Cristina Monge: "Aunque no esté acampada en ninguna plaza, la indignación no se ha perdido"

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La primavera de 2011 quedaba inaugurada por la viralidad de una imagen común en los distintos puntos del mapa español: grupos de jóvenes de todo el país salían a la calle para movilizarse. Lejos de tratarse de una movilización pasajera, el 15M nació con vocación de continuidad. La evolución y desarrollo de las acampadas marcó la agenda nacional y sus efectos continúan siendo motivo de reflexión seis años después.

Cristina Monge, doctora por la Universidad de Zaragoza y licenciada en Ciencias Políticas, recoge en su libro 15M. Un movimiento político para democratizar la sociedad (Ediciones Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2017) la estela de los indignados que abarrotaron las plazas reclamando una transformación del sistema que les había excluido y había derribado sus expectativas de futuro.

En la obra, la politóloga analiza las características, el modus operandi y los efectos de un 15M que, a su juicio, sentó las bases de una segunda transición cuya consecuencia principal fue la destrucción del sistema de partidos tal como conocíamos hasta el momento. La pluralidad del movimiento, el debate interno, el impulso de nuevos actores políticos y la apuesta por una democracia participativa son algunos de los aspectos que la autora aborda a través del análisis propio y de las entrevistas con sociólogos y politólogos expertos en la materia, cuyas voces serán también uno de los ejes vertebradores del ensayo.

PREGUNTA: Al principio del libro trata de analizar las características del 15M para determinar si es un movimiento social. ¿Cuáles son las conclusiones?

RESPUESTA: Este libro parte de mi tesis doctoral, centrada en entender cuál era la propuesta, la idea y la práctica de participación del 15M. Uno de los debates desde el punto de vista académico es si el 15M es un movimiento social o no, puesto que desde el punto de vista de la ciencia política los movimientos sociales tienen unas características que el 15M no cumple en su totalidad. Hay sociólogos y politólogos que cuestionan que el movimiento del 15M sea un movimiento social desde el punto de vista académico. Podemos ver que es un movimiento social de nuevo tipo, puesto que tiene nuevas formas de organización, surge de una manera diferente, plantea objetivos distintos, tiene formas de funcionar distintas… No se atiene a las características típicas de los movimientos sociales, pero sin duda generó unos efectos de transformación social que son incuestionables. Más allá del debate académico, lo que sí está claro es que es un movimiento político, por eso el título del libro. Además de que también inaugura un ciclo de movilización social con características distintas a las que se habían vivido hasta ese momento, de modo que es una puesta de largo de un movimiento social distinto.

P: Algunas comparaciones apuntan a Mayo del 68.

R: Son comparaciones que hay que hacer siempre con muchísima cautela. Lo que está claro es que en un momento determinado una parte importante de la sociedad, que suelen ser clases medias, clases con formación, que han vivido con cierta estabilidad, sienten que por unas cosas o por otras el sistema en el que están viviendo empieza a fallarles. En ese sentido salen a las calles a pedir regeneración, nuevos tiempos, nuevas visiones, nueva política. Eso lo tienen en común Mayo del 68, el 15M y otros muchos movimientos. Pero si profundizas en causas, formas de funcionamiento, discurso, etc, ya hay muchas diferencias. Además que les separan más de 50 años, con lo cual no pueden ser lo mismo. Pero sí que comparten esa idea de que en una sociedad aparentemente estable y aparentemente consolidada las bases del acuerdo social sobre el que se funda empiezan a tambalearse. Y eso es lo que hace que la gente salga a las calles a pedir regeneración y otra política. Hay un eslogan de Mayo del 68 que también se utiliza en el 15M, sobre todo en Sol, y es ese de Nuestros sueños no caben en vuestras urnas. Hay un reconocimiento y una demanda que aspira a más y mejor democracia que no tiene cabida en el sistema político actual, tanto ahora como en el París del 68.

P: Habla en el libro de una clase media empobrecida. Jóvenes adultos formados y educados en un clima de prosperidad y seguridad, que con la llegada de la crisis ven truncadas sus expectativas. ¿Buscaban volver a la situación precrisis o cambiar el sistema de raíz?

R: Yo creo que en el 15M coinciden lo que el profesor Carlos Taibo llama dos almas. Por un lado gente que venía ya trabajando y militando en movimientos sociales o partidos políticos de la izquierda, y por otro lado una generación de jóvenes que ve cómo la promesa que se les había hecho no se había cumplido. A esos jóvenes les habíamos dicho: formaos, estudiad un par de idiomas, haced un máster, tened una formación sólida, y tendréis un nivel de seguridad y bienestar. Ellos ven que han cumplido con su parte del trato, pero que esa seguridad y estabilidad que se les había prometido está saltando por los aires. Un lema que se repite en las plazas dice No somos antisistema, el sistema es antinosotros. Es decir, el sistema nos ha expulsado, pero nosotros queríamos estar dentro. Lo que pasa es que cuando ellos se dan cuenta de que el sistema les ha expulsado y empiezan a analizar los mecanismos de toma de decisiones, la preponderancia a la hora de defender los grandes intereses financieros internacionales o lo que han sido todas las políticas neoliberales que se han ido aplicando desde Europa, ven que el cuestionamiento es mucho más profundo. No sólo es una crisis superficial sino una crisis del funcionamiento del sistema, y es cuando se plantean que hay que cambiar las cosas con mayor profundidad. Empiezan entonces a plantear sistemas de democracia más directa, sistemas de participación, sistemas de deliberación, nuevos modelos económicos empresariales que sí eclosionan con mucha fuerza a partir del 15M. Empiezan diciendo el sistema nos ha expulsado, pero cuando empiezan a analizar el por qué de la crisis del sistema entienden que es una crisis muy profunda, del conjunto de la sociedad.

P: Se ha dicho, también lo recoge en el libro, que fue considerado por determinados sectores como una "trampa para la izquierda" por ser "legitimador del sistema". Entra aquí el debate entre la transversalidad y los símbolos, que también se ha visto recientemente en Podemos.R:

Es un debate que empieza entonces, continúa ahora y está lejos de resolverse. Buena parte de la izquierda, y de la sociedad española, no supimos entender qué era aquello. Yo misma venía de participar en movimientos sociales y partidos políticos de la izquierda desde hace años , y de repente esa movilización no me cuadraba. Además surge en un momento delicado, con muchos nervios, que es la campaña electoral, con reacciones de lo más curiosas, como que era un invento del PP, que lo había montado Rubalcaba, que si era IU la que estaba detrás… Se dijo de todo, lo que evidenció que no había la capacidad de entender de forma acertada qué era aquello, ni de dónde venía ni a dónde iba. Ahí surge un debate entre la transversalidad y los símbolos, de hecho en el libro se cuenta una anécdota que ocurrió en Sol con una pancarta feminista. Decía algo así como El futuro será feminista o no será, un lema muy básico del movimiento feminista, y se genera un debate porque hay quien dice que eso es excluyente, que no todo el mundo se considera feminista, cuando en un movimiento social un lema así no tiene que generar ningún rechazo, sino al contrario, es casi un lugar común.

En mi opinión, una cosa es que se intente rechazar la clasificación de la izquierda intentando así distanciarse de símbolos que se considera que no conectan con una generación o que ya no significan lo que en su momento suponían, y otra cosa es que en estas reivindicaciones hay y tiene que haber una defensa de los valores de la izquierda, que son los valores de igualdad, equidad y solidaridad. Esos valores están en la movilización, en las propuestas, en los discursos y en todos los sitios. Que digan que ahora mismo hablar de izquierda supone problemas para llegar a generaciones más jóvenes, es un debate diferente, pero el 90% del discurso de los movimientos sociales, el 15M entre ellos, eran nítidamente de izquierdas.

P: ¿Cómo valora las palabras de Susana Díaz diciendo que lo único que querían era su piso en la playa?R: las palabras de Susana Díaz

Es una muestra más de la dificultad para entender lo que supuso un movimiento tan complejo como el 15M. No se puede hablar de 15M en singular, hay muchos, es muy complejo y heterogéneo, implica muchos matices y hay que analizarlo muy bien. A veces la pereza mental es tentadora y es muy fácil descalificar o calificar de forma poco afortunada, como pudo ser ese caso, pero desde luego no responde a la realidad absolutamente para nada. No es un problema de pisito en la playa, es un problema de que a una generación entera de jóvenes se les había expulsado del sistema.

P: Se habla de la indignación del 15M como un elemento de identidad. Durante el reciente debate de la moción de censura presentada por Podemos, Mariano Rajoy señaló que la formación morada no tiene sentido en tiempos de recuperación. ¿Qué efectos tiene la pérdida de esa indignación?R:

Aunque no esté acampada en ninguna plaza, la indignación no se ha perdido. Podemos tiene un reto muy importante y muy difícil, que es saber transformar esa energía que venía de un movimiento en propuesta de un partido político, con mayor o menor formalización como partido político pero que opera en el ámbito institucional. Ahí las reglas del juego son diferentes. Llevar un movimiento social a una institución es muy difícil de encajar, tal y como están diseñadas las instituciones en España. La indignación sigue existiendo, y me consta que en Podemos tienen un debate en torno a cómo gestionan todo esto, cómo siguen manteniendo o recogiendo las ideas que surgen de ese sentir de indignación, que no ha terminado.

P: En cuanto a las nuevas opciones políticas, menciona el caso de Ciudadanos. Aunque el partido nace en Cataluña en 2006, ¿cómo se nutre del 15M?

R: Es un fenómeno curioso. Una de las características del 15M es que hace saltar por los aires al sistema de partidos que estaba operando en España desde la Transición del 78. Aparecen nuevos partidos como puede ser Podemos o las coaliciones que están gobernando en varios municipios. Ciudadanos existía, pero a partir de ese momento adquiere un volumen y una relevancia que no tenía, hace desaparecer otros partidos, porque ya nadie se acuerda de Rosa Díez, y los partidos que existían y existen (fundamentalmente PP y PSOE) están viviendo una convulsión detrás de otra.

Cuando el sistema de partidos salta por los aires, de alguna manera todo está cuestionado, sobre la mesa. A partir de ahí estamos todavía en transición. No creo que tengamos un sistema de partidos consolidado, si es que en algún momento vuelve a haber un sistema estable, porque hay que considerar que la inestabilidad puede ser una de las señas de identidad del sistema de partidos español. Pero desde el ámbito político sí que creo que el 15M supone un antes y un después, un nuevo ciclo, abre una segunda transición en España, hace saltar por los aires el sistema de partidos con formaciones nuevas, otras que desaparecen, y con partidos que ya existían pero que están viviendo un proceso de convulsión interna continuo.

P: El impacto político no sólo atañe a la creación de nuevos partidos. El libro también habla del contenido de las políticas.R:

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Hay cambios muy importantes de contenido y de lenguaje. Hoy se han vuelto de hogar común términos que en 2011 prácticamente no existían o lo hacían en círculos muy minoritarios. Hoy hablar de transparencia es algo muy normal, y en 2011 no, igual que hablar de procesos de toma de decisiones más horizontales, de democracia directa o más participativa, hablar de una mayor participación de la ciudadanía, todo esto que ahora está muy asumido realmente coge protagonismo político y salta a las primeras páginas de los periódicos a partir de ese momento, de esa ola de indignación. Hay algunas de esas expresiones que se pueden interpretar con ópticas diferentes, y eso es lo que hace que Ciudadanos diga que se siente también heredero del 15M, en la medida en que hay un lenguaje político y unos temas que están sobre la mesa y que antes ya no estaban, y que ellos también los hacen suyos con una óptica más diferente, más conservadora.

P: ¿Cómo fue la relación del 15M con los medios de comunicación?R:

La relación con los medios fue muy conflictiva, porque en esa impugnación al conjunto del establishment que es el 15M, los medios de comunicación forman parte. En ese conjunto, tenemos que ser conscientes, estábamos todos. La élite política, la élite económico-financiera, también las élites de organizaciones sindicales y sociales, y también los medios de comunicación a los que se considera, lógicamente, una parte importantísima del engranaje del establishment. Pero ocurre que a veces se tira el agua sucia con el niño dentro. Hay muchos medios con políticas diferentes y muchos profesionales con éticas distintas, pero se hace tabla rasa y acuden a esos eslóganes contra ellos. Todo eso se hace en un momento en que los medios que existían eran los que habíamos conocido hasta entonces. Coincide el 15M con toda la revolución tecnológica de la comunicación, el surgimiento potente de las TIC. Todo ello hace que el 15M empiece a descubrir que puede generar comunicación, mensajes y comunidad por sí solo. Eso es lo que le da alas a un movimiento que ya se había iniciado previamente pero que a partir de ese momento coge muchísima más fuerza, que es un movimiento de nuevos medios de comunicación, infoLibre entre ellos. Medios de comunicación que surgen con otra filosofía, otro enfoque y otro modelo de negocio, con un paradigma diferente. 

La primavera de 2011 quedaba inaugurada por la viralidad de una imagen común en los distintos puntos del mapa español: grupos de jóvenes de todo el país salían a la calle para movilizarse. Lejos de tratarse de una movilización pasajera, el 15M nació con vocación de continuidad. La evolución y desarrollo de las acampadas marcó la agenda nacional y sus efectos continúan siendo motivo de reflexión seis años después.

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