vuelve a ser decisivo para la formación de una mayoría parlamentaria, a su vez puente hacia una investidura y un gobierno. Otra vez las buenas noticias le pueden llegar desde Cs. Si Rivera ya no es una opción para constituir una mayoría junto a los socialistas, la posición de Iglesias quedaría reforzada. Por el contrario, la entrada en juego de un nuevo actor, Más País, que parece decidido al acuerdo, dificulta a priori que Unidas Podemos adopte posiciones negociadoras duras. En cualquier caso, salir del envite electoral con un grupo decisivo para una investidura, una mayoría y un gobierno justificaría al menos en parte la estrategia seguida y daría margen para encarar una legislatura donde es previsible un proceso de recomposición de la izquierda.
3. Al igual que Sánchez y Rivera, el líder de Unidas Podemos encara sus cuartas generales como cabeza de cartel. Serán las primeras en las que se mida con Íñigo Errejón. El candidato de Más País, que nunca se enfrentó directamente a Iglesias en los procesos internos de Podemos, se medirá ahora a su excompañero como cabeza de cartel por la principal circunscripción española. Los resultados en Madrid, con la duda de si es más votado Iglesias que Errejón allí donde se enfrentan, serán leídos en clave de liderazgo del convulso espacio político a la izquierda del PSOE.
Vox
1. El 28 de abril dejó un sabor agridulce en Vox. Por una parte, el partido de ultraderecha, anecdótico hasta su mitin de Vistalegre en octubre de 2018, irrumpía en el Congreso con 24 diputados. Por otra parte, defraudaba unas expectativas basadas en las encuestas que habían llegado a pronosticar resultados mucho mejores. Lo que sí dejaron las elecciones a la formación de Santiago Abascal era una base para empezar a trabajar y a consolidarse como proyecto de largo aliento, en línea con otros países europeos donde la ultraderecha populista es un actor clave. Todo se interrumpe ahora, cuando Vox es sometido a la reválida de las urnas. Su problema es que los resultados de las últimas generales dejaron claro que la dispersión del voto conservador hace daño a las expectativas de la derecha de apear a Sánchez de La Moncloa. Incluso Vox lo ha asumido con su gesto en el Senado, donde no competirá al 100%. La apelación al voto útil es potencialmente dañina para Vox, que daría por buena una caída amortiguada.
2. No obstante, no es inconcebible mirar más alto. Ahora mismo la media de las encuestas le otorga una cifra de diputados similar a la del 28-A. No hay en absoluto en torno a Vox rumores de pinchazo o desinflamiento grave. Expertos consultados por infoLibre para analizar las perspectivas y discursos de los distintos partidos han expresado su sorpresa ante la elevada adhesión que mantiene su electorado, a pesar de lo eficaz que suele resultar la apelación al voto útil por parte del hermano mayor en el mismo bloque ideológico. "Los que reconocen que han votado a Vox, que no son todos [los que lo votan], tienen una fidelidad enorme y te dicen que van a repetir. El problema de Vox es que, a poco que pierda puntos, pierde escaños. Está en la zona de 'un punto menos, dos escaños menos'", explica Narciso Michavila en este recorrido por las estrategias de los partidos. Con estos condicionantes, una campaña de nicho que le permitiera mantener su electorado supondría no sólo resistir, sino afianzarse y reivindicar su vocación de permanencia como proyecto.
3. Hay una hipótesis especialmente favorable a Vox. No la pronostican las encuestas, pero no es descartable, más aún en un escenario de tanta volatilidad: que las derechas sí sumen 176 diputados, o casi, y puedan formar una mayoría a la andaluza-madrileña-murciana. Eso le daría al partido de ultraderecha –neofranquista en lo identitario, ultraliberal en lo económico– la llave de una legislatura que supondría una conmoción política histórica en España, con ecos en toda Europa. Ahí la pregunta sería si Cs se atrevería a integrarse junto con una derecha emparentada con Salvini y Le Pen en una mayoría dominante –no digamos ya en un gobierno–.
Más País
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1. La media de las encuestas le da a Más País en torno al 5% del voto y 9 escaños, pero hay que ponerlo entre paréntesis, porque es difícil que alcance ese porcentaje presentándose sólo en las principales provincias. En cualquier caso, estos primeros números dan idea del impacto del nuevo fenómeno. Su estrategia selectiva con respecto a las circunscripciones, así como el carácter de novedad electoral, hacen difícil la previsión. Las encuestas se equivocaron con Vox tanto en Andalucía (por debajo) como en las generales del 28-A (por arriba). En cualquier caso, sería un éxito la conformación de un grupo parlamentario propio. No es fácil. El reglamento del Congreso establece en 15 el número mínimo de diputados para un grupo. Pero hay otras fórmulas, como la alianza de diputados de varias formaciones que, a pesar de no alcanzar los 15, suman más de 5 escaños y, además, reúnen el 15% de los votos en las circunscripciones en las que se presentan o el 5% del total de papeletas a escala nacional. Es previsible que a Más País le toque no sólo negociar, sino esperar el criterio benevolente de la Mesa del Congreso a las fórmulas que consiga –y que podrían incluir la cesión de diputados, como hizo UPyD en 2011 aliándose con Foro Asturias y logrando grupo propio con menos del 5%–.
2. Íñigo Errejón se presenta en el tablero político afirmando que lo que más lo diferencia de Unidas Podemos no es el programa, sino la "actitud". La primera apuesta estatal del proyecto de origen madrileño está vinculada a las ideas de "responsabilidad" y "desbloqueo" en esta específica coyuntura política. El desarrollo de la idea requiere de la oportunidad de ser clave para la gobernabilidad. Es decir, de que Más País quede integrada en una "mayoría progresista", cuyo formato más verosímil incluye a los independentistas. El escenario multipartidista y efervescente hace que no se pueda descartar que este partido neonato sea en un par de meses fundamental para la formación de una mayoría parlamentaria en España, lo cual daría inmediatamente a Más País relieve e importancia estratégica, además de una posición fuerte para encarar un proceso de recomposición de las fuerzas de izquierdas que no se prevé sencillo.
3. Errejón, al igual que Iglesias, también libra la batalla tú a tú de Madrid. Más Madrid logró superar a Unidas Podemos en la Comunidad, pero ahí Errejón no se enfrentó a Iglesias, sino a Isabel Serra, sacándole 9,09 puntos (14,65 frente a 5,56). Por la mayor trayectoria de Unidas Podemos en la política estatal, así como por la propia figura de Iglesias, ahora la disputa se antoja más reñida.
Salvo hundimiento sin paliativos, los líderes políticos –al menos si quieren conservar el puesto– siempre encuentran un motivo para sonreír, una forma de mirar el lado bueno de unos resultados en las urnas. Las noches electorales son noches de botellas medio llenas. En lo que respecta a la interpretación del voto, la subjetividad tiende a infinito. No obstante, hay formas de calibrar unos resultados: comparar con los resultados de las anteriores elecciones; comparar con las encuestas; comparar con los resultados del líder con el que se rivaliza en el bloque ideológico propio; observar si el partido sube o baja en la clasificación de partidos más votados; calibrar la utilidad o el margen de maniobra que dan los votos en la aritmética resultante... Metidos ya en la precampaña del 10-N, cabe preguntarse: ¿Qué sería un buen resultado (o uno malo) para los seis partidos de ámbito estatal? ¿Cuáles son sus objetivos? Dicho de forma más cruda: ¿Dónde está la frontera del éxito (y el fracaso) para PSOE, PP, Ciudadanos, Unidas Podemos, Vox y Más País?