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Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

Feijóo cierra los ojos ante la contribución del PP a la crispación pero arremete contra el “partido sanchista”

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A Alberto Núñez Feijóo le gusta hacerse el recién llegado. Este viernes, tras presidir por primera vez una reunión conjunta de los diputados y senadores del PP, a los que se dirigió como un “senador novato” y no como un político en activo desde hace treinta años, la mitad de ellos en cargos de responsabilidad, volvió a tratar de tomar distancia del clima de crispación que domina la legislatura como si su partido nada tuviera que ver con él.

Como hiciera durante las semanas previas al congreso extraordinario que legalizó la defenestración de Pablo Casado y su propia elección como líder del PP, Feijóo volvió este viernes a tratar de alejarse del enfrentamiento y la agresividad que se han apoderado de la mayoría de los debates en el Congreso. No cree, aseguró, en “los circos parlamentarios” ni en “el teatro” en el que, según él, ha convertido el Gobierno la política en España, porque primero “insulta” a su partido y después le pide apoyo. “Conmigo que no cuenten” para eso, proclamó.

¿A qué insultos se refiere? Las veces que el líder del PP ha roto su aparente tono moderado para aumentar los decibelios en sus críticas al Ejecutivo en los últimos dos meses son tantas como las ocasiones en las que el presidente del Gobierno les ha echado en cara su largo historial de casos de corrupción, muchos de ellos todavía pendientes de juicio, y sobre todo la utilización de los aparatos del Estado para intentar hacer desparecer pruebas del cobro de dinero fraudulento. Que Sánchez hablase en el Congreso, al menos en dos ocasiones, de un partido “de mangantes”, indigna especialmente a Feijóo. 

“No oculto que me ha sorprendido muchísimo”, confesó el miércoles en una rueda de prensa en el Senado. “Porque entendí que después de la reunión en Moncloa”, la primera y única que han mantenido desde que el expresidente gallego se convirtió en jefe de la oposición, “ese tipo de calificativos no se iban a volver a utilizar en el hemiciclo”. “Al menos dedicamos buena parte de las tres horas” que duró aquel encuentro “a hablar de la vuelta al respeto institucional”. 

Que Sánchez haya pasado en las últimas semanas a la ofensiva recordando —a veces con todo lujo de detalles, como ocurrió en el debate que tuvo lugar este jueves en el Congreso en torno al CNI y el espionaje sufrido por el presidente y dos de sus ministros— desde el caso Gürtel a la Operación Kitchen “me desagradó profundamente”, admite Feijóo.

De hecho, ese es uno de los motivos, si no el principal, que ha movido al presidente del PP a dar orden de congelar, al menos hasta después de las elecciones andaluzas del 19 de junio, las negociaciones con el Gobierno para renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) a las que se había comprometido en su reunión con Sánchez del pasado 7 de abril. El retraso en la renovación de este órgano está afectando a numerosos nombramientos en diferentes salas judiciales, entre ellas algunas del Tribunal Supremo, y amenaza con comprometer también, a partir del 12 de junio, el nombramiento de miembros del Constitucional.

El eurodiputado Esteban González Pons, encargado de la política institucional del PP y responsable de negociar el CGPJ con el Gobierno lo dejó claro el jueves en un apunte en Twitter:

Argumento ser Casado

Cada vez que Feijóo endurece su tono, recupera argumentos de Pablo Casado. Se queja de recibir “insultos” por parte del Gobierno pero él mismo ha dejado de hablar del PSOE para referirse siempre al “partido sanchista”, como hacia su antecesor. Y las acusaciones que dirigen él y su partido contra el Gobierno no son de pequeño calibre. Desde estar “atado de pies y manos” a la voluntad de quien le robó el contenido de su teléfono móvil —que ellos mismos insinúan que es Marruecos— hasta “mentir” a los españoles y a las autoridades europeas sobre la marcha de la economía española. Esta misma semana, Feijóo acusó a Sánchez de “estar arrodillado todos los días” ante el independentismo.

Pero aún así afirma no estar en eso: “No creo en la política de insultos y trincheras, sino en la de propuestas y en la confrontación honesta”. Las Cámaras, subrayó este viernes, “no son una red social en la que competir con zascas y palabras gruesas”.

Los españoles se han cansado de esta forma de hacer política, que atribuye exclusivamente al Gobierno y a sus socios y de la que excluye al PP. Están hartos, dice, de un Ejecutivo que “está más cómodo insultando a la oposición y pactando con aquellos que no tienen más argumento que el insulto al Estado y a los ciudadanos españoles que pactando con el PP.”

Para apoyar la distancia que afirma querer tener con el estado de crispación permanente en el que vive la política española —y que se remonta a la llegada de Pablo Casado a la presidencia del PP, en junio de 2018—, pidió a su partido “ser mejor que los demás” en el “fondo y en la forma”, así como dar a conocer el proyecto del PP por España con “ideas, propuestas y estilos diferentes".

Feijóo acusa a Sánchez de “vivir de rodillas todos los días”

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Por eso les emplazó a “no caer en las formas del Gobierno ni en las formas de sus socios” porque el “objetivo de un político no es sobresalir sino plantear cosas y ayudar a transformar la realidad”.

“La calle es el mejor termómetro del descontento y nosotros tenemos que ser los portavoces de esa calle”, pidió a los parlamentarios del PP, ante los que volvió a enumerar sus reproches contra el Gobierno por su “desprecio al orden constitucional y al Estado autonómico”, cuya “cogobernanza se proclama pero no se practica”, y por el “desprestigio populista” a las instituciones. 

Él mismo se rebela, dijo, contra el “servilismo del partido sanchista que sin pudor está sacrificando los intereses de todos en favor de los intereses de los que quieren fracturar lo que es de todos”.

A Alberto Núñez Feijóo le gusta hacerse el recién llegado. Este viernes, tras presidir por primera vez una reunión conjunta de los diputados y senadores del PP, a los que se dirigió como un “senador novato” y no como un político en activo desde hace treinta años, la mitad de ellos en cargos de responsabilidad, volvió a tratar de tomar distancia del clima de crispación que domina la legislatura como si su partido nada tuviera que ver con él.

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