Extender la enseñanza religiosa para el alumnado musulmán en los centros educativos públicos como vía para evitar el progreso de los radicalismos. Es la petición que Riay Tatary, presidente de la Comisión Islámica de España, hizo este viernes en un artículo publicado en El País. A su juicio, esta sería "una herramienta primordial preventiva contra la delincuencia juvenil, las drogas, las sectas nocivas y las bandas armadas". Actualmente, alrededor de 12.000 alumnos estudian religión islámica en colegios públicos, según datos del Ministerio de Educación. El salario de sus profesores –igual que el de los que enseñan doctrina católica– son financiados por el erario público.
La reclamación del presidente del órgano de interlocución de las 1.200 comunidades musulmanas con el Estado no es baladí. Evidencia la voluntad del islam español por ampliar su hueco en el espacio público y aumentar así su poder institucional. Todo ello en un momento en el que más voces autorizadas respaldan a la comunidad musulmana como muestra de repulsa a los deplorables ataques xenófobos desatados contra seguidores de esta fe tras los atentados de la semana pasada en Barcelona y Cambrils.
La reivindicación de Tatary también puede vincularse a otro fenómeno del que han alertado analistas como la politóloga especializada en asuntos relacionados con el islam y Oriente Medio, Ana Belén Soage:el interés por confundir cualquier crítica al islam, por su carácter patriarcal y androcéntrico por ejemplo, con la islamofobia. De hecho, esta experta cuestiona el propio concepto de islamofobia, pues cree que mete en el mismo saco el rechazo de ciertos aspectos del islam y la xenofobia hacia los musulmanes e intenta hacer ver que ambas cosas son igual de inaceptables.
"Proteger a las personas de la xenofobia es algo esencial porque todo el mundo tiene derecho a que se respete su dignidad y sus derechos. Pero las ideologías sí son debatibles y cuestionables", explica Soage, que recuerda que el renacimiento y la ilustración no habrían sido posibles sin cuestionar el poder de la Iglesia. Esta experta pone el acento sobre el hecho de que sean países como Arabia Saudí u organizaciones como los Hermanos Musulmanes, que tienen un concepto retrógrado del islam, los que promueven esta visión.
De hecho, asegura que estos países y organizaciones también usan este concepto contra musulmanes más liberales, con el objetivo de "monopolizar" el discurso y evitar que se discutan otros "aspectos problemáticos del islam". "No hablo solo de violencia, sino de misoginia o de otras cuestiones... el islam fue revelado como religión en el contexto de la Arabia del siglo VII y precisamente estos dirigentes o entidades son los que defienden una interpretación más rigorista que fomenta el inmovilismo religioso", explica.
El catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Valencia Javier de Lucas destaca que, especialmente desde el ámbito progresista, hay una actitud más comprensiva con la crítica a la religión católica que a otra "ajena" como es el islam. A su juicio, el criterio tendría que ser el mismo. "Si estamos a favor de un modelo de laicidad, la crítica libre debe ejercerse respecto a cualquier religión. Otra cosa distinta es que el islam en España reaccione peor y haga fácilmente reproches de islamofobia", señala.
No obstante, respecto al afán por confundir términos, De Lucas asegura que no atañe únicamente al islam. "La comunidad hebrea, aunque en España tiene una dimensión y una beligerancia menor, también juega al chantaje indecente de hacernos confundir cualquier crítica al Estado de Israel con el antisemitismo, lo cual es absolutamente inaceptable", señala.
La polémica de Charlie Hebdo
En Francia, el semanario satírico Charlie Hebdo, publicación que perdió en 2015 a 12 miembros de su equipo en un ataque terrorista perpetrado en su redacción por los hermanos Chérif y Said Kouachi y reivindicado por la rama yemení de Al Qaeda, ha vuelto a estar en boca de todos. Lo ha hecho por la frase que protagoniza su portada –"Islam religión de paz… eterna"–, que aparece acompañada, en primer plano, por el dibujo de dos cadáveres que yacen en el suelo y de una furgoneta que se aleja al fondo, en una clara referencia al atropello múltiple en La Rambla de Barcelona.
La revista, conocida por su humor desvergonzado e incluso grosero, ha sembrado la polémica con este número. Aplaudido por políticos del ultra Frente Nacional, su publicación soliviantó a ciertos sectores de la izquierda. "Las amalgamas son muy peligrosas. Decir que el islam es una religión de paz dando a entender, de hecho, que es una religión de muerte resulta extremadamente peligroso", señaló Stéphane Le Foll, exportavoz del Gobierno socialista con François Hollande.
Ana Valero, profesora de Derecho Constitucional en la Universidad de Castilla-La Mancha, no cree que la portada pueda tacharse de islamófoba. "Creo que la capacidad crítica del individuo, y su libertad de expresión, es un derecho fundamental. Y este número es un ejemplo de ello. Cosa distinta es asociar el terrorismo al islam o a la inmigración, algo de lo que lamentablemente no estamos libres en este país y en el resto de Europa, y que es de una gran irresponsabilidad por las consecuencias sociales que puede tener", añade.
Pero más allá de la portada, Charlie Hebdo abre en sus páginas interiores un debate relevante: ¿Por qué cada vez se habla menos del islam en relación con los atentados terroristas cometidos en su nombre? La politóloga Ana Belén Soage cree que existe una creciente tendencia a obviar esta vinculación por miedo a la etiqueta de islamófobo. "En algunos países de nuestro entorno ya solo se atreven a plantear estas cuestiones aquellos que tienen una agenda xenófoba, lo cual ha contribuido de manera significativa a la popularidad de la extrema derecha", asegura.
De Lucas cree que no se es islamófobo por "pedir responsabilidades a la comunidad musulmana de Ripoll" tras los atentados de Barcelona y Cambrils. "Es incuestionable que los responsables son los terroristas, pero no se puede decir que la comunidad no tenga ninguna responsabilidad. Creo que tendrían que hacer una revisión de qué es lo que pasó y pedir perdón a las familias de las víctimas como comunidad. Yo estoy de acuerdo en que una de las causas de estos procesos de radicalización es la multiplicación de la xenofobia, pero una cosa no quita para la otro", señala.
El debate de la multiconfesionalidad
En una sociedad con actitudes mayoritariamente laicas, como es la española, también resulta llamativo que se sigan celebrando funerales de Estado de acuerdo con el modelo de la confesión católica. En el caso de los recientes atentados se celebró el pasado domingo una misa solemne en la Sagrada Familia de Barcelona a la que acudieron los reyes, los presidentes del Gobierno y la Generalitat y las alcaldesas de Barcelona y Cambrils, entre otras autoridades.
Además, el Ayuntamiento de Barcelona (Barcelona en Comú), con el apoyo de la Generalitat (PDeCAT), convocó este jueves un acto "interreligioso e interconfesional" de homenaje a los fallecidos y heridos en los atentados de la semana pasada. Allí se leyeron fragmentos de la Biblia, del Corán, de un texto budista y de la Torah. También participaron entidades que se consideran no creyentes, agnósticas o indiferentes al hecho religioso.
Es decir, en este caso, la alternativa a la separación neta del Estado respecto a las confesiones religiosas no ha sido precisamente apostar por la neutralidad del poder público frente a la pluralidad religiosa, sino incluir en un mismo acto a las principales confesiones e incluso a los que son indiferentes al hecho religioso. Para el catedrático Javier de Lucas esto es un error. "El modelo no es la pluriconfesionalidad, es la laicidad", señala. En este sentido, recuerda que hasta la jerarquía católica se ha mostrado partidaria de este modelo de pluriconfesionalidad consciente de que era la única manera de seguir manteniendo su estatus de privilegio.
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"No caigamos en el error de la arcadia feliz de la multiconfesionalidad. Hay que aprender de la ley francesa de 1905 que establece la separación absoluta entre el Estado y las confesiones, que no pueden tener un espacio subvencionado en el ámbito público. Eso es distinto de que en el ámbito social haya manifestaciones de gente de la iglesia que no sólo son positivas, sino que son ejemplares en ámbitos como la lucha contra la desigualdad y la pobreza o la acogida a la inmigración y los refugiados", añade De Lucas.
La profesora Ana Valero cree que para garantizar la libertad de conciencia de cualquier persona, tenga o no creencias, es imprescindible que las instituciones se mantengan al margen del hecho religioso. "Cualquier homenaje a las víctimas debería estar desprovisto de carácter confesional, sea el que sea", asevera. A este respecto, Francisco Delgado, presidente de Europa Laica, defiende la necesidad de crear un protocolo público para funerales civiles y laicos, aunque los familiares u otras comunidades celebren otro tipo de actos litúrgicos. Delgado recuerda que más del 30% de la población no pertenece a ninguna organización religiosa, según datos del CIS.
En una reciente entrevista con infoLibre el profesor titular de Filosofía del Derecho José Manuel Rodríguez Uribes, que ocupa desde junio la recién creada secretaría de Laicidad de la nueva ejecutiva del PSOE, alertaba precisamente sobre que la tentación para limitar los privilegios de la Iglesia católica fuera aumentar los de otras confesiones. "Yo ese camino creo que no hay que recorrerlo. Hay que respetar a las distintas confesiones, que las personas tengan libertad para elegir la confesión que vea oportuna y que la puedan practicar incluso socialmente… Pero en el espacio público institucional el Estado tiene que caminar hacia una neutralidad escrupulosa", dijo a preguntas de este diario.
Extender la enseñanza religiosa para el alumnado musulmán en los centros educativos públicos como vía para evitar el progreso de los radicalismos. Es la petición que Riay Tatary, presidente de la Comisión Islámica de España, hizo este viernes en un artículo publicado en El País. A su juicio, esta sería "una herramienta primordial preventiva contra la delincuencia juvenil, las drogas, las sectas nocivas y las bandas armadas". Actualmente, alrededor de 12.000 alumnos estudian religión islámica en colegios públicos, según datos del Ministerio de Educación. El salario de sus profesores –igual que el de los que enseñan doctrina católica– son financiados por el erario público.