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Frans Timmermans: “Si no se reducen los plaguicidas, tendremos una crisis alimentaria en Europa”

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Eurydice Bersi | Maria Maggiore (Investigate Europe)

Los planes de la Comisión Europea para reducir a la mitad el uso de plaguicidas de aquí a 2030 en el marco de su ambiciosa estrategia "De la granja a la mesa" se presentarán finalmente este miércoles en Bruselas, tras un retraso de tres meses.

El Reglamento sobre el uso sostenible de los plaguicidas será la primera ley vinculante de la Unión Europea que obligue a los agricultores a reducir el uso de productos químicos. Muchos lo consideran un paso crucial para atajar la complicidad europea en la crisis climática mundial.

Sin embargo, los grupos agroindustriales y varios Estados miembros se oponen con vehemencia a una regulación más estricta, y muchos han presionado a los funcionarios comunitarios para que suavicen sus propuestas. La guerra en curso en Ucrania ha avivado el temor a una crisis alimentaria, y varios gobiernos y eurodiputados se han unido a ese rechazo.

En una entrevista con el consorcio periodístico Investigate Europe, que infoLibre publica en exclusiva en España, el vicepresidente de la Comisión y responsable del Pacto Verde Europeo, Frans Timmermans, explica por qué la legislación es esencial para garantizar la seguridad alimentaria a largo plazo y por qué no debe sacrificarse por ganancias a corto plazo.

El tan esperado Reglamento sobre plaguicidas se presentará este miércoles. ¿Le preocupa lo que pueda pasar con la estrategia verde en general?

Bueno, tenemos una situación muy difícil debido a la guerra en Ucrania. La guerra plantea enormes riesgos para la seguridad alimentaria en algunas zonas de África y Oriente Medio. Pero utilizar estos problemas como razón para no aplicar la estrategia "De la granja a la mesa" sería matar la salud y la supervivencia a largo plazo de nuestro sector agrícola por consideraciones a muy corto plazo. 

Entonces, ¿usted insiste en que es el momento adecuado para establecer objetivos de reducción de plaguicidas y fertilizantes, y de obligar a los agricultores a cambiar su forma de trabajar? 

¿Cuándo se les va a obligar? Ni mañana, ni este año, ni el próximo. Tenemos una perspectiva de 2030, 2040, 2050. Y si no defendemos esa perspectiva ahora, ¿cuál será su modelo de negocio? ¿Pueden continuar con este nivel de uso de plaguicidas? No podemos permitirnos posponerlo. Tenemos que tomar medidas para afrontar los problemas reales y urgentes que tienen los agricultores. Pero las medidas que tomemos no deben acabar con nuestra visión a largo plazo de un sector agrícola sano y sostenible.

Llevo 30 años en esto. Cada vez que proponemos algo en el ámbito agrícola, siempre se produce la misma reacción: "Aplazamiento, derogación, no para nosotros, para otros". Mientras tanto, el 70% del suelo de la UE está hoy en condiciones insalubres, y el 80% de esos suelos son tierras agrícolas o praderas. Son datos científicos. Estamos perdiendo los polinizadores muy rápidamente. Ello supone una amenaza mayor para nuestra seguridad alimentaria a largo plazo que el conflicto de Ucrania, ya que el 75% de los principales cultivos alimentarios mundiales dependen de la polinización animal. 5.000 millones de euros al año en Europa dependen directamente de la polinización animal. Por favor, desconectemos la crisis inmediata de la adaptación a largo plazo que necesitamos.

El Reglamento propondrá una reducción del 50% del uso de plaguicidas en Europa para 2030 e introducirá objetivos obligatorios de reducción para cada Estado. Es la primera vez que se introducirán esos objetivos obligatorios. ¿Por qué son necesarios?

Bueno, necesitamos objetivos vinculantes porque ya lo intentamos antes con objetivos no vinculantes, y estos últimos no nos llevan a ninguna parte. Los objetivos vinculantes dan seguridad a la industria y al sector agrícola. Y, por cierto, nuestros ciudadanos nos empujan a hacerlo. Hay una enorme y creciente convencimiento de que el ecocidio es una amenaza directa para nosotros.

Refiriéndose a la "crisis de emergencia por la guerra", la Dirección General de Agricultura de la Comisión está a punto de permitir más cultivos en "zonas de interés ecológico", dando luz verde al uso de plaguicidas y sin obligación de rotar los cultivos. ¿Cómo encaja esto con evitar el ecocidio?

Cualquier excepción, cualquier desviación de la política a largo plazo sólo debería responder a preocupaciones y emergencias inmediatas. El tratamiento adecuado sólo llega después del diagnóstico correcto.

El problema es la cuestión logística: no se puede llevar el grano y el maíz desde Ucrania y Rusia hasta África y Oriente Medio. Así que ahí es donde tenemos que concentrar nuestros esfuerzos. Este reciente plan consiste en construir silos para poner en marcha el transporte. Y aquí tenemos que utilizar los instrumentos internacionales, especialmente el Programa Mundial de Alimentos, para conseguir suficiente dinero y proyectos para África. Esa es nuestra urgencia inmediata. Para mí, personalmente, no tiene sentido utilizar las zonas protegidas para producir aún más materia prima por este motivo. Por cierto, uno de los efectos de esta crisis y de los increíbles precios de los fertilizantes es que la bioagricultura se ha vuelto más rentable porque no necesitan el gas ruso para fabricar los fertilizantes.

Se está enfrentando a un fuerte rechazo por parte del sector agroindustrial. ¿Cómo aborda estas preocupaciones?

La cuestión principal es cómo conseguir que toda la sociedad participe en este debate. Si mantenemos la discusión dentro del grupo de personas que tienen intereses muy claros, entonces por supuesto el debate es diferente. Creo que estamos muy cerca de un cambio. La Política Agrícola Común ha sido algo para iniciados durante los últimos 30 o 40 años. Y ahora se ve que nuestros ciudadanos están despertando, igual que despertaron con la crisis climática. Tenemos que demostrar a la comunidad agrícola que ahí existen beneficios para ellos.

Los jóvenes agricultores lo entienden, realmente lo entienden. Y quieren formar parte de ello. La comunidad agrícola no es monolítica en esta cuestión. Pero por supuesto el complejo agroindustrial se moviliza, y tenemos un debate muy, muy enfrentado, como parece que tengo todo el tiempo con ellos. 

Nunca he atacado personalmente a nadie de Copa-Cogeca [el principal grupo de presión de los agricultores en Bruselas], pero la presidenta de Copa-Cogeca se dedica todo el tiempo a atacarme personalmente. Me pregunto por qué este nivel de agresividad hacia mí. ¿Es porque tengo razón? ¿Podría ser esa la razón?

Algunos Estados miembros sostienen que si Europa introduce normas más estrictas, debería aplicarse lo mismo a terceros países. ¿Considera que es una exigencia legítima?  

Sí, lo considero. Si tenemos normas estrictas sobre cómo se elaboran los productos agrícolas en Europa, esos agricultores no deberían enfrentarse a la competencia desleal de productos agrícolas que no tienen que cumplir esas normas estrictas. Dicho esto, también tenemos que tener cuidado de no penalizar a los agricultores de los países más pobres del planeta. 

La Comisión Europea destina una cantidad ínfima de dinero a programas que apoyan el cambio del modelo agrícola tradicional. ¿Por qué?

Es como intentar que el mayor petrolero del mundo cambie de rumbo. Lleva tiempo. Lo que hay que hacer de inmediato es evitar que volvamos al viejo rumbo, aunque ahora haya correcciones. Y la observación que realizan es muy válida. Si miras el presupuesto total de la Política Agrícola Común y luego miras lo que se gasta en avanzar en la dirección correcta, es una parte muy pequeña del total. Tenemos que cambiarlo. Pero el cambio de rumbo tiene un efecto inmediato en muchos agricultores de la Unión Europea. Hay que contar con ellos. Y los intereses creados los están asustando haciéndoles pensar que lo que estamos impulsando les costará el sustento. Pero estoy profundamente convencido de que si no hacemos lo que proponemos, dentro de 10 o 15 años el problema de la biodiversidad será tan grave que la agricultura no será sostenible en Europa. Y entonces sí que tendremos una crisis alimentaria en Europa.

Dinamarca gravó los plaguicidas en función de su toxicidad, y esto ha hecho que se utilicen menos los más peligrosos. ¿Podría ser un modelo paneuropeo?

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Me parece una idea interesante. Pero hay que tener en cuenta que la diferencia entre los Estados miembros es tan grande que lo que funciona en Dinamarca no necesariamente funciona en Italia o en España. Así que soy un poco cauto, pero cualquier buena idea es una idea que merece la pena explorar.

La propuesta de reforma de los plaguicidas es sólo el comienzo de las negociaciones con los Estados miembros y el Parlamento Europeo. ¿Están dispuestos a luchar?

Estoy absolutamente seguro de que contamos con el apoyo del grueso de los ciudadanos. Los líderes políticos de Europa son cautelosos a la hora de entablar este debate porque saben que es muy fácil perder votantes si se considera que no ayudan a los agricultores. Yo quiero ayudar a los agricultores, pero quiero ayudarlos de forma sostenible, no sólo para mañana, sino también para dentro de diez y veinte años. Y para ello tenemos que ser sostenibles.

Los planes de la Comisión Europea para reducir a la mitad el uso de plaguicidas de aquí a 2030 en el marco de su ambiciosa estrategia "De la granja a la mesa" se presentarán finalmente este miércoles en Bruselas, tras un retraso de tres meses.

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