El camino de salida de la pandemia parece al alcance de la mano. El Congreso tiene por delante un intenso calendario de negociaciones del que depende la reconstrucción económica y social, las reformas laborales, fiscales, medioambientales y de derechos civiles que PSOE y Unidas Podemos se han comprometido y también los Presupuestos Generales del Estado para 2021.
Es en ese contexto en el que Esquerra Republicana y Ciudadanos, por motivos contrapuestos, están dando pasos para tratar de reservarse un papel decisivo en la formación de mayorías en la Cámara Baja. Tanto la estrategia de los republicanos como la de los naranjas pasa por ser útiles a sus respectivos votantes en un contexto de fuerte competencia en sus respectivos espacios: de ERC con Junts, a las puertas de unas elecciones anticipadas en Cataluña, y de Ciudadanos con el PP en el efervescente espacio político del centroderecha español.
Una estrategia, la de los dos partidos, que al mismo tiempo está teniendo consecuencias con sus respectivas alianzas en otras administraciones. Esquerra asiste al enésimo episodio de tensiones internas dentro del Govern de la Generalitat, que comparten con Junts, y Ciudadanos agrieta su pacto en Madrid con el PP precisamente a cuenta del diálogo para la reconstrucción. No por casualidad los presidentes de ambos gobiernos autonómicos, Quim Torra (Junts) e Isabel Díaz Ayuso (PP) comparten, desde posiciones antagónicas, asedio al Ejecutivo de coalición.
Hasta la pandemia, Esquerra se sabía en la situación de privilegio de ser la pieza clave sobre la que descansaba la viabilidad del Gobierno. Su portavoz parlamentario, Gabriel Rufián, lo dijo claramente en la investidura: sin ERC, no habrá legislatura. Pero el cambio de rumbo en Ciudadanos, de la mano de su nueva presidenta, Inés Arrimadas, ha acabado on esa dependencia. Sánchez ha ganado margen y ahora puede negociar a dos bandas.
En los últimos días el Gobierno ha sanado las heridas abiertas en el pacto con el PNV después del fallido acuerdo con EH Bildu. Mimar el entendimiento con los nacionalistas vascos es un asunto estratégico para los socialistas, no sólo porque cogobiernan Euskadi sino porque el PNV se ha convertido en el reverso amable del nacionalismo catalán.
Los estrategas de Moncloa creen además que a Sánchez le conviene además alimentar a ERC y a Ciudadanos, con los que puede llegar a acuerdos, aunque sean limitados, con la esperanza de que eso debilite a dos adversarios políticos con los que es mucho más difícil, por no decir imposible, explorar territorios compartidos, como son el PP y Junts. Cuantos más pactos firme con Inés Arrimadas, más en evidencia quedará que Pablo Casado sólo está dispuesto a ir de la mano con Vox. Y cuanta más apariencia de política útil tenga ERC, menos credibilidad tendrá la estrategia de confrontación de Puigdemont.
La hoja de ruta de Oriol Junqueras en Esquerra pasa por ganar las elecciones catalanas a lomos del pragmatismo de quien ha decidido negociar con el Gobierno de España y aparcar, al menos hasta que el independentismo anchee su base de apoyo social, el sueño de una secesión unilateral como la fracasada intentona de 2017. Dejar de ser el socio de referencia de la coalición PSOE-Unidas Podemos desbarataría la estrategia republicana y confirmaría la de Carles Puigdemont y Junts: Sánchez no es de fiar y por tanto no tiene sentido negociar ni pactar nada con el PSOE.
La de Arrimadas en Ciudadanos es más a largo plazo. La nueva líder naranja quiere demostrar que hay sitio entre el PP y el PSOE y demostrar que sus diez diputados al servicio pueden ser decisivos para la formación de mayorías y, en última instancia, para decidir la orientación de las políticas del Ejecutivo. En el bloque de la derecha, dominado por el PP y Vox, apenas les queda espacio. Pero si juega la carta de la negociación con Sánchez tiene garantizada la visibilidad y, al menos eso cree su la dirección de Cs, hacer valer su supuesta centralidad en el tablero político español.
Ser decisivos
La necesidad de ser el socio decisivo del Gobierno es lo que alimenta las estrategias de Ciudadanos y de Esquerra. De ahí que esta vez, de cara al debate de la sexta y última prórroga del estado de alarma que tendrá lugar el miércoles, ninguno de los dos haya puesto el listón de un acuerdo con el PSOE a un nivel inalcanzable. Todo lo contrario: lo que naranjas y republicanos piden esta vez está entre los compromisos que Sánchez está dispuesto a ofrecer.
Esquerra quiere que Cataluña recupere capacidad de gobernar la crisis sanitaria y Sánchez se la va a dar en la Fase III, cuando los científicos del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES) están convencidos de que la epidemia estará ya bajo control y la contención del virus a través de las restricciones a la movilidad sea definitivamente sustituida por un sistema de alerta precoz.
El acuerdo, anunciado este fin de semana, ha devuelto munición a Junts para criticar a los republicanos y forzar la réplica de su secretaria general adjunta, Marta Vilalta. Es “un poco irresponsable que quien no ha llegado a ningún acuerdo menosprecie los acuerdos a los que se haya podido llegar con ERC”, les reprochó. “No compartimos estas gesticulaciones ni según qué críticas, pero no pasa nada”.
Su portavoz en el Congreso, Gabriel Rufián, fue claro a la hora de explicar por qué Esquerra va a facilitar la prórroga: “Éramos conscientes de que el espíritu de la investidura peligraba" y la alternativa al actual Gobierno es la extrema derecha. Ni rastro de la posiciones de máximos e las que Esquerra se apoyó en las cuatro últimas semanas para votar contra la prórroga.
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Por parte de Ciudadanos fue su portavoz adjunto en el Congreso de los Diputados, Edmundo Bal, el que asumió la tarea de explicar la posición naranja frente a la prórroga. Esta vez el voto de Cs depende exclusivamente, dijo, de la evolución de los datos epidemiológicos que le explique el Gobierno y de la necesidad o no de mantener el marco jurídico del estado de alarma. Y, lo que es mucho más significativo, no se verá condicionado por la postura del PNV y ERC, que ya han pactado con el Ejecutivo.
Bal repitió las ideas en las que se apoya Ciudadanos desde hace semanas para justificar su disposición a pactar con Sánchez: la “política útil” de “un partido de centro” que sólo piensa “en el interés general de los españoles, no en lo que votan el resto de grupos parlamentarios”.
En juego está la última prórroga del estado de alarma pero la partida va mucho más allá. Y en ella tanto Esquerra como Ciudadanos tratan de ganar posiciones de cara a las negociaciones que vienen.