Trabajo

Las huelgas repuntan pero el miedo y las deudas de los trabajadores desactivan una escalada de movilizaciones

Un grupo de personas pertenecientes a los sindicatos CCOO, LAB, UGT, ESK, CGT y CNT del metal se manifiesta el 2 de diciembre de 2022, en Bilbao.

La conflictividad laboral sale del encierro pandémico y repunta en España. Pero levemente. A pesar de la inflación, histórico detonante de la movilización, no hay un despegue que permita hablar de año caliente. ¿Qué la frena? Son diversos los factores, pero una investigación internacional ha detectado que hay uno, poco advertido hasta ahora, con un peso decisivo a la hora de anular la voluntad de huelga: la deuda con el banco. Sí, a más hipoteca, menos conflicto.

Entre enero y noviembre de 2022, último periodo con datos cerrados del Ministerio de Trabajo, hicieron huelga 207.231 trabajadores, un 4,56% más que en el mismo periodo de 2021. El volumen de jornadas no trabajadas ascendió a 515.561, lo que supone una subida del 16%. En cuanto al número de huelgas, el dato es aún de los nueve primeros meses del año. Hasta septiembre, hubo 520, un 15,29% más que en el mismo periodo del año anterior. Es previsible que las cifras de todo 2022 se sitúen en torno a las 700, aún lejos del pico de la última década, las 994 de 2013, y también de las 898 de 2019, pero en el entorno de los números de 2016 y 2017. Y, desde luego, dejando atrás el valle de 2020 (487) y 2021 (606), que encuentra una explicación en la pandemia.

¿Es significativo el repunte de 2022? Cotejándolo con los pronósticos, no puede decirse que sí. Todo apuntaba a una eclosión del conflicto mayor en la salida de la pandemia. No sólo en España, sino a nivel global.

Dos informes del FMI habían advertido de la posibilidad de una proliferación de movilizaciones en la resaca del covid-19 en países como España, que arrastran brechas de desigualdad y descrédito institucional. Es verdad que la rebaja de las restricciones incrementó la movilización callejera, pero desde luego no la ha disparado. Ni tampoco se ha concentrado en el ámbito laboral. Y eso a pesar de que históricamente los periodos de inflación elevada han aparejado picos huelguísticos.

Trabajadores "disciplinados" por el crédito

A la búsqueda de respuestas para el tímido repunte acaba de hacer una contribución Giorgos Gouzoulis, profesor e investigador especializado en futuro del trabajo de la Universidad de Bristol, en el artículo académico ¿Qué hacen los empleados endeudados? La financiarización y el declive de la acción industrial, publicado en la revista Industrial Relations Journal. El trabajo, con datos del Banco Mundial, el FMI, el portal laboral Ilostat y Naciones Unidas, cruza la actividad huelguista durante el periodo 1970-2018 de seis países, Japón, Corea, Suecia, Noruega, Estados Unidos y Reino Unido, con múltiples indicadores socioeconómicos para concluir que existe una fuerte correlación entre la bajada de la movilización y el endeudamiento de los hogares.

Gouzoulis señala que este factor es la "pieza que falta en el rompecabezas" de la explicación sobre la bajada de los índices de huelgas en las últimas cinco décadas, que quedaba incompleta sólo acudiendo a la liberalización del mercado laboral, la desindustrialización y la globalización. "La creciente dependencia del crédito privado ha hecho que los trabajadores endeudados sean más autodisciplinados y reacios al riesgo [...] por miedo a perder su empleo y caer en impago", recoge el paper. Se constatan los "efectos disciplinadores del endeudamiento personal" y cómo "la financiarización de los hogares afecta negativamente a la militancia laboral".

El investigador selecciona para su examen seis países agrupados en variedades capitalistas diversas. En Japón y Corea hay una vinculación "muy fuerte" entre el aumento del endeudamiento de los hogares y la disminución de la participación, la duración y el volumen de las huelgas. En Estados Unidos y Reino Unido esta asociación es "especialmente consistente". En las economías nórdicas es donde la evidencia es menor. A pesar de que en Suecia aún es "bastante sólida", en Noruega es "más débil".

Los resultados globales, que pueden consultarse aquí, "respaldan firmemente la idea general de que el aumento del endeudamiento de los hogares está asociado a la reducción de la actividad huelguística". Y añade el autor: "El giro especulativo del sector financiero hacia la concesión de créditos a los hogares, sea para financiar el consumo o la compra de activos, está asociado al descenso agregado de la actividad huelguística en las últimas cinco décadas. [...] En particular, el fuerte aumento del endeudamiento [...] ha venido acompañado de una mayor concesión de créditos a los hogares de clase trabajadora y bajos ingresos, la parte de la población más propensa a las huelgas".

Una deuda en crecimiento

La deuda de las familias se encuentra en un ciclo de crecimiento, con datos del Banco de España. La subida de los tipos de interés concentra sus efectos en las rentas medias y bajas. En otoño había ya cerca de un millón y medio de familias "altamente endeudadas". Gouzoulis explica a infoLibre sobre el caso de España: "Es muy probable que los hogares endeudados eviten cualquier acción que pueda causar un conflicto con su empleador. Por supuesto, la decisión de participar o no en una huelga es muy compleja y depende de muchos factores, pero, sin duda, el endeudamiento personal hace que los trabajadores sean más reacios a la huelga".

El investigador lanza una advertencia sobre cómo la política del Banco Central Europeo puede afectar a la movilización: "Desgraciadamente, en estos momentos, muchas personas experimentan los efectos perjudiciales de las subidas de los tipos de interés debido a la decisión infundada de muchos bancos centrales de tratar una crisis de inflación impulsada por la oferta como una crisis impulsada por la demanda. Los nuevos deudores que están pagando intereses han visto cómo el coste del servicio de su deuda se duplicaba de la noche a la mañana. Naturalmente, en estas circunstancias, asegurar el empleo adquiere una gran importancia y, en economías en las que los trabajadores pueden ser sustituidos fácilmente, hacer huelga entraña un enorme riesgo".

Causas de desmovilización

El doctor en Economía y profesor de la Universidad de Sevilla Marcial Sánchez-Mosquera recalca que España lleva décadas de un tono de movilización bajo. "El último ciclo de conflictividad fuerte arrancó en 1968 y se extendió hasta los 80", señala. Desde entonces, los picos han sido ya muy puntuales. Ni en los 90, con el boom de la construcción, ni con la recesión tras su pinchazo hubo periodos especialmente convulsos.

Ahora, a priori, se dan condiciones propicias por la inflación. De hecho, recalca Sánchez Mosquera, hay un cierto incremento. Los motivos por los que dicha subida está siendo moderada son difíciles de precisar. ¿La deuda? "Tiene sentido", señala el investigador, que insiste en que, en contra de la opinión popular, la conflictividad no se produce cuando los trabajadores están en situaciones desesperadas, sino, al contrario, cuando hay un "empoderamiento". El economista recalca que la precariedad del mercado laboral en España, que todavía es extendida a pesar de los primeros logros de la reforma laboral, constituye otro tapón para la movilización.

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El endeudamiento familiar es sólo uno de los factores disuasorios del conflicto que cita Rafael Cruz, profesor de Historia de los Movimientos Sociales en la Complutense. "Tener compromisos contraídos siempre es una dificultad", señala. Pero añade otro, que cree fundamental: las medidas paliativas y las reformas en el ámbito laboral introducidas por el Gobierno, percibido como próximo a los intereses de la clase trabajadora. A esto se suman las políticas expansivas por la pandemia. En cuanto a la inflación, Cruz señala que sí suele ser agitadora del conflicto, pero en este caso presenta unas características muy particulares, que no la hacen comparable a otros episodios inflacionarios.

En síntesis, el profesor explica que las huelgas no se dan sólo –ni principalmente– por "causas de justicia", sino porque hay factores y actores que los propician. Y, en este punto, señala a los sindicatos. Su poder e influencia son claves para abrir o cerrar el grifo de las huelgas. A falta de conocer datos más recientes, la tendencia de la afiliación sindical en España es a la baja. Era del 44,5% en 1978, del 20,4% en 1993, del 17,4% en 2008 y del 12,5% en 2019, último año recogido por la OCDE.

El dato no es baladí. Una investigación del profesor de Derecho del Trabajo Adrián Todolí atribuye a la pérdida de afiliación durante cuarenta años un papel determinante en la brecha salarial en España.

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