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El crimen del niño Mateo: la extrema derecha intentó replicar en España el bulo que incendió Reino Unido

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Domingo 18 de agosto, 22.30 de la noche. Habían pasado apenas 12 horas desde que un hombre encapuchado apuñalara hasta la muerte a un menor de 11 años en el municipio toledano de Mocejón. Se llamaba Mateo y en el momento del crimen estaba jugando al fútbol con sus amigos. No se sabía nada más. Ni quién había sido, ni por qué. Sin embargo, la extrema derecha ya tenía al culpable: era un joven inmigrante. El líder de Vox, Santiago Abascal, fue el primero en insinuarlo: "Están convirtiendo España en un país irreconocible y peligroso", dijo. ¿Pruebas? Ninguna. No hacían falta. Las redes sociales, y en particular el nuevo Twitter de Elon Musk (X), fueron la herramienta perfecta para expandir un bulo que, aunque ya desmentido, sigue siendo una verdad absoluta para el fanatismo ultra. Y sobre todo, un motivo de un odio que en Reino Unido ya consiguió traspasar la frontera virtual.

Lunes 19. Más de 24 horas después del crimen, la Guardia Civil detenía a un joven español de 20 años como presunto autor. Poco después era él mismo el que confesaba. Pero la mecha que prendió la extrema derecha ya se había expandido. Los mensajes en X que vinculan el asesinato de Mateo con la inmigración permanecen, y en ningún momento aclaran o recogen la noticia de la verdadera autoría. "Después de lo ocurrido estos últimos días, cuanto antes acabemos con el eufemismo de disfrazar la inmigración masiva de solidaridad y buenismo, antes erradicaremos la inseguridad y el reemplazo cultural", escribió este lunes la diputada de Vox en el Parlament de Cataluña Júlia Calvet Puig. "Es momento de reflexionar sobre qué está pasando en España para que nuestros hijos no puedan jugar tranquilos en los pueblos que siempre han sido sitios seguros", añadió David Moreno, diputado ultra en Castilla-La Mancha.

Alvise Pérez, líder de Se Acabó La Fiesta, fue más allá. "4 apuñalamientos en Cataluña, el asesinato de un niño de 10 años a puñaladas en Toledo, nuevos cayucos en Tenerife… Pero recordad que hace días nos llamaron 'lunáticos' por decir que esto es a diario. ¿Habéis normalizado ya que os violen, asesinen y roben, o seguís siendo nazis?", preguntó en su red social.

La Fiscalía ya ha tomado nota de todo ello y, según confirmó este mismo martes, ya estudia "la trascendencia jurídico penal de determinados mensajes difundidos en los últimos días, fundamentalmente a través de redes sociales, en los que se criminaliza de forma generalizada a personas extranjeras difundiendo mensajes falsos".

El ejemplo de Reino Unido y el recuerdo de Ca N'Anglada y El Ejido

La respuesta social al crimen del pequeño Mateo ha recordado, y bastante, a lo sucedido a principios de agosto en Southport, Reino Unido. Y no es casualidad, según lo entiende el sociólogo Iago Moreno. Tres niñas fueron asesinadas durante su clase de baile en la localidad costera por un adolescente británico de 17 años sobre el que, sin embargo, se difundió el bulo de que era un solicitante de asilo musulmán. No hizo falta nada más. Ni siquiera saber que no era cierto. Grupos de extrema derecha inundaron las calles de odio racista y xenófobo, llegando incluso a atacar hoteles donde se alojaban inmigrantes y mezquitas. El estallido ultra incluso se contagió a Londres, Hartlepool, Manchester, Leeds, Blackpool y Aldershot. En apenas diez días ya hubo alrededor de 600 personas detenidas. Fueron las contramanifestaciones antifascistas las que frenaron la oleada.

"Cuando nos preguntamos cómo es posible que el bulo sobre el crimen de Mocejón se haya reproducido tan rápido no podemos obviar este otro caso. No ha sido una propagación casual, sino un intento por detonar la misma explosión violenta, darle una coartada", señala Moreno, que destaca que uno de los mayores difusores de esta "propaganda racista" en torno al asesinato de Mateo ha sido Alberto Caliu, perteneciente al grupo neonazi Núcleo Nacional. "Su acción violenta ya está organizada, tan sólo han utilizado el caso de Reino Unido y el de Mocejón para avivarla", continúa el experto.

Pero tampoco hace falta irse tan lejos. El periodista Miquel Ramos recuerda, en su libro Antifascistas (Capitán Swing, 2022), que hay episodios similares en España. Uno ocurrió en Ca N'Anglada, un barrio de Terrassa habitado fundamentalmente por migrantes españoles, en el verano de 1999. Aquel mes de julio una pelea se saldó con un herido por navaja y con las acusaciones de varios ciudadanos —sin pruebas— hacia sus vecinos magrebíes. Sin las redes sociales entonces, fue la prensa la que dio voz a esos discursos. Y quienes los defendían protagonizaron "varios días de agresiones, ataques a la mezquita y a una carnicería halal". Incluso apuñalaron a un joven magrebí.

Tan sólo habían pasado cuatro años cuando El Ejido (Almería) vivió algo similar. La localidad siempre se ha caracterizado por su alta tasa de trabajadores migrantes que ocupaban los puestos de trabajo que los locales no querían por sus "bajos salarios y pésimas condiciones". La convivencia era buena, pero todo cambió cuando un joven marroquí con problemas psiquiátricos asesinó a una vecina pocas semanas después de que otro asesinara a un patrón y un agricultor. Los vecinos entonces asaltaron sus negocios y sus casas, e incluso las prendieron fuego. La policía no actuó.

No es baladí recordarlo. Ramos, en conversación con infoLibre, opina que reeditar estos "pogromos" es el objetivo de difundir estos bulos. Por eso da igual quién sea el responsable de un crimen, lo importante es señalar a un grupo. "La extrema derecha juega con una desafección con la verdad. Una vez consiguen instalar el marco, lo que haya ocurrido en realidad ya empieza a dar igual", critica. Por eso no se han borrado los mensajes en redes sociales. Y por eso ahora hay comentarios que se preguntan si la ascendencia del asesino de Mateo es o no de origen migrante. El odio ya se ha instalado.

Tanto fue así que las redes incluso apuntaron directamente al portavoz de la familia y primo de la víctima, Asell Sánchez, de quien publicaron varias imágenes de viaje en África acusándole de "tener las manos manchadas". Fue él mismo, periodista, quien lo denunció en una entrevista en la Cadena Cope. Y quien había pedido también que no se acusara a nadie "por su raza o su color de piel". "Nosotros, la familia, no tenemos sospecha de quién puede ser, y por eso no queremos que se criminalice a nadie por la etnia, por la raza, por el color, por su creencia. Están saliendo muchos bulos, mucha desinformación. Queremos que se deje trabajar la Guardia Civil y que cuando la Guardia Civil tenga a este indeseable, que nos diga: 'es éste'. Independientemente de dónde venga, de quién sea", señaló Sánchez ante las cámaras de Antena 3.

Un odio ultra 'facilitado' por el nuevo Twitter de Musk

Pero, ¿cómo consiguió el odio y la desinformación extenderse tan rápidamente? Fundamentalmente gracias a dos cosas: al anonimato que ofrecen las redes sociales y a su recién modificado algoritmo. "Las redes sociales son una herramienta que ofrece una capacidad de difusión amplísima y completamente impune" en un escenario, además, en el que la mentira no está "ni sancionada ni moderada", denuncia Ramos. "Cuando X detecta que hay interacción en torno a un mensaje lo que hace es amplificarlo", lamenta. Ocurre aunque sea para desmentirlo. "Nosotros mismos alimentamos el algoritmo cuando interactuamos para denunciar un bulo", completa.

No siempre fue así. Como recuerda el propio Ramos, antes había más posibilidades de que las denuncias a ciertos discursos dentro de la red social se controlaran y atendieran mucho más. Además, la mentira y el discurso del odio estaba sancionada. "Hoy en día eso es una batalla perdida. X está en manos de un ultra que hace exactamente lo mismo que queremos denunciar", lamenta el periodista.

Musk nunca ha ocultado sus intenciones. Ya en 2022, al poco de comprar lo que entonces se conocía como Twitter, el multimillonario advirtió de que su plan era convertir la red social en el mayor espacio para la "libertad de expresión". Pero entendida como él la entiende, claro. "Ahora mismo X es una red que pretende retener al usuario mostrándole lo que sea y, por otro lado, ofrece una total amnistía a las cuentas de desinformadores y propagandistas, dando impunidad al discurso del odio", critica Moreno.

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En concreto, en los últimos dos años, Musk ha creado una constelación de jefes de Estado aliados para beneficiar sobre todo a sus otras empresas (Tesla y Space X) a los que que, casualmente, unen el mismo hilo doctrinario: el argentino Javier Milei, la italiana Giorgia Meloni, el israelí Benjamin Netanyahu, el indio Narendra Modi, el turco Recep Tayyip Erdogan, o el expresidente brasileño Jair Bolsonaro. La semana pasada, además, el dueño de X permitió que el expresidente de EEUU Donald Trump, volviera a la actividad en la plataforma con una charla en directo en la que permitió, por ejemplo, que acusara a Kamala Harris de dar un "golpe de Estado".

Además, en 2023, un estudio de las universidades de Cornell y de California en Berkeley señaló que desde la llegada del empresario el algoritmo amplifica la ira, la hostilidad y la polarización.

Mientras en Reino Unido la violencia se incrementaba, Elon Musk aseguró en X que "la guerra civil es inevitable". Y preguntó al primer ministro británico, Keir Starmer, "por qué no se protege a todas las comunidades". "El Reino Unido se está convirtiendo en la Unión Soviética. En serio", llegó a escribir.

Domingo 18 de agosto, 22.30 de la noche. Habían pasado apenas 12 horas desde que un hombre encapuchado apuñalara hasta la muerte a un menor de 11 años en el municipio toledano de Mocejón. Se llamaba Mateo y en el momento del crimen estaba jugando al fútbol con sus amigos. No se sabía nada más. Ni quién había sido, ni por qué. Sin embargo, la extrema derecha ya tenía al culpable: era un joven inmigrante. El líder de Vox, Santiago Abascal, fue el primero en insinuarlo: "Están convirtiendo España en un país irreconocible y peligroso", dijo. ¿Pruebas? Ninguna. No hacían falta. Las redes sociales, y en particular el nuevo Twitter de Elon Musk (X), fueron la herramienta perfecta para expandir un bulo que, aunque ya desmentido, sigue siendo una verdad absoluta para el fanatismo ultra. Y sobre todo, un motivo de un odio que en Reino Unido ya consiguió traspasar la frontera virtual.

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