Cumbre del clima de Madrid
España saca pecho en el arranque de la COP25 mientras indígenas y jóvenes insisten en la emergencia climática
Las cinco prioridades que el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, declaró en la pasada cumbre del clima, "ambición, ambición, ambición, ambición y ambición", han resonado en todo momento en la primera jornada de la COP25 de este lunes en Madrid. En este encuentro se deben dirimir dos cuestiones: unas, de carácter más técnico, tienen que ver con ultimar las reglas para que todos los países jueguen con las mismas normas a la hora de aplicar el Acuerdo de París, que entra en vigor en 2020. Otras, de carácter más político, relacionadas con intentar que los países mejoren sus compromisos, porque los actuales nos llevan a un calentamiento global catastrófico, cercano a los 4 grados para finales de siglo. En el primer día de la flamante cumbre celebrada en Ifema, cuya presidencia ostenta Chile, se ha hablado mucho más de fondo que de forma; más de promesas incumplidas que de mercados de carbono y mecanismos internacionales; eso será objeto, presumiblemente, de la segunda semana. Por ahora se han establecido las líneas a seguir: presionar a los mayores contaminantes para llegar al día 13 con algo de esperanza en el horizonte.
Los protagonistas del día han sido dos. Por un lado, el presidente en funciones del Gobierno español, Pedro Sánchez, que ha ejercido de maestro de ceremonias a lo largo de toda la jornada. En pocas horas le ha dado tiempo a inaugurar la cumbre del clima, a reunirse y a debatir con jefes de Estado, a celebrar una comida con altos cargos para empezar a plantear las bases de la negociación y a valorar ante la prensa las sensaciones de un lunes en el que su país no ha dejado de recibir elogios. Parecía que estaba en todos lados al mismo tiempo. En cierta manera ha eclipsado a la presidencia, que ostenta Chile, en una cumbre donde se pone el foco en América Latina y sus desafíos. No era la intención de un líder del Ejecutivo que ha repetido en varias ocasiones que el país andino, "un país hermano", es el que realmente debe liderar los procesos de estas dos semanas. Por otro lado, todos los focos se han dirigido a la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, que junto a varios congresistas estadounidenses ha declarado que "estamos dentro. Seguimos dentro", y que buena parte de los políticos norteamericanos no se va a rendir pese a la salida del país de las barras y las estrellas del Acuerdo de París, impulsada por un presidente negacionista.
"Tenemos que hacer recortes profundos de emisiones. Hay que alcanzar una justicia económica y medioambiental para todos", ha declarado Pelosi, que junto a un buen número de congresistas y senadores estadounidenses han dejado claro a todo el mundo desde Madrid que ellos siguen en la lucha climática. Asumiendo con naturalidad, además, los postulados del Green New Deal por el que apuesta el Partido Demócrata: no se trata de abordar enormes sacrificios, sino de plantear un futuro ilusionante donde la apuesta por la acción por el clima genera trabajos y bienestar. "No estamos hablando de pequeños cambios, sino de grandes transformaciones", ha defendido. Ha habido también momento para la ironía cuando un periodista español le ha preguntado si creía que las palabras de Sánchez de la mañana sobre los "fanáticos" que niegan el cambio climático iban por Donald Trump. "Ni idea", ha contestado entre risas, antes de responder que para ese tipo de "fanáticos" ella solo tiene una respuesta: "Science, science, science". Tampoco ha querido abordar el asunto del impeachment: los representantes de la resistencia norteamericana han preferido pasar a la acción que ponerse a la defensiva.
Éxito organizativo y logístico
España se enfrentaba al reto de organizar en menos de un mes lo que generalmente suele ocupar un año: la organización de una cumbre del clima. Y a falta de cómo se suceden los acontecimientos en las próximas dos semanas, se puede apuntar el tanto. Las decenas de pabellones del recinto ferial de Madrid dedicadas al evento amanecían durante la mañana del lunes impolutas en cuanto a organización. Salvo algunas confusiones menores propias del primer día, todo parecía funcionar a la perfección. Los delegados de cientos de países de todo el mundo charlaban y trabajaban en las salas habilitadas al efecto; voluntarios y trabajadores repartían fruta, chocolate y churros; y cientos de eventos técnicos, políticos, divulgativos o incluso lúdicos se celebraban a la vez sin ningún tipo de aglomeración.
Varias personas caminan junto a los carteles instalados en el pabellón de Ifema donde se celebra la COP25. EFE
La zona azul del evento, la dedicada exclusivamente a las Partes de Naciones Unidas, cuenta con cientos de stands donde cada país vende al exterior cuáles son sus contribuciones a la lucha contra el cambio climático. Y la fachada de dichos stands habla a veces muy bien de las intenciones de cada nación. Indonesia cuenta con un vistoso puesto donde alerta de las consecuencias que sufrirán si la crisis se acentúa; países como Reino Unido, Francia o la propia España venden al exterior con orgullo sus avances; Turquía cuenta con el clásico anuncio que parece reutilizado de una feria de turismo; y en el stand de Estados Unidos simplemente hay un cartel donde se avisa de que se trata de una "work room" y que no se permite el acceso, cerca del espacio propio de los demócratas y las organizaciones no gubernamentales norteamericanas que defienden que "siguen dentro". Y en torno a cada caseta, centenares de medios de todas partes del mundo, aunque con una presencia bastante nutrida de los españoles, que no han querido perderse una oportunidad única.
Al otro lado del recinto ferial se encuentra la zona verde, donde se encuentran organizaciones no gubernamentales, empresas (muchas de ellas, con modelos de negocio altamente contaminantes, como Iberdrola o Endesa) y activistas de todo tipo: aunque los movimientos sociales más fuertes en el ámbito español han preferido centrar sus esfuerzos en la cumbre social por el clima, el evento paralelo que arrancará el próximo viernes 6 en la Universidad Complutense de Madrid. El discurso con óptica latinoamericana, el de raíces anticolonialistas y antiextractivistas, se ha hecho fuerte en esta zona durante la primera jornada de la cumbre del clima.
La voz de los indígenas
"En mi país los estudiantes fueron quienes despertaron a la sociedad despues de 30 años de abuso", decía en un acto en el centro de la zona verde Joel, de Fridays for Future Chile. "Creo que hay muchas cosas que repensar con respecto a cómo consideramos la participación de los jóvenes. Tienen mucho que decir y han demostrado que pueden hacer mucho", aseguraba. Indígenas del país andino y de otras partes del continente han tenido presencia y voz en esta parte del recinto ferial: lamentan el impacto del cambio climático en sus territorios y lamentan, sobre todo, la llegada de grandes empresas transnacionales que en búsqueda de los recursos energéticos de sus hogares les roban la tierra, les quitan el agua, les amenazan y, en algunos casos, incluso les asesinan.
Cristian Varela es un indígena de la etnia que habita el desierto de Atacama (Chile) que ha acudido a la cumbre del clima de Madrid gracias al Consejo de Pueblos Atacameños, una organización que reúne y moviliza a los nativos de la zona. "Hemos visto aumentos de calor y lluvias descontroladas que han provocado desbordes y daños en los sectores agrícolas y ganaderos. Pero más allá de eso, dentro de nuestro territorio, hay mucha intervención del extractivismo, principalmente del cobre y del litio, industrias que ocupan bastante agua para sus procesos", explica a infoLibre. Cobre y litio: materiales muy valorados por la revolución renovable que están defendiendo decenas de miles de personas durante estas semanas en la capital española y que cuya extracción desplaza y condena a los pueblos. Aprovecha la ocasión para denunciar la "vulneración de los derechos humanos" del país que ostenta la presidencia de la COP: "Han habido asesinatos, muertes y violaciones, y el presidente de la República [Sebastián Piñera], al cambiar la sede, está tratando de ocultar la realidad que está pasando en su país".
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Cristian Varela, indígena chileno, presente en la cumbre del clima de Madrid.
"El sol no se puede tapar con un dedo", añade Varela. Su voz, sin embargo, queda lejos: su participación se limita a la zona verde, separada de la zona azul –la más grande y donde se suceden los eventos "importantes"– por dos arcos de seguridad y casi diez minutos andando, donde Piñera denuncia ante el resto de países la "violencia criminal" de los manifestantes.