Con la llegada de Alberto Núñez Feijóo a la dirección del Partido Popular el pasado mes de abril, las encuestas empezaron a plasmar un escenario electoral muy favorable a la derecha. A inicios de primavera, el PP salía de una crisis interna sobre el liderazgo del partido reflejada en los sondeos con los peores resultados desde que Isabel Díaz Ayuso llegara a la presidencia de la Comunidad de Madrid en mayo de 2021. Pero desde el encumbramiento de Feijóo, las cosas han cambiado.
Actualmente, el PP lidera las encuestas con el 31% de los votos y ha crecido 8 puntos porcentuales en apenas cuatro meses. El PSOE, que ha sido primera fuerza durante el primer tercio de legislatura y que ha mantenido las tendencias ciertamente estables, está ahora por debajo del 25% de los votos, su mínimo desde las elecciones de 2019. Lo preocupante para Pedro Sánchez es que hasta el 8% de exvotantes socialistas votarían ahora al PP, un fenómeno que ya ocurrió en las pasadas elecciones andaluzas con Juanma Moreno y que rompe con la dinámica de bloques instaurada con la llegada de los nuevos partidos.
En tercera posición sigue Vox, aunque notablemente debilitado tras caer 4 puntos desde abril, cuando parecía que podría disputarle la segunda posición al PP.
En el espacio a la izquierda del PSOE –a lo largo de los próximos meses conoceremos más detalles de cómo se perfilará de cara a una hipotética candidatura para las próximas generales— los sondeos son estables, pero tímidos. Unidas Podemos alcanza alrededor del 11% de los votos y Más País se sitúa por debajo del 3%.
Esto deja, por tanto, un escenario favorable para las derechas (PP, Vox y Cs), que conseguirían el 49% de los sufragios, su mejor registro desde el inicio de la legislatura (y uno de los mejores datos de la serie histórica). Las izquierdas (PSOE, UP y MP), en cambio, no superan el 38% de los votos, lo que deja una ventaja neta de 11 puntos favorable a los conservadores.
Llegado este caso, hay que responder a dos preguntas: ¿es suficiente esta distancia para que la derecha pueda gobernar? y, sobre todo, ¿es sostenible mantener esa ventaja en el tiempo?
Tal y como se puede apreciar en el gráfico de arriba, la evidencia reciente apunta a que durante las últimas cuatro elecciones generales –desde la caída del bipartidismo— la distancia entre bloques se ha ido estrechando cuando se acerca la cita con las urnas. En las últimas generales, en el adelanto electoral de noviembre de 2019, la izquierda guardaba una distancia de 6 puntos sobre la derecha a tres meses de las elecciones y el promedio de encuestas auguraba un empate técnico al final de campaña.
En las elecciones de diciembre 2015, la izquierda llegó a superar en 20 puntos al bloque de la derecha tras la irrupción de Podemos y otros nuevos partidos, apenas un año antes de la cita electoral. Desde entonces, con altibajos propios de estos tiempos, las encuestas terminaron de pronosticar una ligera ventaja de la izquierda, cercana a la empate.
Pero también le ha pasado recientemente a la derecha. Primero, durante la repetición electoral de 2016, con Mariano Rajoy al frente del PP, y después, ya en abril de 2019, con su sucesor, Pablo Casado. En ambos casos, el bloque de la derecha lideraba las encuestas por 13 y 7 puntos de ventaja respectivamente a falta de tres meses para la celebración de las elecciones. En esas últimas semanas, la ventaja se fue reduciendo hasta 9 puntos, dejando la ventaja de la derecha en 4 puntos en las generales de 2016 y perdiéndola —por 3 puntos— con la izquierda en 2019.
Actualmente, estamos a menos de año y medio de las próximas elecciones generales que, si todo va según lo previsto, se celebrarán en diciembre de 2023 o enero del ‘24. La derecha lidera las encuestas con 11 puntos de distancia sobre la izquierda, pero creo que he descrito razones suficientes para, como mínimo, ser pacientes.
Para saber si la distancia actual de la derecha es suficiente para asegurarse la mayoría absoluta en el Congreso he simulado las elecciones para saber cómo se comportaría el equilibrio entre bloques en nuevos escenarios cambiantes. Para facilitar el análisis, se ha mantenido constante el bloque que configuran partidos de carácter autonómico o provincial (en la realidad, el bloque ‘otros’ puede sufrir alteraciones en intención de voto, pero a lo largo de los últimos años se ha mantenido estable en torno al 13-14%).
Por tanto, lo que se puede ver en la tabla adjunta es qué ocurriría si la distancia entre bloques se estrecha y los votos que pierde un bloque los recupera el contrario.
En el escenario actual, la derecha alcanzaría la mayoría absoluta con más de 180 escaños. Una diferencia de 11 puntos porcentuales le aseguran una ventaja de medio centenar de escaños. Pero la mayoría actual es frágil, ya que con una caída del bloque conservador de 2 puntos (del 49% al 47%) podría perderla.
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Esto nos lleva a la última pregunta: ¿qué datos necesita la izquierda para tener opciones reales de volver a sumar mayoría?
Lo cierto es que la derecha necesitaría sumar mayoría absoluta con el apoyo de PP y Vox (y Cs llegado el caso). No parece que tenga aliados parlamentarios que le puedan garantizar 5 escaños más, si así fuera necesario. Si el bloque de la derecha suma menos de 170, la izquierda tendría una posibilidad para gobernar, un tanto remota. Ese escenario es el más complicado de todos, donde ninguno de los dos bloques podrían sumar una mayoría absoluta con los equilibrios y apoyos existentes. Ese escenario podría ser posible con una diferencia entre bloques de entre 3 y 5 puntos.
No es fácil predecir unas elecciones y menos aún cuando queda tanto tiempo para celebrarse. Sabemos que actualmente la derecha lidera con contundencia la carrera electoral, pero hay razones que apuntan a que el final de la disputa será muy competido.
Con la llegada de Alberto Núñez Feijóo a la dirección del Partido Popular el pasado mes de abril, las encuestas empezaron a plasmar un escenario electoral muy favorable a la derecha. A inicios de primavera, el PP salía de una crisis interna sobre el liderazgo del partido reflejada en los sondeos con los peores resultados desde que Isabel Díaz Ayuso llegara a la presidencia de la Comunidad de Madrid en mayo de 2021. Pero desde el encumbramiento de Feijóo, las cosas han cambiado.